Abro el evangelio y me encuentro con la “Parábola del Sembrador”. Un sembrador que sin guardarse nada, arroja todas las semillas de su morral en todo tipo de terreno.
LA SEMILLA
Y la verdadera protagonista de esta parábola es precisamente “la semilla”, que produce mayor o menor fruto, según el terreno donde cae.
Los primeros tres terrenos son improductivos; a lo largo del camino los pájaros se comen la semilla. En el terreno pedregoso; los brotes se secan rápidamente porque no tienen raíz. En medio de las zarzas; las espinas ahogan la semilla.
Finalmente, hasta el cuarto intento, el cuarto terreno, es el terreno bueno; y solo allí la semilla prende y da fruto.
LUCHA
Hace algunos años, el Papa Francisco nos explicaba que lo que Jesús quiere decirnos con este pasaje evangélico de hoy, es que la vida del cristiano y la de todo hombre es: “lucha”.
Y nos seguía diciendo el Papa en esta homilía:
“Hay que vencer el viento, la dureza de las piedras, las espinas… Quien ha tenido la fortuna de trabajar en el campo, comprende perfectamente la parábola del sembrador. Y es que no basta con tirar la semilla para cosechar frutos abundantes. Hay que elegir el terreno. Hay que preparar la tierra. Hay que cuidar la semilla y tirarla a tiempo”.
Y seguía diciendo el Papa, lo que hay que hacer después de haber sembrado:
“Hay que regar, quitar las malas hierbas y, sobre todo, hay que segar en el momento oportuno. Implica lucha. Trabajo. Esfuerzo”.
Y terminaba diciendo el Papa:
“Se dice que: «De los esforzados es el Reino de los Cielos». Es ley de vida. A veces cuesta. Lo importante, no es tanto lo que hacemos, sino el amor con el que obramos. Cuando hay amor, Dios bendice y nos premia, aun si en muchas ocasiones no lo parece a primera vista. Para lograr estar siempre en la «lucha» contamos con un medio excelente: la oración. Jesús la usó y siempre le funcionó”.
UN ÁRBITRO
Y es lo que estamos haciendo contigo, Jesús, intentando hacer un ratito de oración. Y aprovechando las palabras del Papa comentando esta parábola del sembrador, de la semilla… pues vamos a hablar de “lucha”.
Fíjate, el próximo viernes 4 de febrero de 2022, a las 18:30 horas, tendrá lugar la ceremonia de inauguración de los juegos olímpicos de invierno, en el estadio nacional de Pekín.
Son las competencias por excelencia, bueno, más las de verano que las de invierno. Pero bueno, en ambas, normalmente se ve a un árbitro que permanece en medio de dos adversarios, sin favorecer ni a uno ni al otro, esperando el desenlace. Si el árbitro se coloca entre los dos contendientes, es porque su actitud es “neutral”.
Bueno, pues esto que ocurre en las olimpiadas “NO” nos sucede en el combate espiritual, en la lucha que nos enfrenta el diablo, Cristo no permanece indiferente: está por entero “de nuestra parte”.
DIOS NOS HA UNGIDO
¿Y cómo puede ser esto? Éstas son palabras de san Juan Crisóstomo a unos cristianos en el día de su bautismo:
“Veis que nada más entrar en el estadio, Dios nos ha ungido, mientras que encadenaba al otro. Nos ha ungido con el óleo de la alegría y a él le ha atado con lazos irrompibles para paralizar sus asaltos”.
Termina diciendo san Juan Crisóstomo:
«Si yo tengo un tropiezo, Él me tiende la mano, me levanta de mi caída, y me vuelve a poner de pie»
Así que por muchas que sean las tentaciones, las dificultades, las tribulaciones, Tú, Jesús, eres nuestra seguridad. Tú no nos dejas, Tú no eres neutral, estás siempre de nuestra parte.
TODO LO PUEDO EN TI, SEÑOR
Para poder decir con san Pablo: Todo lo puedo en Ti, Señor, que me consuelas”. Que me ayudas siempre que acudo a Ti, y a los medios establecidos.
“Caminaba un montañero hacia un refugio de alta montaña. El sendero subía más y más, y en ocasiones resultaba difícil dar un paso. El frío azotaba su cara, pero el lugar era impresionante por el gran silencio que allí reinaba, y por la belleza del paisaje. El refugio sencillo y tosco resultó muy acogedor, muy pronto observó que sobre la chimenea estaba escrito algo con lo que se identificó plenamente: “Mi puesto está en la cumbre”. Así termina diciendo esta historieta…
Ahí está también nuestro sitio: ¡En la cumbre, junto a Cristo! En un deseo continuo de aspirar a la santidad, en el lugar donde estamos, y a pesar de conocer bien, el barro del que estamos hechos, las flaquezas y los retrocesos.
Pero sabemos también, que el Señor nos pide el esfuerzo pequeño y diario, la lucha sin tregua contra las pasiones que tienden a tirarnos para abajo. El no pactar con los defectos, con los errores…
UNA LUCHA POSITIVA, ALEGRE
Lo que nos hará perseverar en este combate: es el amor, el amor profundo Cristo, a quién buscamos incesantemente. De manera que nuestra lucha sea siempre positiva, alegre.
Decía también san Josemaría:
“La santidad tiene la flexibilidad de los músculos sueltos”
Lo que nos vuelve de nueva cuenta a la mente: el deporte, los deportistas. Seguía diciendo san Josemaría:
“La santidad no tiene la rigidez del cartón, sabe sonreír, ceder, esperar; es vida, vida sobrenatural”
Y por eso, decía también, que la paz se alcanza con la guerra. La auténtica paz interior se alcanza con la guerra contra nuestro egoísmo. Y por eso tenemos que luchar.
Contando siempre con los fracasos; porque en la lucha habrá victorias, pero habrá derrotas. Y muchas de ellas, pues no tendrán tanta importancia, otras quizá si la tendrán. Pero el desagravio, la contrición, nos acercarán más al Señor.
UNA SOPERA ROTA
En una ocasión, le mostraron a san Josemaría, una sopera portuguesa de porcelana, rota. Pero reparada con lo que llamaban las “lañas”; que eran como pedazos de alambre, que volvían a hacer de esa sopera de barro de porcelana rota, de nueva cuenta; servible.
E, incluso -decía él: Pues con esos alambres, con esas lañas, tenía nueva gracia, se veía, así como “vintage”.
Bueno, pues si tú y yo, hubiéramos roto en pedazos lo más preciado de nuestra vida, Dios sabrá recomponernos, si somos: “humildes”.
Porque, como también nos ha dicho tantas veces el Papa Francisco: “Dios no se cansa de perdonar, Dios cuenta con nuestra fragilidad y perdona siempre, pero es preciso ser sinceros, arrepentirse, levantarse.”
Ponte a pensar en la alegría incomparable que hay en el Cielo, cada vez que re comenzamos. Y a lo largo de nuestro caminar tendremos que hacerlo en muchas ocasiones, porque siempre habrá faltas.
Que no nos falte nunca la sinceridad de reconocerlas, y de abrir el alma al Señor, primero en el Sagrario, y luego en la confesión.
HAY QUE SER DOMADORES
Vamos a terminar con otro cuentito, que se titula: “Hay que ser domadores” y dice así:
“La lucha contra las pasiones desordenadas, es un domar continuo, que todos, sean cuáles fueran nuestras circunstancias y nuestra edad hemos de mantener, de modo que, si queremos agradar a Dios, todos hemos de ser: domadores”.
Pues, así viene un poco el cuento que ya te adelantaba, dice:
“El superior de un antiguo monasterio, preguntó cierta noche a uno de los monjes: ¿Qué has hecho hoy? –¡Oh! -contestó el fraile-, tenía tanto que hacer hoy, y también los otros días, que mis propias fuerzas no me habrían bastado, de no ayudarme la gracia de Dios. Tengo que domar cada día dos halcones, debo aprisionar dos siervos, es preciso que amanse dos gavilanes, he de vencer un gusano, tengo necesidad de domesticar un oso y de cuidar a un enfermo. – Pero, ¿Qué me cuentas? – dijo sonriendo el superior- No hay modo de hacer todo esto en un monasterio.
QUE NO LO AVASALLE LA TENTACIÓN
No obstante, ¡es así!, contestó el monje: -Vea usted; los dos halcones son mis dos ojos, que he de vigilar continuamente para que no miren nada indebido; los dos ciervos son mis dos piernas y he de guardarlas para que no corran al pecado; los dos gavilanes, son mis dos manos y he de obligarlas a que trabajen y hagan buenas obras; el gusano es mi lengua, y he de refrenarla para que no charle cosas vanas o hirientes; el oso es mi corazón, he de luchar continuamente contra el amor que se tiene a sí mismo y contra su vanidad; el enfermo es todo mi cuerpo, que he de cuidar para que no lo avasalle la tentación”.
Terminamos como siempre nuestra oración, contando en este combate con la ayuda de nuestra Madre Santa María, que sigue paso a paso nuestro caminar hacia su Hijo.
En la Liturgia de las Horas, que leemos los sacerdotes, la Iglesia nos recomienda leer todos los días esta antífona, a la Virgen, con la que terminamos nuestro diálogo contigo, Jesús.
«Salve, Madre soberana del Redentor, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar; socorre al pueblo que sucumbe y lucha por levantarse».
Siempre son lindas estas meditaciones breves de los 10 minutos con Jesús. La de hoy me gustó especialmente, porque describe con precisión la lucha diaria. Gracias P. Josemaria!!
Siempre son lindas estas meditaciones breves de los 10 minutos con Jesús. La de hoy me gustó especialmente, porque describe con precisión la lucha diaria. Gracias P. Josemaria!!