CLARE CROCKETT
En la Semana Santa del año 2000, una jovencita irlandesa fue invitada junto con un grupo de jóvenes a pasar la Semana Santa en España. Tenía tan solo 17 años, y ella pensaba que iría a España de fiesta y a tomar un poco el sol a la playa.
Esta jovencita se llamaba Clare Crockett. Seguramente te suena, y ya sabes para dónde voy… Vivía uno de esos años en los que ella misma cuenta, que tenía muchos afanes y muy humanos: quería acariciar y alcanzar el sueño de llegar a ser una estrella de cine mundial. Lo decía ella, y estaba trabajando para conseguirlo.
Pero bueno, se fue a España y en esos primeros días del encuentro efectivamente, pues pasó tomando el sol y de fiesta.
Pero el Viernes Santo alguien le dijo: -Claire, hoy si tienes que entrar en la capilla, hoy es Viernes Santo. Y entonces ella cuenta, que entró en la capilla, pero se quedó en el último banco durante la liturgia de ese día del Viernes Santo.
UN LLAMADO, UNA CONVERSIÓN
Todos los cristianos nos acercamos a venerar la cruz. Y entonces ella como para no desairar a las personas con las que había viajado, y con las personas que la habían recibido bien, pues se acercó al crucificado para ponerse delante de Él.
Y cuenta ella que, en su alma hubo una conversión. Inmediatamente se fue otra vez hacia atrás. Después de esa ceremonia del Viernes Santo, fueron a buscarla y la encontraron dentro de la capilla llorando.
Y le dijeron: —Claire. ¿qué te pasa? Y ella dijo: —Él murió por mí. Me ama… ¿Porque nadie me había dicho esto antes?
Así nació en Clare -esa jovencita-, pues una inquietud: de ser buena hija de Dios. Por lo menos en ese momento, de ser consciente de que había un Dios que se había hecho hombre y que había muerto por ella.
Regresó a Irlanda y sigue participando en obras de arte como actriz secundaria, en algunas películas, pero vivía mal. Ella misma cuenta que vivía en pecado, que incluso se entregaba a la bebida, fumaba mucho e incluso usaba drogas. Tenía un novio y llevaba una vida un poquito light, por decirlo de alguna manera.
HERMANA CLARE: DIOS SIEMPRE NOS MIRA
Pero el Señor insistía en perseguirla. Y una noche de fiesta se excedió de nuevo con el alcohol. Y cuando estaba muy mal, experimentó que Jesús le decía: —¿Por qué sigues hiriéndome? ¿Por qué sigues hiriéndome?… Y se volteó a ver si había alguien. Pero no había nadie… Y experimentó un vacío muy grande y comprendió que su vida no tenía ningún sentido.
Y el 11 de agosto del 2001 entregó su vida a Dios como candidata de las «Siervas del Hogar de la Madre». Se convirtió en la hermana Clare, una monja muy conocida, y muy jovencita que atrajo después a muchísimos jóvenes.
HISTORIAS DE CONVERSIÓN
Esta historia de la hermana Clare me recuerda la historia que cuenta hoy la Primera Lectura de la misa. Se trata de «un tal Saulo». Cuenta él mismo que ya tenia las cartas con la autorización para ir a las sinagogas de Damasco, para traer encadenados a Jerusalén a los discípulos del Señor.
Pero mientras caminaba, cuando ya se acercaba a Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra, y oyó una voz que le decía: —Saulo, Saulo. ¿Por qué me persigues? Es como esa voz también que escuchó la hermana Claire: — ¿Por qué me sigues hiriendo?
Pues lo mismo a Saulo:
«—Saulo, ¿por qué me persigues? Saulo dijo: —¿Quién eres Señor?
Respondió: —Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate. Entra en la ciudad y allí se te dirá lo que tienes que hacer»
La conversión de san Pablo, la llamada de san Pablo, la vocación de san Pablo, o como la quieras llamar, hoy se nos narra en la Primera Lectura de la misa.
UN ENCUENTRO PERSONAL
Lo que verdaderamente cambia la vida de una persona, es el encuentro personal con Jesucristo vivo. Así como le pasó a Juan y Andrés, que pasaron toda una tarde con Jesús (Jn 1,39).
Luego Simón, a quien el Señor le cambió inmediatamente el nombre: Cefas (Mt 16,18). El encuentro con la samaritana en el pozo de Sicar (Jn 4,7). El leproso que vuelve a dar gracias por haber sido curado (Lc 17,15).
La mujer enferma que se cura tocando la orla de la túnica de su manto (Lc 8,44). Son encuentros personales. Encuentros decisivos que nos deben llevar también a nosotros los cristianos, a no perder nunca el recuerdo de ese primer contacto con Jesús.
Y el Señor a veces permite que esos encuentros sean con personajes muy alejados de la Iglesia, y muy alejados de la fe. Muy alejados de Jesucristo. Quizá, incluso con algunas personas que ni conocen a Jesús.
Algunos de esos milagros se les pueden llamar: milagros a lo san Pablo. Pero en el común de los mortales, esas conversiones eran más sencillas. Pero serán encuentros verdaderos con Jesucristo.
Cuenta en los Hechos de los Apóstoles:
«San Pablo tiene que ir a Damasco. Levántate, le dice esa voz. Jesús entra en la ciudad y allí se te dirá lo que tienes que hacer.
Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor porque oyen la voz, pero nadie veía, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada.
Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber»
(Hch 9, 1-20).
Yo me quiero imaginar, ¿cómo sería aquello? Pero tres días. ¡Tres días en silencio, ayunando, ciego y sin comer! ¿En qué pensaría Saulo? ¿Intuiría que Dios le iba a pedir algo? ¿Que el Señor lo quería como instrumento? Él seguía siendo la misma persona, con el mismo carácter impetuoso…
De hecho el Señor despierta una noche a Ananías. Y lo cuenta así en la Sagrada Escritura:
«Había en Damasco un discípulo llamada Ananías. El Señor lo despierta una noche. Era un siervo, discípulo del Señor. Y le dice: —Levántate, y ve a la calle llamada recta y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso.
Mira, está orando y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista.
Ananías le contestó: —Señor, he oído a muchos hablar de este individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén.
Y que aquí tienen autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre. Y el Señor le dice: ¡No! Pues anda, ve. Ve que ese hombre es un instrumento elegido por mí»
(Hch 26, 12-18).
SER INSTRUMENTOS DE DIOS
El Señor quería a Saulo como instrumento suyo, con la misma personalidad, con el mismo carácter impetuoso. El Señor también nos ha buscado a nosotros como instrumentos.
A la hermana Clare le pidió una vocación bellísima: se dedicó a los jóvenes, estuvo en varios países. Desafortunadamente murió en un terremoto en Ecuador. Pero ha dejado un legado hermoso para esta comunidad religiosa. Se conocen muchas imágenes suyas, videos y fotografías.
La hermana Clare también sintió ese llamado de Jesucristo a ser instrumento, así como Saulo. Y como a ellos, el Señor también nos quiere buscar a nosotros como instrumentos. Pero se nos plantea la necesidad primero de una conversión, de un deseo de renovarnos, ser dóciles a las mociones del Espíritu Santo.
“Cada santo es un proyecto de Dios para llevar el Evangelio a su propio tiempo”,
(me llamó poderosamente esta frase).
Señor, ya se acabó el tiempo. Nosotros seguimos en oración y comprobamos que efectivamente lo que verdaderamente cambia la vida es un encuentro personal Contigo.
Te pedimos estos encuentros para nosotros, y para muchas personas que todavía no te conocen, ni te quieren, ni te siguen…