EL REINO DE DIOS
El Evangelio que nos presenta este domingo la Iglesia es bastante complicado y nos vamos a quedar solo con la última parte, porque supongo que el resto ya lo irán viendo en las homilías de la misa del domingo.
Quisiera hacer oración este instante, en estos 10 minutos de conversación con Dios, sobre la última parte del Evangelio, que dice:
“Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara pero los discípulos los reprendieron.”
(Mc 10, 13).
Da la impresión de que los discípulos querían tener a Jesús para ellos, no querían que los niños distrajeran al maestro, habían otras cosas más importantes qué hacer.
No se dan cuenta que esa actitud molesta al Señor, de hecho, continua el texto:
Al ver esto Jesús se enojó y les dijo: -Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño no entrará en él. Y después los abrazó, los bendijo imponiéndoles las manos.”
(Mc 10,14-16).
-Hasta aquí el texto. –
EL SEÑOR BENDICE A LOS NIÑOS
Este pasaje tiene algo que me resulta muy interesante. Había algunos que traían a sus pequeños para que el Señor los tocará… No sería descabellado pensar que fueran sus papás o que quizás, más específicamente, fueran las mamás.
Se podría entender que los papás estarían en el campo o en sus quehaceres para el sustento de la familia.
Digo esto porque los niños de los que habla san Lucas, que se le acercaban al Señor, concretamente eran bebés o recién nacidos, o muy pequeñitos porque la palabra que usa aquí san Lucas es -aunque sea un poco griego- “Brephos”.
Esta palabra se usa para los recién nacidos o para los más pequeñitos. Aunque después cambia la palabra para referirse a los niños en general, y usa otra palabra.
Fijémonos lo que dicen los tres Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Todos dicen:
“Dejen a los niños venir a mí, y no se lo impidan.”
Marcos, Lucas usan exactamente lo mismo:
“Dejen a los niños venir a mí, y no se lo impidan.”
Me parece que hay algo que debemos destacar de los tres, ¿te das cuenta? ¡Hay un énfasis!:
“y no se lo impidan”.
EL ÉNFASIS DE JESÚS
Señor, ¿qué estabas pidiéndonos con esto? Porque estas palabras se dirigen a los adultos, a los padres, a las madres, a los discípulos; ellos son responsables de los niños.
Y me pregunto: ¿En qué maneras podemos impedir que los niños, tanto pequeñitos como los jovencitos, se acerquen al Señor? ¿Cuándo, tú Señor, quisieras decirnos estas mismas palabras: que no te impidan acercarte a los niños?
No sé. Cuando el padre, la madre, dejan de hacer lo que tienen que hacer, cuando tienen algo más importante que llevarlos a la iglesia, por ejemplo. ¿No es esto una manera de impedirles que se acerquen al Señor?
Es cuando muestras desinterés por llevarles a Misa los domingos, o no dando la importancia que tiene aquello que están estudiando en el catecismo (los que están haciendo la Primera Comunión o la Confirmación), de una forma regular y continuada, intentando que no falten, que se preparen bien… ¿No es esto una forma de impedirles que se acerquen al Señor?
Cuando no les enseñamos a bendecir los alimentos o a dar gracias a Dios por todo lo que tienen; o no hablas de las cosas del Señor con ellos al acostarte o cuando se levantan o en el camino, cuando no les has enseñado a rezar el rosario. Al ir a la casa de la abuelita y nunca tienen una referencia al cuadro de la imagen de la Virgen o a las tradiciones cristianas. ¿No es esto una manera de impedirles que se acerquen al Señor?
TRABAJO DE LA FAMILIA
Es una cosa que podemos pensar más a fondo. “Señor, hoy queremos pedirte que jamás alejemos a los niños y a los adolescentes de Ti.” Porque nos parece que, como padres, como abuelos, tienen un papel fundamental como transmisores de la fe.
Y sí, es el ejemplo, el cariño, la manera de relacionarnos con los demás y la forma de vivir nuestra relación con Dios, que resultan fundamentales en el aprendizaje de la fe por parte de los niños.
Por eso la paciencia, el cariño, la comprensión no debe faltar nunca en esa labor de transmitir la fe.
Vi el otro día a mi hermana enseñándole a persignarse a mi sobrina. Claro, le cogía la mano y le decía: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Qué bonito que tengamos esa costumbre de que lo hagan bien.
Y llevarlos nosotros a la misa o a un oratorio, cuando no es domingo, para aprender a hacer la genuflexión delante del Santísimo.
O las abuelas que tienen, tal vez, un poco más de tiempo y que ahora cuidan a sus hijos, a sus nietos… Se les pueden llevar también de vez en cuando: – Mijita le voy a llamar a la guagua de la iglesia para que aprenda a rezar conmigo… No sé… algo….
“Vivito, vivito alzando pelito” dicen aquí en este país… Y me parece que es lo que hay que hacer, porque después nos estamos quejando de que los niños y los adolescentes ya no son piadosos.
Puede pasar porque nos ha faltado a nosotros llevarles más a Dios y lo que hemos hecho es: “impedir a los niños que vayan y conozcan a Jesús.”
DISTINTAS ETAPAS
Tenemos que tener paciencia, cariño, comprensión -que nunca debe faltar en esta labor de transmitir la fe-, y también tener presente que los niños van creciendo y pasando por distintas etapas: la infancia, la niñez, la pre adolescencia, la adolescencia, la juventud.
La manera que tendrán de relacionarse con Jesús también cambiará y aunque haya momentos de desánimo nunca debemos darnos por vencidos. Jesús siempre tiene que estar presente en nuestra familia y en nuestro día a día.
El aprendizaje comienza por pequeños gestos, oraciones y detalles con la Virgen y el Niño Jesús.
RECOMENDACIONES PRÁCTICAS
Pensaba varias cosas que podrían ayudarnos. Por ejemplo, los padres y los abuelos pueden:
• Rezar con los niños por las noches oraciones sencillas: Jesusito de mi vida, Ángel de la guarda, Ave María.
• Bendecir la mesa y rezar en el carro al comenzar un viaje.
• Enseñarle a hablar con Jesús dirigiéndonos a Él con naturalidad: “Gracias Jesús por el día tan bueno que hemos pasado hoy” o “quiero pedirte por el abuelo que está enfermo”, “ayúdame a portarme un poquito mejor”.
• Tener presente a la Virgen, poner un cuadro en su habitación, un Rosario, una estampa.
• Llevarle a Misa y animarle a participar en los cantos, en la oración del Padre Nuestro.
• Vivir las fiestas desde el punto de vista cristiano.
• Cantar villancicos, leer la Biblia en familia.
• En Semana Santa llevarle a las procesiones.
• Explicarles porqué celebramos la festividad de Todos los Santos o el día de la Inmaculada o san José.
• Transmitirles el cariño hacia los objetos religiosos presentes en nuestra casa: Una medalla con la Virgen o la Biblia familiar, el Rosario…
SER SEMBRADORES DE FE
De este modo los niños van viviendo esa presencia de Jesús con más naturalidad. Ánimo, somos sembradores de fe y todo lo que sembramos en los pequeños siempre dará su fruto.
Cada vez tendremos que ir caminando, porque la fe no es simplemente una serie de cosas que hay que hacer, es el trato con Jesús.
“Por eso Señor, hoy, en este rato de oración te pedimos con el corazón en la mano que nunca impidamos a los niños acercarse a Ti Señor. Que nunca por nuestra actitud, por nuestra forma de ser, por nuestras molestias o, tal vez, el mal ejemplo alejemos a los demás de Ti.
Te pedimos ahora por todos, por tus hijos, por tus nietos, por tus sobrinos, por todos esos que, tal vez, dan la impresión de que se han alejado para que vuelvan. ¡Señor, te lo pedimos con el corazón en la mano!
Le pedimos también a la Virgen Santísima, ella que también como buena madre, la que más se interesa por nuestras cosas y le interesa que volvamos con los niños a Ti.”
Que tengamos una especial delicadeza para pensar una y otra vez cómo podemos favorecer para que el Señor haga lo mismo que hizo con los niños de este pasaje del Evangelio: “que después los abrazó y los bendijo imponiéndoles las manos.
“Señor abraza y bendice a todos los niños que conocemos.”
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