INSTRUMENTOS
Hoy la Iglesia nos trae un texto del Evangelio de san Marcos en donde cuenta que Jesús “después de salir de la sinagoga, fue a casa de Simón y Andrés”. (Mc 1, 29)
Es un dato interesante porque san Pedro vivía con su hermano Andrés. Va a casa de ellos dos -sabemos que san Pedro estaba casado, pero vivía también con Andrés. Dice: “Cuando entran a la casa, la suegra de Simón estaba en cama con fiebre y se lo dijeron de inmediato. Jesús se le acercó, tomándola de la mano la levantó, y la fiebre la dejó y se pone a servirles. A la caía de la tarde, después de ponerse el sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados”. Y dice textualmente: “La ciudad entera se reunió delante de la puerta”. (Mc 1, 30-33)
Nos imaginamos ese gentío alrededor de la puerta de la casa de Simón y de Andrés. Pero me interesaría centrarme en la siguiente parte del Evangelio. Dice:
“Por la mañana, antes de que amaneciera, Jesús se levantó, salió, y se fue a un lugar desierto, y allí estuvo orando”. (Mc 1, 35)
TE ANDAN BUSCANDO
Esta es una de las primeras veces en que el Evangelio de san Marcos hace referencia a la oración de Jesús. En un lugar apartado, salió y se fue a un lugar desierto donde nadie molesta, y allí estuvo orando. “Y [después] Simón sale a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron:
Todos te andan buscando. Y les respondió: Vayamos a otra parte a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para esto he venido. Y fue predicando en las sinagogas de toda Galilea expulsando a los demonios”. (Mc 1, 36-39)
Me parece que es fundamental este tema de que Simón sale con sus compañeros a buscarle. Y Jesús, nosotros también te queremos salir a buscar con todos los que hacemos parte de la Iglesia porque nos damos cuenta que todo el mundo te busca. Todos los que tienen problemas, enfermedades y endemoniados; todos los que –igual que en Cafarnaúm–, tenían alguna dolencia, sabían que podían refugiarse en ti, encontrar alguna respuesta a sus problemáticas. Y nosotros también estamos convencidos, Señor, que si les ponemos delante de ti, Tú les curarás.
INSTRUMENTOS PARA LA GRACIA
Ahora, Jesús, antes de curar, ¿qué es lo que está haciendo? Pues está en oración. Él se retira a orar. Después de haber curado a la suegra de Pedro y a toda la retahíla de gente que estaba agolpada en la puerta de la casa de Pedro, se retira a orar.
Hay una reclusa del año 1342 que se llama Juliana de Norwich, que era de Noruega, y que dejó escritas algunas cosas. No sé por qué exactamente no es santa, pero esta idea me gustaría resaltarla con ustedes, porque a mí personalmente me ha servido. Dice:
“La oración une al alma con Dios. Aunque nuestra alma sea siempre semejante a Dios por su naturaleza, restaurada por la gracia, de hecho a menudo se distancia de su semejanza a consecuencia del pecado. La oración nos muestra que el alma debe querer lo que Dios quiere; reconforta la conciencia, la hace apta para recibir la gracia. Dios [mismo] nos enseña así a rogar con una confianza firme de que recibiremos aquello por lo que rezamos; porque nos mira con amor y quiere asociarnos con su voluntad y con su acción benéficas”. (Revelaciones del amor divino, cap.43).
LA ORACIÓN NOS HACE INSTRUMENTOS
La oración es fundamental. Estamos hablando del año 1342. Se habían terminado,bueno todavía no todas, las cruzadas. 1342, una época de la historia de la humanidad bastante complicada y, sin embargo, esta santa, al igual que muchísimos otros santos y gente que tenía este conocimiento del Evangelio, veían a la oración como esa herramienta que predispone para recibir la gracia.
Por supuesto, sabemos que el sacramento de la confesión nos abre la puerta a los sacramentos de vivos, a poder comulgar, a recibir la confirmación, a casarse. Los sacramentos es la forma en la que recibimos la gracia, pero predispone a la gracia la oración. Y tiene que ser una oración que sea del corazón, intentando tratar de forma personal a Dios.
O sea, la oración que Cristo nos enseña, que es del Padre Nuestro, está también acompañada por la oración que nos da ejemplo Cristo, que es yéndose a un sitio apartado y orando: conversando con su Padre Dios de las cosas que vive. Esa es la oración mental. Y me parece que es fundamental que aprendamos a hacer oración mental.
Este proyecto de Hablar con Jesús está centrado en este punto: hablar con el Señor diciendo las cosas que llevamos en el corazón. Y los sacerdotes que predicamos, intentamos que las personas que están escuchando estos audios hagan lo mismo.
No simplemente se beneficien intelectualmente de las ideas que salen aquí, sino que conversen personalmente con el Señor. Y entonces, para eso, dile en este instante: “Señor, quiero escuchar tu palabra. Señor, quiero saber qué quieres para mí. Señor, toca mi corazón para tener esa sensibilidad de escucharte las cosas que quieres para mí. Que este rato de oración sea un vehículo para que Tú me digas qué quieres”.
INSTRUMENTOS DE DIOS
Y este rato de oración estamos hablando con el Señor sobre la importancia de la oración, sobre la importancia de esta comunicación con Él. Importancia para nuestra vida, pero también importancia para que aprendamos a ser instrumentos de Dios.
Fíjate cómo en el pasaje del Evangelio que acabamos de leer, está Simón con su hermano Andrés y varios de los otros apóstoles, llevando a otras personas a Jesús.Y Jesús les dice: Vamos a otros sitios, vamos a que me escuchen en otras aldeas. Vamos a que se curen otros enfermos en otras partes también. Y es que esto es lo que hace el Señor, nos dice en la oración: “Vamos a otras partes también. Llévame”.Y tú puedes pensar: ¿Dónde llevo a Jesús?
Pues llévale ahí donde tus amigas, llévale ahí donde tus compañeros de trabajo, llévale ahí a tus nietos o a tus primos o a tus papás. No sé, cada uno tiene que ver dónde le abre espacios a Jesús. Y no de forma de llegar: ¡conviértanse pecadores! O subirse a la banca y empezar a dar grandes discursos o alegaciones complicadas.
¡No! El Señor lo que quiere es que llevemos a Jesús primero, sobre todo con el ejemplo. Nuestro esfuerzo concreto por ser mejores, por esa delicadeza en el trato, por ese esfuerzo en pasar un detalle y otro pesados de las personas; no guardando rencor; no hablando mal nunca de nadie, que no nos volvamos anti-nada– lo único, somos es anti-pecado, pero nunca odiamos al pecador. No. Odiamos el pecado, no al pecador. Con lo cual no hablamos mal de otras personas.
Y eso es lo que hace que el Señor luego pueda tocar los corazones de la gente que está a nuestro alrededor. Cuando nos ven con este esfuerzo por ser buenos, porque nos damos cuenta que Jesús nos quiere así, entonces las personas también reaccionan.
QUIERE NUESTRA CONVERSIÓN
Les puede tomar tiempo esto, de acuerdo, pero hace que las personas reaccionen. No podemos pensar que nuestra forma de actuar tiene que ser simplemente pegada a la ley, porque el Señor lo que quiere es que nos esforcemos en hacer la vida agradable a los demás, en ser instrumentos para que su palabra llegue a todas partes.
Y no somos instrumentos simplemente llevando la espada, sino llevando esa caridad propia de Cristo, que vemos en este pasaje: cómo se preocupa de los demás, cómo abre sus manos para curar a los enfermos y no se queda simplemente ahí. Pudo haberse quedado en la casa de Simón y de Andrés haciendo un hospital.
Recuerdo –ahora me viene a la cabeza– ese hospital en San Giovanni Rotondo, por ejemplo, del Padre Pío, que es un hospital gigantesco que tiene atención a muchísimos, a miles de personas en esa zona de Italia. Y esa es la gran obra del Padre Pío.
Y Jesucristo no vino hacer un solo hospital. No vino solamente a hacer que nos portemos bien una vez. Sino que quiere que, a través de nuestra conversión, de nuestra vida delicada, muchas otras personas le conozcan, se sientan atraídas por Él.
Vamos a terminar este rato de oración pidiéndole al Señor que nos ayude a ser verdaderos instrumentos, a escucharle en la oración para saber corresponder a las gracias que nos da, llevándole a muchas personas para que también les cure. Ponemos estas intenciones en manos de nuestra Madre la Virgen.
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