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IR CON CRISTO AL CIELO

Con Cristo al Cielo

¿CÓMO SERÁ EL CIELO?

“Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.  Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna” (Jn 3, 13- 15).

Estas enseñanzas del Evangelio aparecen en el día de hoy “nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre” Todos nos hemos preguntado alguna vez ¿cómo será el cielo? Por muy grande y fantástica que sea nuestra imaginación, no podemos saber cómo es el cielo.

El Señor nos habla de él, pero no nos lo enseña. Además dice la escritura:

“Ni ojo vio, ni oído oyó, ni ha pasado por la mente del hombre lo que el Señor tiene preparado para aquellos que le aman”

(1Cor 2, 9).

Si amamos a Dios, el premio es el cielo.

San Pablo dice:

“Para los que aman a Dios, todo es para bien”.

Todo es para bien lo de aquí en la tierra y luego, el gran premio del cielo.

San Josemaría decía:

“El cielo es la abundancia de bien con ausencia de mal. Un amor que no empalaga, todo un Dios para nosotros”.

Un amor que no empalaga, que no cansa. Donde todo es bueno, todo es felicidad, todo es alegría, donde no hay defectos,  no hay pecado para la vida eterna. Ese es el premio al que tenemos que llegar.

LIMPIEZA DE CORAZÓN

Y en el Sermón de la montaña, el Señor dice:

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” 

(Mt 5, 8).

El corazón es el instrumento que tenemos para amar y el primer mandamiento es el del amor y tenemos que ser muy buenos en el amor. Para ser buenos en el amor, tenemos que tener limpio el corazón; y para tener limpio el corazón necesitamos de la gracia de Dios.

Que la Virgen María, que es medianera de todas las gracias, nos consigue desde el cielo. Pedirle a Ella, nuestra Madre, la limpieza de nuestro corazón. Para que el corazón se dilate, sea grande y podamos amar a Dios con todo el corazón y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y como el Señor nos enseñó. Como Él mismo nos dice: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”.

También nos encontramos en los Evangelios ese versículo que nos asusta un poco:

“No todo el que dice: “Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre”

(Mt 7, 21).

Porque muchas veces decimos: Señor, Señor, lo llamamos, le pedimos, le exigimos y no hacemos su voluntad. Rezamos cuando hay dificultades pero no hacemos lo que Él nos pide.

HACER LA VOLUNTAD DE DIOS

También lo decía San Josemaría en un punto de Camino:

“El secreto o la llave para entrar en el Reino de los cielos es hacer la voluntad de Dios” Y cuando rezamos el Padrenuestro pedimos: “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. Y eso se refiere a nosotros. Nosotros tenemos que hacer la voluntad de Dios para poder llegar a Dios.

También en otro pasaje del Evangelio dice:

“Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran”

(Mt 7, 13).

¡Qué terrible pasaje! La puerta ancha que lleva a la perdición. Vemos mucha gente entrando por esa puerta ancha que lleva a la perdición.

“Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva la vida y cuán poco los que dan con ella”, nos dice la Escritura. La puerta estrecha, la senda que va hacia arriba decía san Josemaría, que está empinada, que tiene muchos corazones pero muchas crucecitas también.

El Señor nos invita a llevar la cruz a vivir con sacrificio, con esfuerzo para poder subir por esa senda que lleva la vida. Dios ha bajado para que nosotros subamos. Y a nosotros se nos pide, nos recordaba también San Josemaría:

“Tener la cabeza en el cielo para poder tener los pies en la tierra” 

(Camino, Punto 676).

Hay personas que tienen la cabeza en los suelos, incluso en los charcos, que pena. En cambio, cuando tenemos la cabeza en el cielo, cuánta luz, cuántas cosas se resuelven. Tener la cabeza en el cielo, es tener la cabeza en Dios. No mirar arriba sino tener la cabeza en Dios, conversar con Él.

Para tener la cabeza fría, esa cabeza que piensa bien. Dios nos ha dado un entendimiento, una inteligencia para pensar bien. No puede estar la cabeza caliente. Una cabeza caliente no piensa bien, está aturdida. La cabeza fría piensa bien; y cuando la cabeza está fría, el corazón puede estar caliente, puede estar ardiente.

¿QUÉ SERÍA DEL MUNDO SI CRISTO NO HUBIERA VENIDO?

Ese corazón que ama, ardiente, pero con la cabeza fría para poder acertar con la verdad, con el bien, con lo que Dios quiere, con la voluntad de Dios. Dios ha bajado para estar con nosotros. Nosotros no podemos caminar bien sin Dios.

La fe no es una iniciativa personal. Es percibir y seguir a un Dios que nos ama y nos conduce y nos hace vivir en comunión con los demás. No hemos venido a la tierra para estar solos, para realizarnos solos. La fe no nos garantiza solo lo que yo soy, lo que yo sé y lo que yo conozco.

La fe me exige amar al prójimo y amar a la Iglesia. La iglesia, que está fundada por Cristo. La Iglesia no la han inventado los hombres, la fundó Jesucristo, el mismo Dios y es el arca de salvación. La iglesia nos lleva al Cielo.

¿Qué sería del mundo si Cristo no hubiera venido? ¿Qué sería del mundo sin la Iglesia fundada por Cristo? Hoy hay personas que quieren construir un mundo sin Dios, sin la iglesia, sin mirar la salvación del hombre. Y muchos atacan a la Iglesia señalando sus debilidades, las infidelidades que se producen, los cismas, los casos de pedofilia en algunos eclesiásticos.

Y se habla de la verdad, pero la verdad de la Iglesia no se reduce a sus debilidades. La Iglesia es portadora de la verdad y de la belleza. Se nota en la tradición, en la vida de mucha gente, en los milagros de tantos Santos. Es el esplendor de la verdad que ha quedado plasmada en tantas obras de arte y en la liturgia.

La Iglesia, que se expresa a través de su Magisterio con las enseñanzas que cada generación necesita para caminar de acuerdo con la verdad. La Iglesia está llena de testimonios de vidas ejemplares en todas las épocas. La barca de Pedro sigue adelante con el signo de la contradicción en medio de persecuciones, de herejías, de cismas y de incomprensiones.

SE ENTIENDE A LA IGLESIA CUANDO SE CONOCE A CRISTO

Es por eso que solo se entiende a la Iglesia cuando se conoce a Cristo. Cristo que bajó de los cielos. que nos ama. Cristo que quiere entrar dentro de nosotros. Él viene para rescatarnos del pecado, Él viene para invitarnos a llevar la Cruz para poder ir al cielo, para hacer corredentores con Él.

No puede haber un mundo sin Dios. No sería un mundo humano sino contra el hombre. El hombre que se aleja de Dios va contra sí mismo y contra los demás. Es Dios quien hace más humano al hombre. Más humano, más cercano, más bueno, más comunicativo.

Hay algunas personas que ingenuamente buscan una Iglesia democrática, acogedora, que esté acorde con las necesidades de los tiempos aunque tenga que renunciar a algunas exigencias de la verdad revelada. Y es bueno recordar a san Josemaría cuando afirmaba con claridad y precisión que: “No es la Iglesia la que debe adaptarse a los tiempos sino son los tiempos los que deben adaptarse a la luz del Salvador”.

Así ocurrió cuando llegó Cristo al mundo, vino en medio de las tinieblas. Las tinieblas eran los tiempos que habían en esos momentos; tiempos de incomprensión, de persecución, y por eso el Señor fue perseguido, incomprendido. Pero Cristo no fracasa. No fracasa con la Cruz, con la Cruz triunfa.

De allí la expansión del cristianismo hasta ahora, en todo el mundo; aunque a algunos les pueda parecer que ha sido un fracaso. Recuerdo a san Josemaría, un personaje se le acercó y le dijo, señalando un mapamundi: “Tantos años y el fracaso de Cristo” y san Josemaría se estremeció un poco pero luego reaccionó y dijo: “Todavía continúa haciéndose la redención”.

Estamos nosotros en esa gran oportunidad de ayudar a Cristo a hacer la redención, somos corredentores para salvar el mundo. Cuando miramos el mundo, vemos enseguida que necesita del Salvador, del Redentor, de Jesucristo. Cuando vemos a las personas, nos damos cuenta que necesitan de Jesucristo.

PONER A CRISTO EN LA CIMA DE NUESTRA VIDA

Lo acabamos de leer en el Evangelio:

“Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna”

(Jn 3, 14-15).

Incluir a Dios, el Señor de la historia, ponerlo muy alto.

En Brasil, hay un Cristo que está en la cima en Río de Janeiro; en Lima, en cerro San Cristóbal, hay una cruz muy alta que está encima y se ve desde cualquier punto de la ciudad. Igual, san Josemaría nos decía:

“Poner la Cruz de Cristo, alzada, visible y reparadora y redentora en la cima de todas las actividades humanas”. 

Y poner la cruz de Cristo en la vida personal. En nuestra vida personal, que se note que somos Cristo, que se note el buen olor de Cristo. Como decía también ese punto de Camino:

“Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo”

(Camino, Punto 2).

Nos toca hoy rezar mucho. Rezar por la Iglesia, la iglesia de Cristo; rezar por todos, desde el Papa, los obispos, los colaboradores del Papa, los sacerdotes, los religiosos, el pueblo. Y ser Iglesia es estar unido en comunión, es ser fuerte con la Iglesia, con la gracia de Dios.

Es la apertura a la verdad, que es la apertura a Cristo. Cristo es el camino, la verdad y la vida. Y es el conocimiento a través de la fe, que es el principal conocimiento. Porque la fe mueve montañas y podemos hacer grandes cosas con la verdad que Dios nos transmite a cada uno de nosotros para poder llegar al cielo.

Vamos a mirar a la Virgen, que siempre hizo lo que Dios le pidió. Y es la criatura más libre, la más libre de todas porque nos trae las mejores cosas, los mejores regalos para ser felices nosotros y poder llegar a esa meta grande que es el Reino de los Cielos.

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