LA CRUZ
La lectura nos propone para la misa de hoy el siguiente pasaje del Evangelio de San Lucas.
“En aquel tiempo la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y Él se puso a decirles: ¡Esta generación es una generación perversa! Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del Hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sean juzgados esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.”
(Lc 11, 29-32).
Alude el Señor a dos pasajes del Antiguo Testamento que conocían muy bien sus interlocutores, sus contemporáneos. Jonás fue un profeta que Dios envió a una ciudad -a la ciudad de Nínive- para convertirla.
Y efectivamente llevó a los ninivitas a la penitencia, porque en su predicación, en sus obras, en su vida, en su persona, del profeta Jonás, reconocieron la señal de un enviado de Dios.
Y Jonás invitó a aquellos pobladores de la ciudad de Nínive a la conversión, diciendo:
“Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada” (Jon 3, 4).
Efectivamente la conversión se produce y no la destrucción de la ciudad.
El otro pasaje al que alude el Señor aquí es, “la reina del mediodía, la reina de Saba -al Sur de Arabia-, que visitó a Salomón -como está escrito en el primer Libro de los Reyes– y quedó aquella mujer, maravillada de la sabiduría que Dios había infundido a aquel rey de Israel –a Salomón.
El Señor está prefigurado también en Salomón, en quien la tradición de Israel veía al hombre sabio por excelencia” (cf. Francisco Fernández-Carvajal Hablar con Dios, Tomo IV pag. 250).
Un reproche del Señor: Generación perversa la llamó al principio; y un reproche que se acentúa con el ejemplo de aquellos paganos convertidos. Los habitantes de Nínive, la reina de Saba, y donde de algún modo, se puede decir, que se vislumbra la universalidad del cristianismo que también llegará a los no judíos, a los gentiles.
La frase del Señor: “Aquí hay algo más que Jonás” (Lc 11, 32), o “aquí hay más que Salomón” (cf. Lc 11, 31), bueno, ciertamente denota una cierta ironía porque ese algo más en realidad es infinitamente más.
CUARESMA, PENITENCIA Y CONVERSIÓN
Pero el Señor prefiere como suavizar esa diferencia entre Él y cualquier otro personaje -por muy importante que fuera- del Antiguo Testamento, quizá para, al principio, no escandalizar tanto a sus contemporáneos.
Pero una cosa es clara: la señal de Dios para los hombres es precisamente el Hijo del Hombre, Jesús mismo. El Padre se ha hecho visible en el Hijo, y lo es, digamos, así de una manera profunda, en su misterio pascual, en el misterio de su muerte y su resurrección.
Y eso es lo que hacemos aquí en la Cuaresma ¿no? Los cristianos nos preparamos con oración, con penitencia, para conmemorar precisamente la Pasión y Muerte de Cristo. Y procuramos oír más atentamente la Palabra de Dios, especialmente los relatos evangélicos de su Pasión.
SUBIMOS A JERUSALÉN
Comentaba una vez San Juan Pablo II, al inicio de una Cuaresma y ante la frase del Señor en el Evangelio que dice: “Mirad que subimos a Jerusalén” (Mc 10, 33).
Decía: “Mediante estas palabras, el Señor invita a los discípulos a recorrer junto a Él el camino que partiendo de Galilea conduce hasta el lugar donde se consumará su misión redentora.
Este camino a Jerusalén, que los Evangelistas presentan como la culminación del itinerario terreno de Jesús, constituye el modelo de vida del cristiano, comprometido a seguir al Maestro en la vía de la Cruz.”
(Juan Pablo II, Ciudad del Vaticano, 7 de enero de 2001).
Pues es un tiempo que debe de estar penetrado del recuerdo de la Pasión de Cristo. Es una llamada de la Iglesia a centrar nuestra vida en Dios, meditando esos misterios centrales de nuestra redención, su Pasión, su Muerte, para después celebrar la Pascua de Resurrección.
Entonces nos conviene ver al Señor, o mejor dicho aprender a verlo. Ciertamente tenemos una práctica de piedad que es, pues, muy vivida por todos: el Rosario; un modo de ver al Señor a través de los ojos de la Virgen.
VIA CRUZ
Pero también tenemos otra que nos puede servir, sobre todo en este tiempo, que es el Vía Crucis.
Porque cada una de ellas no es otra cosa que una guía que el corazón del Iglesia ha descubierto para aprender a ver a Jesús y llegar así a responder de la misma forma que aquellos de Nínive, con la penitencia o con la conversión.
Es una gran escuela el Vía Crucis, donde aprendemos a ver a Jesús.
Se nos recomienda en este tiempo de Cuaresma, hacerlo por ejemplo los viernes, y nos vendría muy bien recordar que no podemos caminar sin la Cruz.
VER MÁS A LA CRUZ
El Papa Francisco, en su misa de elección de papa, el 14 marzo del 2013, pues se lo decía a los que tenía al frente, que eran nada más y nada menos que los cardenales que lo habían elegido:
“Cuando caminamos sin la Cruz -decía- y cuando edificamos sin la Cruz y cuando confesamos un Cristo sin Cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor”
(Homilía del Santo Padre Francisco, Capilla Sixtina, Jueves 14 de marzo, 2013).
Tú y yo queremos ser discípulos del señor. El Señor pudo haber hecho la Redención de mil modos distintos, pero es un planteamiento que se lo dejamos a la teología ficción. Lo hizo al final en la Cruz.
Pues ver más la Cruz, es el inicio también de la contemplación de la humanidad santísima de Cristo, en su Pasión. La cruz también para que la asumamos en nuestro trabajo, nuestros pequeños deberes cotidianos; también para reparar por nuestros pecados, por los pecados del mundo entero.
Bueno, dejar esa, vamos a decir, propaganda de que el cristianismo es algo cómodo o dulzón.
Hay que volver la mirada a esa cruz que nos espera, esa cruz que no podemos dejar como si fuese algo que no nos pertenece, o algo de lo que recibimos solamente en beneficio.
QUERER AMAR LA CRUZ
Tenemos que ponernos en la cruz, y para eso pues el Vía Crucis nos viene muy bien. Animarnos a ir hasta la Cruz. Empujarnos a que querer amar cada día mas la Cruz.
Y San Josemaría nos advertía que cuando se trata realmente de la Cruz de Cristo, esa cruz ya no pesa porque no es nuestra, no es ya mía sino de Él, y Él la lleva conmigo.
Se lo pedimos a nuestra Madre: “Madre Santa, cómo querríamos adentrarnos en tus sentimientos, cómo deseamos meternos en ese acompañar tuyo a Jesús, a quien no dejaste en ningún momento en su paso por la tierra, hasta el final allí, en su muerte de Cruz”.
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