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JESÚS, EL PRÍNCIPE DE LA PAZ

Jesús el príncipe

Está muy próximo el nacimiento de Jesús. Y la familia de Nazaret no hace más que pensar en el Niño. Incluso hablan todo el tiempo del Niño. María y José están de viaje hacia Belén, es probable que vayan evocando, recordando historias familiares e historia del pueblo de Israel relacionadas con la salvación del pueblo, con la llegada del Mesías. 

Una historia familiar que seguramente sale es la del nacimiento de Juan, que más adelante será llamado el Bautista, que es primo de Jesús, hijo de Isabel, la prima de María. Y la Virgen María, con la discreción que la caracteriza, probablemente comenta algunos sucedidos de su visita a Isabel, de los acontecimientos milagrosos que han rodeado ese nacimiento. 

El evangelio de la misa de hoy nos presenta justo esa escena. Cuando Zacarías, el esposo de Isabel, estaba en el templo de Jerusalén un Ángel le anuncia que tendrá un hijo, a pesar de que su esposa Isabel es estéril, que ellos son ancianos o al menos están entrados en años. Es la respuesta de Dios a muchos años de petición. 

NADA ES IMPOSIBLE PARA DIOS

Y esta es una buena lección para nosotros, que no nos podemos cansar de pedir imposibles.  Porque como le dijo el Ángel Gabriel a la Virgen María, “Nada hay imposible para Dios”.  Señor, en esta Navidad te pedimos imposibles. Cada uno de nosotros tiene en su corazón algún imposible, ahora te lo pedimos. 

Zacarías, en un primer momento, no le cree al Ángel. Y por eso se queda mudo. No cree en un signo portentoso, como es la aparición del Ángel Gabriel.  Pues por lo menos creerá por el signo de quedarse sin habla. 

Y es otra lección que nos llega a ti y a mí. Cuántas veces no sabemos leer los signos de Dios, Hay muchos milagros que pasan a nuestro alrededor cada día. Y sin embargo, no sabemos descubrir la mano del Señor detrás de esas cosas. Otra petición a Dios, en esta Navidad, Señor, que sepamos leerte, que sepamos leer los mensajes que nos mandas. 

Zacarías finalmente cree e Isabel queda encinta. Será la madre del precursor de Jesús, Juan Bautista. Que tendrá una vida austera, y esa vida austera será la señal de credibilidad como profeta. “Va a vivir en el desierto, va a comer frutos del campo y andará con vestidos humildes, piel de camello” dice el Evangelio. 

SANSÓN Y JUAN BAUTISTA

Se parece a otro personaje de la escritura, que nos presenta la primera lectura de la misa de hoy. Sansón, al que conocemos por la famosa historia de Sansón y Dalila. El que tenía los cabellos largos y ahí residía toda su fuerza. Y tenía los cabellos largos, no porque quisiera ir a la moda, sino porque era una señal de que la mano del hombre no había tocado su cabeza. 

Como Juan Bautista, daba testimonio de la primacía de Dios en su vida, llevando una vida austera, sin mezcla de cosas que pudieran contaminarlo. La mamá de Sansón era estéril, también como Isabel. Y un Ángel del cielo le dijo que concebiría un hijo. Una historia muy parecida y probablemente esta historia también la evocaron José y María de camino a Belén. 

Pensando que esas circunstancias que rodeaban el nacimiento de Sansón, el nacimiento de Juan, se parecían también a las que rodearon el nacimiento de Cristo. Y María probablemente pensaba, a mí también me visitó un Ángel, me dijo que no tuviera miedo, que concebiría en mi seno a un hijo que sería llamado Hijo de Dios. 

DIOS OBRA MILAGROS

La diferencia es que María no era estéril, era virgen. En los casos de Sansón y de Juan Bautista, la esterilidad es un signo de que Dios puede obrar milagros pasando por encima de la falta del vigor humano. En el caso de María, su virginidad se debe a que Dios quiere que ese niño nazca, llegue al mundo, sin la intervención del varón. 

Ese Hijo será llamado en verdad Hijo de Dios. Porque es Hijo de María y de Dios. En el caso de Sansón y Juan Bautista, “la navaja no tocará su cabello” dice la escritura. Ellos van a tener unas costumbres austeras. Es una señal de señorío respecto de las cosas de este mundo, manifestada en la renuncia a muchas de las cosas del mundo. 

En el caso de Jesús es distinto. Su señorío consiste no en renunciar sino en dominar las cosas de la tierra. Recordemos cuando calma la tormenta y sus discípulos quedan admirados porque el viento y el mar le obedecen. O cuando hace milagros, pasando por encima de las leyes naturales, resucita un muerto, cura a un enfermo, devuelve la vista a un ciego. 

TENER SEÑORÍO

En los días previos al nacimiento del Niño Jesús, pensemos en esto. Dios también quiere que tengamos un señorío sobre las cosas de este mundo. Nuestro señorío no puede ser como el de Jesús porque Él es Dios. Pero hay un señorío al cual el Señor nos invita en estos días de Navidad. 

¿Cuál es? Cada uno tiene también que hacer examen, balance al terminar este año. Puede ser el señorío de no depender tanto de las cosas materiales, de no ser esclavos de las cosas que pueden ser bonitas, buenas, pero que a veces nos amarran en exceso.  

Ahora que pensamos en regalos, en las cenas de Navidad, en posibles planes de descanso con la familia de vacaciones. Todo eso está muy bien pero no podemos ser esclavos de las cosas del mundo. Como diría san Josemaría:

“Más vale ser esclavo de mi Dios que esclavo de mi carne”. 

HAZNOS INSTRUMENTOS DE TU PAZ

Señor, quiero que Tú seas el dueño en mi vida y que si hay algo que me ata a este mundo, pues que yo sepa desprenderme de él.  O por lo menos verlo desde tu señorío, desde lo más importante que es el amor de Dios. 

Y el señorío de Cristo también se refiere a su condición de Rey. Él es el Rey de Israel. O como lo llama también el libro de Isaías, el Príncipe, Príncipe de la paz. Es un bonito modo de pensar en el señorío de Jesús. Y podríamos repetir, como en san Francisco, en su famosa oración: “Señor, haznos instrumentos de tu paz”. 

En estos días previos a la Navidad, durante estas semanas de adviento de Navidad que estaremos más tiempo en familia, queremos ser un instrumento de tu paz. Queremos ser factores de unidad en nuestras familias, que no peleemos por tonterías, que no discutamos innecesariamente. Y también, que pidamos por la paz que tanto necesita este mundo. 

De muchas cosas conversaban José y María camino de Belén. También tendrían largos ratos de silencio. Podemos cultivar más ratos de silencio y de oración en estos días, que a veces son de mucho ruido exterior. Pero que probablemente, no dejan que el espíritu se centre en lo importante. 

PREPARAR EL NACIMIENTO DE JESÚS

En muchos lugares hay tradiciones de hacer oraciones en familia juntos. En Colombia se vive la novena de Aguinaldos, la novena de Navidad. Las Posadas en México, las novenas también en otros países, en Ecuador, en Venezuela. Pueden ser bonitos momentos para rezar en familia y bonitos momentos para dedicarle más tiempo a la oración. A ese trato con el Príncipe de la paz.

Son días de reuniones y de celebraciones. Ojalá ocupe el primer lugar todo lo que tiene que ver con el Señor. La santa Misa del domingo, la Misa de los días de precepto, el día 25, el día 1º de enero. Y así iremos, como José y María, conversando de las tradiciones familiares, alegrándonos con las fiestas pero centrados en lo importante que es el Niño. No nos dejemos distraer por otras cosas que, aunque sean buenas, no tienen la misma importancia que pensar en el nacimiento del Niño Jesús.  

Ojalá preparemos el inminente nacimiento del Niño con una oración más sosegada, con una alegría más profunda y con una paz en el corazón, que transmitamos a los demás, como Jesucristo, el Príncipe de la paz. 

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