En estos diez minutos con Jesús procuramos, ante todo, establecer este diálogo, esta relación: que Jesús se pueda comunicar, de alguna manera, con nosotros a través de nuestras ideas, de nuestros sentimientos, de nuestros afectos, de nuestros propósitos que generaremos en este rato de oración con Jesús.
Siempre es el fin de estos diez minutos con Jesús: procurar hacer crecer esa relación, que tiene que; día a día, ir como engrosando, mejorando, creciendo; cómo cualquier planta tiene que, todos los días, crecer en su tamaño.
Nuestra relación tiene que crecer, ya sabemos que en toda relación sí no se crece, se mengua, se va como achicando, se va oxidando; exactamente igual que en el matrimonio, igual que en la relación filial o paterna, fraterna de amigos. Tenemos que alimentar las relaciones para que éstas crezcan.
Y por eso necesitamos una especial ayuda de Jesús y por eso se lo pedimos, se lo pedimos ahora: “Jesús ayúdanos a hacer que esta relación crezca en este rato de oración, que estos minutos de oración con vos, crezcamos en esta relación, que salgamos más cerca tuyo, más cerca de tu corazón”.
EL EVANGELIO
En el Evangelio de la misa, se lee una expresión difícil, es un Evangelio difícil, Jesús va a utilizar expresiones difíciles:
“Yo me voy y me buscaréis y moriréis en vuestro pecado; a donde yo voy vosotros no podéis venir. Los judíos decían: ¿Es que se va a matar y por eso dice: “A donde yo voy vosotros no podéis venir”?
Les decía: -vosotros sois de abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; Os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados.
Entonces le decían: – ¿Tú quién eres? – Ante todo, lo que os estoy diciendo. Tengo muchas cosas que hablar y juzgar de vosotros, pero el que me ha enviado es veraz y yo, lo que le he oído, hablo al mundo.
Ellos no entendieron lo que les hablaba del Padre. Les dijo entonces Jesús: – Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que como el Padre me enseñó, así hablo. El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada. Al decir estas cosas, muchos creyeron él”
(Jn 8, 21-30).
Es un Evangelio, ojalá creyéramos en Él con solo escuchar estas palabras. A mí me pareció un Evangelio un poquito difícil, que hay que leerlo varias veces, para procurar entender qué me está diciendo Jesús. Es cómo un poquito oscuro, ¿no?
“A donde yo voy, ustedes no pueden ir…”
“Ustedes me van a buscar, pero morirán en su pecado…”
Es como un juego de palabras difícil, ¿no?
“Yo os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no me creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados…”
Quizás acá, haya una clave de entendimiento.
El Señor les dice, en otro momento:
“yo soy de arriba, ustedes son de abajo…”
RENUNCIAR AL PECADO
Uniendo todas estas piezas de este rompecabezas podemos quizás llegar a la conclusión, de que Jesús nos recuerda que, en la medida en que dejamos o permitimos que el pecado habite en nuestros corazones, somos de abajo y por lo tanto moriremos en el pecado.
Tenemos que renunciar al pecado. Renunciar al pecado no significa dejar de ser pecadores. Nunca podremos dejar de ser pecadores, pero, sí renunciar al pecado.
Sí de corazón decir: “Señor yo esto no lo quiero para mí, me encantaría no pecar, me encantaría tener la varita de Harry Potter para echarme un hechizo que me impida pecar, que me impida ofenderte, que me impida alejarme de vos; y te pido Señor, que apartes de mí, todo lo que me aparta de vos”. Esto se lo podemos decir ahora.
En esto, estamos creyendo, y en esto estamos, de alguna manera, dejando de lado, rechazando todo lo que implique ser amigos del pecado, ser amigos del mal.
NUESTRA AMISTAD CON JESÚS
Esto es lo que Jesús nos quiere recordar con este Evangelio que, si somos amigos del pecado, si admitimos el pecado en nuestra vida, vamos a morir en la relación, vamos a morir en la amistad con Jesús.
Necesitamos para que esta amistad se mantenga viva, crezca, se alimente, que nosotros permanezcamos unidos a la vid, porque si el sarmiento es cortado, se seca, se muere.
Con estas imágenes que Jesús irá diciendo a lo largo de toda su revelación, nos puede encuadrar un poquito más esta realidad del pecado, como una realidad de muerte. El que peca se muere un poquito y si peca mucho se muere mucho.
EL PECADO MATA NUESTRO CORAZÓN
El pecado va matando nuestro corazón, la inocencia, la fe, la esperanza, la caridad, la sensibilidad, la pureza… Un montón de cosas, que necesitamos que estén vivas.
No podemos permitir que muera nuestra fe, que muera nuestra esperanza, que muera nuestra caridad, nuestra generosidad, nuestra fortaleza, nuestro amor por los demás, nuestra sensibilidad para con los dolores y problemas del prójimo. Todo esto muere por el pecado.
Por eso le decimos a Jesús: “Señor, aparta de mí, por favor, te lo pido, lo que me aparta de vos, no quiero que se muera en mí, el cariño que le tengo a los míos, la sensibilidad que tengo, gracias a haber estado siempre cerca tuyo. Por los más pobres, por los más necesitados, por los que sufren, por lo que están pasándolo mal, por la crisis económica, por la pandemia, por las enfermedades, por las crisis matrimoniales”.
SEMEJANZA CON JESÚS
“Señor ayúdame, ayúdame a que tenga esa sensibilidad que vos tenías. Yo quiero vivir como vos vivías y no quiero morir. No quiero morir al pecado, no quiero que el pecado mate en mí, lo mejor que hay en mí, que es lo que se parece a vos.
Esa imagen y semejanza con vos, Señor. Ayúdame a que nunca muera en mí, la imagen y semejanza con vos”.
Que todos al verme, puedan decir: – Mira este tipo, o esta señora o esta chica, lee la vida de Jesús, se nota que conoce a Jesús, se nota que lo ha leído, se nota que lo está imitando, que lo está siguiendo, es una testigo de Cristo, es una testigo o un testigo de Jesús.
Qué lindo que, cuando vean nuestra vida, puedan decir: -esta persona lee la vida de Cristo, esta persona se parece a Cristo, sigue a Cristo. Para eso es necesario que viva en nosotros Jesús: a través de nuestras obras, a través de nuestras palabras, de nuestros gestos.
VÍA SOBRENATURAL
Por eso es tan importante, permitir que Jesús esté vivo en nosotros. Y eso lo haremos a través de esta vía sobrenatural, a través de esta relación que queremos mantener viva.
Para eso necesitamos de la confesión, necesitamos de la eucaristía; o sea, toda una serie de cosas que nos ha dejado Jesús para que alimentemos nuestra relación.
Sobre todo, para que alimentemos nuestro deseo de vivir en gracia, de vivir en Jesús, de vivir con Jesús, de tener el corazón como en aborrecimiento del pecado, un corazón vacunado.
VACUNARNOS CONTRA EL PECADO
Así como estamos todos con ganas de ser vacunados contra el coronavirus para poder vivir en paz, salir a cenar, y así poder seguir con la vida, como antes de esta pandemia.
Le pedimos a Jesús que nos vacune contra el pecado, que tengamos esa aversión, porque el pecado mata en nosotros lo mejor, lo más sano, lo más santo: nuestro parecido con Jesucristo.
Por eso necesitamos decirle en nuestra oración: “Señor vacúname contra el pecado, por favor. ¡Vacúname contra el pecado!
Quiero anotarme en la lista de los que se vacunan contra el pecado, para que realmente aparte de mí, lo que me aparte de vos.
Que cuando vea algo, que tiene razón de pecado, diga: – esto no lo quiero para mí, no quiero Señor, nada que me aparte de vos, no quiero que nada me aparte de vos”.
Esto yo, personalmente, se lo pediría a san José (ya que estamos en su año) un hombre que nunca le dijo que no a Dios, siempre supo tener su GPS pronto, despierto, para seguirlo a Dios de cerca, igual que santa María.
Le pedimos a ellos que intercedan por nosotros para que nos hagan personas muy cercanas a Jesús, que nunca dejemos que el pecado habite en nuestro corazón.