PRISIONEROS
Hace unos días volví a ver una película del año 2013, que se llama “Prisoners”, “Prisioneros”; es del mismo director de la película “Arival”, “La llegada”. En esta película, se cuenta la historia de dos familias, que tienen hijos; unas hijas pequeñas, niñas alrededor de 8 años aproximadamente.
Justo en el día de Acción de Gracias, se reúnen en la casa de una de esas familias, a celebrar esa fiesta. Entonces las niñas, están allí jugando y deciden ir a la casa de una de ellas para recoger un juguete.
Pasa el tiempo y las niñas no vuelven y no vuelven… Hasta que los padres, las familias, se dan cuenta que no han vuelto y hay que buscarlas. Van, las buscan, no las encuentran y empiezan a preocuparse y, en efecto, no aparecen. El único sospechoso es un hombre que había estacionado por allí una caravana, estas casas rodantes.
Así empieza toda una historia de sospecha, de dolor. Pero el punto importante de esta película -vamos a hacer un pequeño spoiler- es que este sospechoso es liberado, porque no hay pruebas contundentes de que él haya raptado a las niñas.
Pero el padre, de una de ellas, interpretado por Hugh Jackman, está totalmente convencido de que aquel hombre ha raptado a sus hijas o a su hija, ha decido tomar la justicia por mano propia. Así que lo captura y lo lleva a una casa abandonada donde lo tiene, allí prisionero y empieza, de hecho, a torturarlo. Es una película bastante dura.
Hay un momento en el cual, en esa semana,en esos días, en el que ha tenido allí al prisionero, él no habla, no dice nada. Y este hombre -interpretado por Hugh Jackman- que es creyente, empieza a recitar el Padrenuestro.
Cuando está recitando la parte de “…perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden…”, no es capaz de continuar con la frase. Simplemente se queda en “perdona…” y no puede porque en ese momento es consciente de lo que está haciendo. De que, además de no tener pruebas que aquel hombre haya cometido ese delito, no lo perdona. De hecho, se ensaña con él y es imposible… las palabras no salen de su boca.
DIOS ES MISERICORDIA
Y es que, nuestras medidas humanas son poca cosa comparadas con las medidas de Dios. La medida de Dios es el amor, que se manifiesta a través de su misericordia.
En cambio, nosotros, los hombres siempre medimos todas las cosas con la justicia, por ejemplo. Que ya es algo muy importante, dar a cada uno lo que le corresponde, lo suyo, reconocer, respetar sus derechos; o cuando alguien, en efecto, no obra bien, esperamos que se aplique justicia.
Sin embargo, no siempre la justicia va a satisfacer esos deseos que tenemos en el corazón. La justicia se queda corta y Dios es rico en misericordia. Es lo que leemos el día de hoy en el Evangelio de la misa, dice el Evangelio de san Lucas, Jesús dijo sus discípulos:
“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará…”
(Lc 6, 36-38).
“Tú, Señor, nos propones, como en otras ocasiones, el ejemplo de tu Padre, de nuestro Padre, que es misericordioso. Qué bonito es ver como Tú, Señor, que eres el Hijo de Dios, nos manifiestas quién es el Padre”.
Porque sigue habiendo, hoy en día, ese prejuicio -diríamos así- de que Dios Padre es un Dios irascible, un Dios que está molesto, un Dios vengador. Y olvidamos que, por el contrario, la característica más importante de Dios Padre, por tanto, de Dios, es ser misericordioso.
Tal vez, esa sea una de las cosas que, Tu Señor quisiste dejar muy en claro; y está expresado en esas palabras:
“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso…”,
es decir, nos dices que Dios, en su esencia es misericordia, es amor, que siempre está dispuesto a perdonar y que nosotros debemos ser como Él.
Porque hemos sido hechos a su imagen y semejanza, que debemos seguir ese ejemplo. Que para eso necesitamos experimentar la misericordia de Dios. Todos nosotros tenemos la oportunidad de experimentar la misericordia de Dios en el sacramento de la confesión.
ÁRBOL DE LA VIDA
Al hablar de misericordia me acuerdo de otra película. Una película que se llama el “Árbol de la vida” del director Terrence Malick, que es una película bastante especial. La película, si quieres propia en su género, de culto, ya se está convirtiendo en una película de culto.
En ella, vemos la historia de una familia practicantes, católicos. Tienen tres hijos, en el tiempo presente, en el que empieza la historia (si podemos llamarlo así en el presente). Ya que empieza con que, dan la noticia de que uno de los hijos, el segundo de los hijos a muerto y así empieza un flashback a la época de la infancia.
El mayor de esos hijos empieza a portarse mal, a hacer travesuras, a desobedecer y molestar a sus hermanos. Entonces, una de esas escenas (que realmente son cosas que vemos porque son pocos los diálogos), él se lleva con uno de sus hermanos, justamente el segundo; que es el más dulce, el más simpático y entonces estaban allí, en el campo.
Este hermano mayor tiene una de esas pistolas, que tienen algunos como perdigones, no sé si de plástico o simplemente de aire. Pero le apunta a su hermano y le hace como una broma y termina haciéndole doler, porque lo golpea.
Y, su hermano se va corriendo, se pone a llorar; y la siguiente escena que vemos es cómo el hermano mayor, está arrepentido, en efecto, y más bien quiere que su hermano se moleste con él, como que lo castiguen. En cambio, su hermano, el segundo, el que ha recibido el agravio vemos como simplemente pone su mano sobre el hombro de su hermano mayor.
Es como el hermano mayor comprende lo que es misericordia. De que su hermano menor, a pesar de que le ha hecho llorar, lo ha perdonado. Es decir, la misericordia va mucho más allá de nuestras medidas. Por eso, vayamos a la confesión, cada vez que tengamos esa necesidad.
LA CONFESIÓN
También aprovechemos para hacer ese apostolado de la confesión. Donde a pesar de ser un tribunal, digámoslo así, se nos juzga y no se nos juzga. Evidentemente se nos juzga, en cuanto a que, sí hemos podido ofender a Dios, se nos dice, si efectivamente hay un pecado; a veces, preguntamos si es pecado o no es pecado… Pero tiene una sentencia que siempre es absolutoria.
Siempre es absolutoria, siempre se nos perdona cuando estamos verdaderamente arrepentidos. Pidámosle al Señor un corazón contrito, cómo se lo pedía David después de haber pecado gravemente.
El tiempo de Cuaresma es el tiempo propicio para aprender lo que es la misericordia de Dios. Tal vez para hacer un examen de conciencia más profundo y confesarnos. A lo mejor de dar ese paso, tener el valor, la valentía de volver a Dios si hemos estado alejados de la casa de nuestro Padre por mucho tiempo.
Ahí está lo más sencillo del mundo, mirar dentro de nosotros, pedirle luces al Espíritu Santo que nos ilumine y tener esa sencillez, esa humildad para decirle al Señor: “Ten piedad de mí” y el Señor no nos lo va a negar, nos lo concede inmediatamente.