Hoy es la fiesta de san Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.
Quizá ya te diste cuenta de que todos los sacerdotes de “Hablar con Jesús” somos del Opus Dei; somos hijos de san Josemaría.
Vivimos y buscamos la santidad con el espíritu del Opus Dei, que es precisamente una llamada a la santidad en medio del mundo.
Nosotros somos sacerdotes, pero tú que estás leyendo esta meditación, puedes ser ama de casa, un campesino; puedes trabajar en cualquier rincón del planeta, un trabajo noble, un trabajo digno, sencillo.
Un trabajo que a los ojos humanos puede ser de mucha luz y allí puedes vivir esa llamada a la santidad en medio de ese trabajo, en medio de esos quehaceres ordinarios, propios del cristiano en cualquier rincón del mundo.
“Señor, tengo que aceptar algo y es que grabar esta meditación puede ser, para mí, muy fácil o muy difícil, porque quiero hacer oración, hablar contigo, pero también me encantaría contar muchas cosas de san Josemaría; sé muchas cosas de su vida”.
Pensando y pidiéndole luces a Dios, quiero contarte dos, pero para que nos sirva para hacer este rato de oración.
LA VOCACIÓN
La primera cosa que te quiero contar es el origen (si cabe decirlo así) de la vocación que tuvo san Josemaría. Dónde estuvo el origen, dónde nació la vocación de san Josemaría.
Él tenía 16 años, no se sabe a ciencia cierta el día exacto en el que pasó, pero más o menos fue en diciembre del año 1917 que cayó una nevada fuerte.
Él, en ese momento, vivía en Logroño y de repente salió, fue curioso y descubrió que había algo en la nieve que le llamó la atención: unas huellas.
Se fijó en las huellas y resulta que eran de unos pies descalzos, al punto de que las siguió. Dijo: “Por Dios, ¿quién está haciendo esto? ¡Esto es una locura, esto no puede ser, unas huellas de unos pies descalzos en plena nevada!
Entonces sigue esas huellas y comprueba que son las huellas de un carmelita, Fray Amador de Jesús Sacramentado, un fraile descalzo que atendía el convento de las carmelitas.
San Josemaría pudo hablar con él, comenzó a tener dirección espiritual con él, pero ¿qué pasó en su alma?
Inmediatamente, se le ocurrió pensar en su interior con una mentalidad de joven, de adolescente: “si esto lo está haciendo alguien por amor a Dios, por Dios, yo ¿qué voy a hacer? ¿Qué puedo hacer?”
“Comencé a barruntar el Amor; a darme cuenta de que el corazón me pedía algo grande y que fuese amor”
(El fundador del Opus Dei. Andrés Vázquez de Prada).
Esa es la frase de esta meditación que te sugiero que te la quedes para hablar con Jesús todo el día:
“Comencé a barruntar el Amor; a darme cuenta de que el corazón me pedía algo grande y que fuese amor”.
Señor, ¿será que yo en algún momento de mi vida he sentido en mi corazón algo grande y que sea amor? ¿Algo ambicioso, pero que sea amor?
San Josemaría comenzó a tener dirección espiritual con ese fraile. Comenzó a asistir diariamente a la santa misa -con 16 años. Inmediatamente, hizo un propósito de entrega a Dios y comenzó a estar atento a lo que Dios le pidiera.
Comenzó a vivir una vida de virtudes, una vida de esfuerzo en el ámbito espiritual.
HACER LA VOLUNTAD DE DIOS
Pero la santidad no consiste en eso, no consiste en tener un ideal, en descubrir que el corazón ansía algo grande y que sea amor. No, la santidad consiste, sobre todo, en hacer la voluntad de Dios.
Por eso él comenzó a preguntarse: ¿qué quiere Dios de mí?
Diez años después fue que descubrió la llamada que Dios le hacía para fundar el Opus Dei (porque el Opus Dei fue fundado en 1928 y esto pasó en diciembre de 1917).
Diez años después, Dios le mostró qué quería de él puntualmente: que fuera el fundador del Opus Dei, un mensaje para recordar al mundo entero que se puede buscar la santidad en medio del mundo.
Entonces, ¿en qué consistió la santidad de san Josemaría? ¿En haber visto huellas en la nieve? ¿En haber descubierto que podía entregarse a Dios, que podía entregarle su corazón a Dios? No, fue el deseo de cumplir la voluntad de Dios.
El Evangelio propio de la fiesta de san Josemaría es la pesca milagrosa, cuando Jesús escoge a sus apóstoles y les dice:
“Remen mar adentro y echen la red para la pesca”
(Lc 5, 4).
Entonces sale una cantidad de peces impresionante y Jesús le dice a san Pedro:
“Desde ahora serás pescador de hombres”
(Lc 5, 10).
La primera vez fue decirle: “Rema adentro y echad la red”. Pero después, ¿cuántas cosas Jesús Tú le pediste a san Pedro? Muchas cosas y ahí se centra la santidad: en ir caminando junto a Ti, día a día e ir cumpliendo tu santísima voluntad.
DOMINE UT VIDEAM
San Josemaría comenzó a rezar una jaculatoria que extrajo del Evangelio:
“Domine ut videam; ¡Señor, que vea!”
(Mc 10, 51).
Como gritaba ese cieguecito: ¡Señor, que vea! Y eso le sirvió para pedirle a Jesús qué quería de él.
“Domine ut videam”, pero en algún momento descubrió otra jaculatoria que, quizá, a mi Señor me impacta más que la primera y que cuando alguien me pregunta, me dice o me cuenta que el Señor le puede pedir algo, inmediatamente se la recomiendo.
Muy importante ver “Domine ut videam; ¡Señor, que vea!” Pero muchísimo más importante la siguiente jaculatoria: “Domine, ut sit” “Señor, que sea lo que Tú quieres, no lo que yo quiera”.
Porque mi corazón humano me puede ir diciendo: “mira, este plan tan ambicioso, ¿por qué no te vas por aquí? ¿Por qué no buscás esto? Puede que Dios no quiera eso”.
El corazón humano te puede pedir algo, pero Tú no Señor y es lo que Tú nos pidas.
¿QUÉ QUIERES DE MÍ?
Hay una historia muy bonita y es la segunda historia que te quiero contar.
Una vez, en 1960, en la sede central del Opus Dei, una señora le enseñó una estatua de la Virgen del Pilar a san Josemaría y le dijo: “Padre, esta imagen estaba en la casa de unos parientes suyos en Zaragoza. Hemos tenido esta imagen era suya padre, mire”.
Él le dijo: “no, yo no me acuerdo de haber tenido esa imagen en Zaragoza”.
Ella le dijo: “sí padre, mírela, hay una cosa escrita por usted”.
“Era una imagen tan horrible” que no le pareció posible que fuese suya. Entonces ella se la mostró: “debajo de la imagen, usted escribió algo”.
San Josemaría había escrito, con un clavo (porque la imagen era de yeso, muy sencilla, muy pobre): ¡Domina, ut sit! ¡Señora, que sea! Con una admiración, como solía escribir las jaculatorias y una fecha: 24 de mayo de 1924.
Jesús, san Josemaría llevaba desde los 16 añitos pidiéndote “¿qué quieres de mí? Señor, que vea. Señor que sea lo que Tú quieres”.
1924… habían pasado bastantes años. San Josemaría ya era un hombre maduro, una persona adulta, pero seguía con esa inquietud: “Señor, que sea lo que Tú quieres”. Esa es la santidad Jesús.
Por eso, en este rato de oración, vamos a pedirte que nos ayudes a todos a descubrir esas huellas en la nieve.
Sí, son importantes, en algún momento descubrir lo que barrunta al amor, lo que mueve el corazón, lo que impulsa las decisiones del hombre para entregarse a Dios. Pero que también tengamos esa inquietud Señor, yo quiero hacer lo que Tú quieras, que sea lo que Tú quieras.
¡Domine ut videam! Señor, que vea, ¡Domina, ut sit!
Vamos a encomendarnos a la intercesión de san Josemaría, el santo de lo ordinario, canonizado en el 2002 por san Juan Pablo II, el 6 de octubre de 2002.
Vamos a pedirle a él que estemos atentos a que el corazón pueda pedir cosas grandes. Que preparemos el corazón para que pueda pedir cosas grandes, pero que estemos dispuestos a hacer lo que Dios quiera; cumplir la santísima voluntad de Dios.
Ponemos esto en manos de nuestra Madre, santa María.