ENTÉRATE…
Ayer celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción y en unos días celebraremos la fiesta -solemnidad en México- de la Virgen de Guadalupe. Y hoy, 9 de diciembre, celebramos al santo a quien se le apareció la Virgen, a Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Juan Dieguito como lo conocemos aquí en México.
Y podemos pensar en él que es santo, que está en la presencia de Dios, y acudir a Él para este rato de oración. “Juan Diego intercede por nosotros, así como tú pudiste ver a la Virgen aquí en la Tierra y fuiste feliz al verla, al ver su belleza, al ver su bondad, al sentirte querido por Ella, pues así, ayúdanos también a nosotros a sabernos mirados amorosamente por nuestra Madre, sabernos acompañados por Ella ante las dificultades de la vida. Porque tú, Juan Diego, tuviste dificultades en esta vida, así como nosotros también”.
LO DICE: LA SIEMPRE VIRGEN MARÍA
Me gustaría detenerme en tres puntos en este ratito de oración. Primero, cómo Juan Diego escuchó cosas maravillosas. La Virgen le dijo: “Entérate, hijo queridísimo, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdaderísimo Dios, autor de la vida, el que creó y sostiene todas las cosas; el Señor del Cielo y de la Tierra”.
Me llama mucho la atención cómo la Virgen se presenta ante Juan Diego. Dice quién es inmediatamente, desde la primera aparición, en contraste con otras apariciones de la Virgen en las que no dice quién es o le cuesta decir quién es.
Por ejemplo, la Virgen de Lourdes se aparece a Bernadette y Bernadette está con Ella, reza el rosario con Ella en una ocasión. Y luego le dicen a Bernadette: Pregúntale quién es, pregúntale cómo se llama. Le pregunta y la Virgen evade un poco hasta que ya, después de varias veces, dice que es la Inmaculada. En cambio, aquí directamente le dice a Juan Diego:
“Entérate, hijo queridísimo, que soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, autor de la vida, el que creó y sostiene todas las cosas; el Señor del Cielo y de la Tierra”.
JUAN DIEGO ESCUCHA COSAS MARAVILLOSAS<
¿Qué sintió Juan Diego al escuchar eso? Bueno, al verla, pues ya habrá sido un impacto, pero después, escuchar esto… Y es que seguramente Juan Diego no le preguntaría quién es. Quizás no se habría atrevido a preguntarle quién es -quién eres, cómo te llamas.
La Virgen se lo dice para que vaya y le diga al obispo que necesita una casita, que quiere un lugar para mostrar el amor de Dios, para mostrar a Jesús su Hijo. Juan Diego, pues recibe ese encargo. Y es la segunda cosa que quería mencionar, vamos a ayudarnos de una homilía que dijo el papa Francisco aquí en México en el año 2016.
“En ese amanecer Juancito…” -así dice el Papa, seguramente en Argentina así le dicen a los Juanes de cariño: Juancito; aquí en México le decimos Juanito, pero a Juan Diego, en este caso, le decimos Juan Dieguito. “En ese amanecer, Juan Dieguito experimenta en su propia vida lo que es la esperanza, lo que es la misericordia de Dios. Él es el escogido para supervisar, cuidar, custodiar e impulsar la construcción de este Santuario. </em
En repetidas ocasiones le dijo a la Virgen que él no era la persona adecuada. Al contrario, si quería llevar adelante esa obra, tenía que elegir a otros ya que él no era ilustrado, letrado o perteneciente al grupo de los que podrían hacerlo. María, empecinada -con el empecinamiento que nace del corazón misericordioso del Padre- le dice: no, que él sería su embajador”. (Homilía en la Santa Misa en la Basílica de Guadalupe, sábado 13 de febrero de 2016).
OIR CON EL CORAZÓN
Pues en estos dos puntos podemos identificarnos con Juan Diego, porque nosotros también hemos escuchado cosas maravillosas: hemos escuchado quién es Dios y hemos escuchado lo que Dios nos quiere; hemos escuchado estas palabras de la Virgen a Juan Diego y también tantas verdades de fe que deberían de, como decía san Josemaría:
“Saber, Dios mío, que me quieres tanto y no me he vuelto loco” (Camino, 425).
Sabemos que Jesús está presente en la Eucaristía, que lo podemos recibir si estamos bien preparados; sabemos que se hizo hoy Hombre, ahora estamos en el tiempo de Adviento preparándonos para celebrar la Navidad, que es reconocer que Dios se hizo Hombre.
Son verdades realmente maravillosas, que hemos escuchado muchas veces y que, “Señor, te pedimos que nos des la gracia de entender con más profundidad. Danos una luz en la mente, en el corazón para emocionarnos… emocionarnos con estas verdades que nos hablan de tu gran amor por nosotros”.
HIJO DE DIOS
Recuerdo ahora también cómo san Josemaría le explicó en una ocasión a un joven que era hijo de Dios. Y este joven después le decía a san Josemaría: “Oiga, pues esas palabras que me dijo que soy hijo de Dios, pues me llevaron a un orgullo… Ir caminando por la calle con la cabeza en alto y con el orgullo, con la alegría de saberme hijo de Dios”. Eso ya lo había escuchado muchas veces, pero lo entendió de un modo más profundo, una gracia.
“Pues Señor, yo también he escuchado cosas maravillosas como Juan Diego y quiero vivir de esas verdades. Que esas verdades me den esperanza, que esas verdades me ayuden también a corresponder a lo que Dios me pide.
Porque también como Juan Diego, Tú Señor, me pides algo grande. Tú quieres que yo sea santo; Tú quieres que yo siembre paz y alegría en el ambiente en el que me muevo. Y a veces eso me puede resultar muy grande, una tarea grande. Pues, así como Juan Diego sintió que esa tarea que le pedía a la Virgen le superaba y la Virgen dice: No, yo quiero contar contigo. Coopera. Señor, yo quiero cooperar con lo que esperas de mí”.
NO TE ANGUSTIES: ¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?
Y a veces también puedo sentirme dividido como Juan Diego, que es lo tercero que quería recordar. En su vida él dice: pues voy a hacer esto que me está pidiendo la Virgen. Pero de repente su tío Bernardino enferma y él dice: pues tengo que hacer dos cosas a la vez y no puedo; tengo que obedecer lo que me pide la Virgen y a la vez tengo que cuidar a mi tío que se me está muriendo y tengo que traerle un sacerdote para que le dé la bendición y se muera en paz.
Siente como una presión, una angustia, un estrés, como dos planchas de acero que lo están aplastando. ¿Y qué hago? Pues, decide dar la vuelta para no encontrarse con la Virgen en donde se encontraba habitualmente, e ir por alguien que atendiera a su tío. Pero la Virgen le sale al paso por el otro camino.
PRUEBAS Y DIFICULTADES
Y es bonito cómo Tú, Madre nuestra, te das cuenta perfectamente de las pruebas que tenemos, de las dificultades por las cuales podemos estar pasando y nos acompañas y le dices a Juan Diego esas palabras tan bonitas:
“Escucha, hijo amado, de ninguna manera temas ni te angusties, ni se angustie tu corazón; ni hagas nada por la enfermedad de tu tío o cualquier otra angustia. ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra y amparo? ¿No soy yo la fuente de tu vida y alegría? ¿No te llevo en mi regazo, en el cruce de mis brazos?”.
Pues así también, Madre mía, yo quiero saberme acompañado contigo ante las angustias que puedo tener en esta vida, por mis miserias, pero también por las cosas buenas que tengo que hacer y que no alcanzo, por las personas que tengo que atender y que no veo cómo ayudarles.
Que me sienta muy acompañado por ti, que tú eres Madre nuestra, Madre de Dios y tienes mucho poder, y nos quieres mucho y nos acompañas. Pues, ponemos en tus manos todas nuestras preocupaciones y te pedimos que nos ayudes a seguir preparándonos bien y mejor para la venida de tu hijo Jesús.
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