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P. RICARDO

6 min

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JUAN EL BAUTISTA, UN HERMANO MAYOR

Estos últimos días la Iglesia nos propone la figura de Juan el Bautista, como preparación para la Navidad. En una ocasión, el Señor exalta al Bautista, su santidad, su coherencia de vida. Para llegar a ser como él, necesitamos de la gracia de Dios y poner de nuestra parte en mil y un batallas de cada día.

STAND BY ME

Este último fin de semana vi una película que se llama “Stand by me” o “Cuenta conmigo”. Una película de 1986 que, aunque se nota que ya han pasado muchos años, la historia se mantiene.

Cuenta la historia de cuatro amigos, niños preadolescentes de entre 12 y 13 años, que se lanzan a la aventura de ir al bosque a encontrar el cuerpo, el cadáver de un niño, que se a corrido la voz de que ha muerto cerca de las vías del tren y no encuentran el cuerpo.

Entonces ellos, en una muestra de su valentía van hacia ese lugar y pasan un par de días juntos. Y de este modo nos enteramos de la historia de cada uno de ellos.

De esos cuatro, el protagonista Gordie, es tal vez la historia más resaltante. Porque él recientemente ha perdido a su hermano mayor y por eso sus padres están muy tristes.

Incluso, a sus papás no les importa que él básicamente se pierda por dos días, porque inventan que van a acampar en la casa de uno de ellos y al final están fuera de casa dos días.

Así vemos como le pesa esto, porque el hermano mayor de Gordie -el protagonista de la película- diríamos que era el hijo perfecto, muy querido por todos en el pueblo, en la secundaria y deportista; incluso, posiblemente, iba a obtener una beca de deporte para ir a la Universidad.

EL BUEN EJEMPLO DE LOS HERMANOS MAYORES

JUAN EL BAUTISTA, UN HERMANO MAYOR

Y es así, como Gordie, obviamente, se compara, porque no tiene las mismas capacidades que su hermano mayor. Y cada persona con la que se encuentra, generalmente, le dice: – Ah tu eres hermano de fulanito… y era muy bueno en los deportes…, que pena que murió…

Y así, así, le hace tener unos flashbacks, en los que, por el contrario, vemos como su hermano mayor le quería mucho y cómo le ayudaba; como más bien resaltaba sus logros. Así vamos avanzando en esa historia.

Y pensaba… ¡qué importante en una familia son los hermanos! Que importante es el ejemplo de un hermano mayor, que importante es el buen ejemplo.

Y en estos días de Adviento, de preparación para la Navidad, encontramos como un estribillo, algo que se repite casi todos los días en las lecturas del Evangelio y es la figura de san Juan Bautista.

JUAN EL BAUTISTA

El Señor, Tú Jesús, nos hablas en estos Evangelios -que nos propone la Iglesia- una y otra vez de Juan el Bautista.

Así leemos en la misa de hoy, que san Lucas dice:

«Cuando se marcharon los mensajeros de Juan, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan…”

y entonces el Señor se dirige a este público y les dice:

“- ¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Pues, ¿Qué salisteis a ver?”

(Lc 7, 24).

El Señor interpela a sus oyentes y, a ti y a mí que estamos haciendo estos 10 minutos con Jesús. Que durante estos días hemos contemplado la figura de Juan el Bautista en su predicación, una predicación fuerte.

“Pienso Señor que, hoy en día a Juan el Bautista lo cancelarían de las redes sociales. Porque es un discurso políticamente incorrecto -si quieres- o un discurso muy duro, con palabras durísimas, pero que invitan a la conversión”.

Y, en ese tiempo, en ese momento, muchos siguieron a Juan el Bautista o muchos se convirtieron: gente que, incluso, eran conocidos como pecadores públicos o grandes pecadores, son los primeros en escuchar a Juan el Bautista.

Juan el Bautista estaba en el desierto, era un poco curioso su modo de vivir; sin embargo, a pesar de todo ello, muchas personas lo seguían.

Por eso es lógico que, después de todos esos eventos de Juan el Bautista -personaje además cuya historicidad está probada-, nuestro Señor les pregunte:

«– ¿Qué hacían ustedes cuando iban al desierto?»

No iban a ver, digamos, cómo hoy en día a una estrella de cine o un cantante de rock, no.

UN PROFETA

Dice el Señor:

“- ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad los que se visten fastuosamente y viven entre placeres están en los palacios reales”

(Lc 7, 25).

En cambio, Juan Bautista vivía en el desierto y se vestía con piel de camello.

“Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta?”

(Lc 7, 26).

Porque es lo que las personas pensaban, esto es un profeta y, de hecho, sí; Juan el Bautista cierra todo un siglo de profetas, cuya misión es recordar -de una parte- a Israel que son el pueblo elegido, que Dios no los ha abandonado, que vuelvan al redil.

Y por otro lado el Mesías,

“¿Un profeta? Sí, os digo y, más que profeta. Éste es de quien está escrito: Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”

(Lc 7, 26-27).

Entonces, puede servir pensar en Juan el Bautista como un hermano mayor. Porque a continuación, nuestro Señor hace una afirmación -qué es un piropo, un halago hacia Juan el Bautista- y al mismo tiempo nos da la medida de la santidad, dice El Señor:

“-Porque os digo entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan…”

(Lc 7, 28).

Esto es extraordinario.

El Señor dice: -En este momento, en este mundo, Juan el Bautista es el más grande que haya podido nacer en este mundo. Uno dice: -Wow, ¡qué santo Juan el Bautista! ¡Qué gran hombre!

LUCHAR POR SER SANTOS

 JUAN EL BAUTISTA, UN HERMANO MAYOR

Pero luego (viene el “pero”):

“Aunque el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él”

(Lc 7, 28).

Entonces, al leer esto Señor, puede pasar que uno, pierda un poquito la esperanza o tal vez se desanime en esta lucha por la santidad, por vivir como hijos de Dios.

Porque nos dice: -Oye, Juan el Bautista era un hombre que vivió una vida austera, un hombre que vivía lo que predicaba, un santo… “Y me dices, Señor, que el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él; o sea y, yo, ¿qué hago?”

No podemos olvidar, en todo esto, la gracia de Dios. Que no se trata de que tú y yo hagamos cosas extraordinarias para vivir la santidad o que dependa de nuestras propias fuerzas.

Obviamente, el Señor cuenta con ello, cuenta con que tú y yo pongamos de nuestra parte, ese granito de arena- pero es Dios el que nos hace santos: “eres Tú, en esas cosas ordinarias y pequeñas de cada día”.

SANTO DOMINGO SAVIO

Esto lo aprendió un joven, Domingo Savio, santo Domingo Savio, en el oratorio de Don Bosco. San Juan Bosco, don Bosco, descubrió cómo este joven, (que murió con aproximadamente catorce años), estaba haciendo cosas extraordinarias.

Este joven se había propuesto ser santo desde muy pequeño. Entonces, ya viviendo allí, en el oratorio Don Bosco, en la escuela de Don Bosco, hacía algunos pequeños sacrificios, por ejemplo: al dormir, ponía algunas piedrecillas, que le incomodaban al momento de dormir.

Entonces Don Bosco lo descubrió y le enseñó que no necesariamente tenía que hacer eso para ser santo. Que la santidad consiste en hacer de manera extraordinaria las cosas ordinarias. Esto lo entendió Domingo Savio y ahora es santo.

SER COHERENTES Y HACER EXAMEN

Desde luego podemos seguir las huellas de Juan el Bautista. Por ejemplo, ser coherentes con nuestra fe, hacer un poquito de examen y ver delante del Señor dónde podemos cambiar. Este Adviento es un tiempo extraordinario para ello, fantástico, propicio para hacer un examen.

Luego, además, de esa coherencia, también ver aquellas cosas que podemos ofrecer al Señor en nuestro día a día: un trabajo bien hecho, una sonrisa cuando estemos más cansados, detalles de servicio en nuestra casa, con nuestra familia, con nuestros amigos.

Y por supuesto, la gracia de Dios. Pedir a Dios que nos haga santos, que nos ayude a superar esas tentaciones, esas dificultades en nuestra vida interior.

Para eso, también, acudimos a María santísima, la Madre de Dios, que ella también supo ponerse en las manos de Dios, justamente desde aquella ocasión en la cual el Ángel le anuncia que será la Madre de Dios y ella dice:

“-Hágase en mi según tu palabra”

(Lc1, 38).


Citas Utilizadas

Is 54, 1-10

Sal 29

Lc 7, 24-30

Lc 1, 38

Reflexiones

Señor, te pedimos que nos hagas santos, que nos ayudes a superar las tentaciones y las dificultades en nuestra vida interior.

Predicado por:

P. RICARDO

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