HABLAR DEL JUICIO
«Al que mucho se le da, se le exigirá mucho y al que mucho se le confía se le exigirá mucho más»
(Lc 12, 48);
leemos al final del Evangelio del día de hoy.
Son palabras Tuyas, Señor, que nos comunicas después de usar una imagen para hablar del juicio que todos tendremos al abandonar este mundo.
Son temas que siempre nos llaman la atención, que nos pueden excitar la curiosidad, que nos pueden hacer que nos formulemos algunas preguntas. Y es frecuente que llegue gente y me pregunte por estas cosas.
Por ejemplo, la típica pregunta: ¿Si una persona no conoció a Dios, se va a condenar, aunque no haya hecho nada malo? Bueno, eso de no hacer nada malo, pues a ver quien… No, es que no tuvo la culpa por no conocer a Dios, ¿Dios lo va a condenar?
A veces se preguntan como si Dios fuera malo y no, efectivamente no es así. Dios no es malo, Dios no es injusto. Y me gusta que me pregunten estas cosas, por qué da para dialogar con calma, sentarnos e intercambiar ideas.
Y me gusta mucho resaltar algunos puntos concretos cuando salen este tipo de preguntas.
JUICIO DE DIOS
La primera idea que me gusta resaltar es, que no sabemos quién está en el infierno, aunque sí sabemos que existe efectivamente.
Tú, Señor, nos hablas del Cielo, nos hablas constantemente del amor de Dios, nos hablas del perdón de Dios, del valor de la libertad humana, pero también de las consecuencias del mal uso de la libertad.
De las consecuencias de cerrar nuestro corazón a tu palabra. Nos hablas del infierno con claridad. Eso es lo primero que me gusta resaltar.
Y no sabemos quién está en el infierno, aunque sí sabemos quién está en el Cielo, porque cuando se canoniza a alguien, la Iglesia dice de ésta persona estamos seguros de que está ya en el Cielo y se le puede imitar.
La segunda idea que me gusta resaltar es, que Dios no es injusto. Mira, si a ti te parece injusto condenar a alguien que no tuvo la culpa, pues tienes razón, eso sería injusto y Dios no es injusto, por lo tanto Dios no lo hará.
Es más, Dios es tremendamente misericordioso y quiere que todos los hombres se salven. Y efectivamente, en el juicio, juzgará con justicia, juzgará de acuerdo a lo que cada uno recibió, pero también buscará el modo de encontrar en nuestra vida esas acciones buenas para salvarnos, porque Él quiere que todos nos salvemos.
MISERICORDIA Y AGRADECIMIENTO
El mismo Dios es el que suscita la oración que enseñó el Ángel de la Paz a los pastorcitos de Fátima, que seguramente la has oído:
“¡Oh Jesús mío!, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva a todas las almas al Cielo y socorre especialmente a las más necesitadas de tu misericordia”.
¡Qué oración tan bonita! Señor, ayúdanos, de verdad queremos. Y Tú también quieres que no nos cerremos al perdón, a pedirte perdón, que no nos cerremos a tu gracia, a tu Palabra.
En este rato de oración que estamos haciendo, que estamos platicando Contigo, Señor, te quiero dar gracias por todo lo que he recibido. Al que mucho se le da se le exigirá mucho, pues Tú me has dado a mí y me has dado mucho o poco, pero te doy gracias por todo lo que me has dado y te pido que me ayudes a dar fruto, que no tenga miedo al juicio.
Estas palabras que nos dices: «al que mucho se da, se le exigirán», pues nos pueden poner un poco nerviosos, pero que no, que yo no me ponga nervioso, que no me dé miedo el juicio, sino que tenga deseos de corresponder a tu amor con amor.
Corresponder con amor a todo lo que me has amado y todo lo que me has demostrado que me quieres. Que cada vez me comporte más como buen hijo Tuyo…
DESEOS DE SANTIDAD
San Josemaría tiene unas palabras muy audaces que nos animan a tener deseos, grandes deseos de santidad.
Escribió en su libro Camino, p.746 :
“No brilla en tu alma el deseo de que tu Padre-Dios se ponga contento cuando te tenga que juzgar”.
En vez de tener miedo al juicio, tener ilusión de encontrarnos con Dios y decir: —Señor, pues la verdad me esforcé mucho con tu gracia para corresponder. Efectivamente tuve fallos, pero me confesaba y confesaba…
Te pedía perdón con mucho gusto también, porque sé que siempre me perdonas y que tienes deseos de perdonarme, y procuraba esforzarme por alejarme del pecado, por hacer actos buenos, por descubrir qué es lo que te gusta para hacerlo parecerme cada vez más a Ti, ser mejor hijo.
Qué buena sugerencia nos da san Josemaría con este punto “tener ilusión del encuentro con Dios”.
Así como un niño que estudió y se esforzó por sacar buenas calificaciones y va con gusto con la boleta a dárselas a sus papás.
Y si no están del todo bien esas calificaciones, bueno, pues al menos aquí me falló ésto, pero ya sé qué es lo que me falló, y voy a procurar que sea mejor para el siguiente periodo…
ESTAR EN EL PURGATORIO
«Al que mucho se le da se le exigirá mucho y al que mucho se le confía se le exigirá aún mucho más».
Me acordé también de unas palabras de María Simma. ¿Sabes quién es María Simma? Era una mujer suiza, que tuvo mucho contacto con las almas del Purgatorio.
Ahora que ya se acerca el mes de noviembre, que nos viene muy bien rezar por las almas del Purgatorio, me acordaba de estas palabras de María Simma en una entrevista que le hicieron, qué está recogida en un libro que se llama “Sáquennos de aquí”.
Le preguntaban:
«Sin contar aquellos a quienes ya conocía personalmente en vida, ¿ha venido a usted almas a quienes reconoció como personas famosas?
Si hay personas famosas que han sido liberadas porque sus familiares vinieron a verme para que los ayudara.
Por ejemplo, Marian Hermann Goring, nazi infame, se me presentó porque su familia había venido a verme en busca de ayuda. Ahora está en el Cielo. Dios no dejó de amarlo y todavía lo ama. Nunca debemos juzgar» .
LA VERDAD REVELADA
«También me han visitado otras personas famosas. Una vez vino un hombre y aunque no podía saber de dónde venía o cuándo había vivido, supe inmediatamente que se trataba de alguien importante por la forma en que se movía y por su vestimenta.
Cuando le pregunté, ¿qué necesitaba de mí? me lo dijo. Y luego agregó: Soy el Papa Pablo. Al principio dudé pensando que podía tratarse de un engaño del demonio. No, no lo eres, le dije. Conocí al Papa Pablo y tú no eres él.
Soy el Papa Pablo IV, no Pablo VI. Había estado en el Purgatorio desde mediados del siglo XVI, porque durante su pontificado, podría haber hecho mucho más de lo que hizo.
Me parece que también había ordenado que los judíos de Roma se agrupaban en guetos, algo que, ciertamente no estaba en los planes de Dios. En este caso, por supuesto, no fueron sus descendientes quienes vinieron a verme para preguntar por él, obviamente.
Y continúa la entrevista el entrevistador: “Así que un conocido nazi ha pasado mucho menos tiempo en el Purgatorio que un Papa”
(Cf. del libro “Sáquenos de aquí”, autor Nicky Eltz de las entrevistas realizadas a María Simma, 2014).
Algunas personas pensarían entonces que, es mejor ser nazi que sacerdote, obispo e incluso Papa.
¡No, por Dios, no! La diferencia en la expiación que necesita cada uno se debe a que al Papa se le había revelado mucho más de la verdad de Dios, que a German Goering.
DIOS ES JUSTO
¿Qué tal? ¿Qué te parece esto? Pues efectivamente, ¡Dios no es injusto! Dios juzga de acuerdo a lo que cada uno recibe.
“Y efectivamente, continúa diciendo María Simma en la entrevista que, aunque los dos llegarán al Cielo, pues uno estará en un nivel distinto al otro”.
Porque en el Cielo también hay niveles de acuerdo a lo que cada uno también recibió y correspondió.
Tú, Señor, no eres injusto, eres tremendamente misericordioso y queremos tener la ilusión de ganarnos un Cielo muy grande con tu gracia de corresponder a todo el amor que nos has demostrado.
Todo el amor que nos das constantemente para salvarnos y para que esa salvación también a través de nosotros llegue a otras personas por nuestra amistad, por nuestro trato.
Acudimos a nuestra Madre la Virgen, para que Ella nos ayude, esperanza nuestra de tener esa esperanza en la vida eterna y saber corresponder a todos los dones de Dios.
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