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LA ALEGRÍA TE ESPERA

El estilo de Jesús

Cátedra peripatética: Así se puede describir tu estilo Jesús, porque vas de un lado a otro, enseñando, predicando, y lo haces como quien tiene autoridad, no como los escribas y fariseos; o sea, una auténtica cátedra, pero móvil: porque caminas mientras enseñas, te mueves de una ciudad a otra, enseñas en las plazas y en las casas, en los cruces de caminos y en el templo, en Judea, en Samaria, en Galilea…

Y no todo mundo te puede seguir el paso. Pero todos quieren verte. Y un día de esos:

Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó”,

(Mt 15, 19)

se corre la voz: –¡Jesús está en la montaña! –¿Dónde? –Allá (y señalan con el dedo). Oír la noticia y empezar a correr es todo uno. Vamos para allá, no hay tiempo que perder. Pero, ¡lógico!, tú y yo no somos los únicos.

Una gran multitud acudió a Él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos”.

Jesús sentado ve todo el paisaje: la ladera de la montaña, el mar de Galilea, las pequeñas ciudades con sus puertos. Pero la parte del paisaje que más le interesa es esa gente que empieza a aparecer por aquí y por allá.

Es un espectáculo: cojos, tullidos, sordos, gente enferma, unos llevados en camilla por sus amigos, niños enfermos en brazos de sus madres… Y, por supuesto, no faltan los enfermos del alma…

Tú y yo vemos a un pobre ciego que va tropezando con cada piedra del camino y nos acercamos a ayudarle a subir para llegar hasta Jesús…lo mejor que podemos hacer. Tal vez una persona sana huiría de esta escena como quien se aleja de la peste por temor al contagio. Entre tanta enfermedad uno no quiere que se le pegue… Y, no sólo lo corporal, sino el ánimo: es gente que transmite cansancio, con mirada triste, sin alegría, con dolor… Pero gente a la que se le ha abierto la posibilidad de la esperanza…

Pero tú y yo nos sabemos enfermos también… y nos acercamos a quien nos puede devolver la alegría, la salud, la esperanza.

“Yo mientras subo la montaña y me acerco a Ti, voy pensando en mis miserias. Tú, Señor, me curarás, Tú sanarás mi pereza, mi mal carácter, mi cobardía, mi inconstancia, mi tristeza… Tú me devolverás la ilusión de trabajar bien, de transmitir alegría, de ser constante en mi lucha –en nuestra lucha, Jesús- por alcanzar la santidad. 

A medida que me acerco a Ti, me voy dando cuenta de que junto a mí hay mucha gente que Te necesita para descubrir la grandeza del Amor”

(Acercarse a Jesús, Adviento Navidad, Josep Maria Torras).

¡Tanta gente! Que carga con sus penas, que lucha contra la enfermedad, que se angustia, que anda como ciego tropezando con las piedras de la vida en busca de la auténtica alegría, de esa que llena el corazón.

“Los pusieron a sus pies y él los curó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel”

LUIS DE MOYA

Lo que necesitan, lo que necesito, es llegar donde Tú estás. Con eso, hasta la enfermedad, aunque permanezca, no nos roba el tesoro de tenerte a Ti.

Hace pocos días falleció don Luis de Moya, un sacerdote que, a raíz de un accidente, quedó tetrapléjico y así estuvo durante muchos años. Sólo conseguía mover del cuello para arriba. Manejaba su silla de ruedas soplando un sensor y así también manejaba su computadora; y escribía mucho, publicaba en internet…Un hombre alegre y agradecido, a pesar de los pesares…

Escribía:

“La ventaja para nosotros –los humanos- la deciden la inteligencia, la sensibilidad, el tesón, la fortaleza y cosas así…, pero, ante todo, el amor. Sobre todo el Amor, así con mayúscula.

Cuando era pequeño se me quedaron grabados unos conocidos versos (…)  Eran aquellos de…

“Cuentan de un sabio, que un día, 

tan pobre y mísero estaba

que sólo se sustentaba

de una yerbas que cogía.

¿Habrá otro, entre sí decía,

más pobre y triste que yo?

Y cuando el rostro volvió

halló la respuesta, viendo

que otro sabio iba cogiendo

las yerbas que él arrojó.”

La idea que expresa me sirve para no sentirme un mártir. A Dios gracias, no me he sentido hasta ahora especialmente desgraciado y confío en mantener la normalidad de ánimo actual, sin darme pena ni querer que me compadezcan…”

(Sobre la marcha, Luis de Moya).

DAR GRACIAS, ESTAR FELIZ

Mantener el agradecimiento y la alegría aún en circunstancias como esa, conseguir transmitir ese agradecimiento y alegría a otros aún cargando cada uno de nosotros con nuestras propias penas. Eso sólo se consigue estando cerca de Jesús. Es lo que vivía este santo sacerdote, al que podemos acudir ahora mismo pidiéndole que interceda por nosotros en el Cielo.

Jesús, Tú nos das -nos devuelves- la alegría, la salud, la fuerza de tu perdón y de tu Amor.

“Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino»”.

Jesús me ve, te ve, y se conmueve. Nos consuela, nos anima, nos alienta. ¡No permanece indiferente! Esta escena de la montaña la podemos repetir nosotros todos los días en nuestros ratos de oración y cuando asistimos (o nos conectamos) a Misa.

Justo leía hace poco sobre las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa a Catalina Labouré. Es como si se repitiera la escena de la montaña, contigo Jesús, pero en este caso con tu Madre. Porque en la primera de esas apariciones la Virgen está sentada en un sillón, santa Catalina apoya sus brazos en el regazo y comienza un diálogo lleno de confianza. También nosotros debemos hablar con María llenos de confianza y seguridad.

Labouré recuerda cómo, en medio de aquella conversación, la Virgen,

«Respecto al modo de proceder en mis penas, me señaló con su mano izquierda el pie del altar y me recomendó acudir allí y desahogar mi corazón, asegurándome que en ese lugar recibiría todos los consuelos de que tuviera necesidad».

¡Qué buen consejo! ¿Te acostumbras a desahogarte delante del Sagrario? La oración, la amistad con Jesús, ¿es para ti un lugar reconfortante y de descanso?”

(Noviembre 2018 con Él, Fernando del Moral)

Te animo a que lo sea hoy, que tú y yo acudamos a Jesús que está sentado ahí, que acudamos al pie del altar, que acudamos a los pies de Jesús que está sentado en la montaña, esperándonos porque se conmueve, porque no se puede quedar indiferente, porque nos quiere ayudar y nosotros enfermos como somos, acudimos a la fuente de la alegría,

¡Madre nuestra, ayúdanos a seguir tus recomendaciones, a que así sea!

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