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LA ANUNCIACIÓN A SAN JOSÉ

En este rato de oración meditaremos el anuncio del Ángel a José. La embajada de San Gabriel fue para María, pero también para José. Los dos sabían hacer oración y entendían que Dios les estaba preparando para una misión. ¿Cómo serían los diálogos de María con José?

LA VISITA DE SAN GABRIEL

Hoy celebramos el anuncio del misterio central de nuestra fe: La Anunciación de la Encarnación del Verbo, del Hijo de Dios.

“¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!” (Lc 1, 28).

Está María, esa niña, haciendo oración. Y el ángel se aparece, el ángel Gabriel, el embajador de Dios, “¡Alégrate!” Y luego le dice: “No temas […]; vas a concebir en tu vientre y darás a luz un hijo, al que llamarás Jesús. […] El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso será santo y será llamado Hijo de Dios”. […] “He aquí la esclava del Señor, -contestó María- hágase en mí, según tu palabra”. (Lc 1, 30,38)

Misterio central de nuestra fe: la encarnación del Verbo. El nacimiento de Cristo establece el punto central de la historia. Ya no va a tener ninguna importancia la era olímpica que había comenzado en el 776 antes de Cristo -fecha de la Primera Olimpiada-, o el cómputo romano desde el 753 con la fundación de Roma, o cuando empieza la hégira en el 622 y que va a tener en cuenta los años lunares de 29 días…
¡No, no, no; ya no! Ya comienza la era cristiana, el punto central de la historia, el nacimiento de Cristo.

Vemos cómo nos lo cuenta San Lucas, pero yo te quería proponer a ti, que estás haciendo este rato de oración conmigo (porque yo estoy haciendo oración; de hecho, estoy en este momento en un oratorio precioso, viendo a María en un cuadro muy cerca del Sagrario, mirando hacia el Sagrario, y a su lado está José).

DIALOGO CON MARÍA

Te quería proponer que nos fuéramos, no al Evangelio de Lucas que nos cuenta con detalle la aparición del ángel Gabriel, el diálogo con María, sino que nos vayamos al Evangelio de Mateo, porque en Mateo resulta que la anunciación no es a María, sino a José. Fíjate cómo nos lo cuenta: “La generación de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba desposada con José. (Primer dato: María estaba desposada con José). Y antes de que conviviesen, se encontró con que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo”. (Mt 1, 18).

Hasta ahí la Virgen, esposa de José, el Espíritu Santo; pero inmediatamente aparece José. “José, su esposo, como era justo y no quería exponer la infamia, pensó repudiarla en secreto.

Consideraba él estas cosas cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de Dios, no temas recibir a María tu esposa, porque lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. […] Al despertarse, José hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a su esposa”. (Mt 1, 19-24)

SAN JOSÉ, UN HOMBRE DE ORACIÓN ESCOGIDO POR DIOS

Fíjate que en Mateo el protagonista es José. Bueno, la protagonista es la Virgen… Bueno, bueno… el protagonista eres Tú, Jesús. Pero en Mateo hay una luz especial en el escenario puesta en José. Y ¿qué pasó cuando José fue al encuentro de María? Casi que esa misma noche, porque José ¿qué iba a esperar? Dice el Evangelio que inmediatamente se levantó y se fue a hacer lo que el ángel le había mandado.

No sabemos la hora de ese encuentro, si fue a las dos, tres de la mañana…pero José se fue para donde la Virgen inmediatamente. ¿Qué iba a esperar? Ay, no, esperemos que amanezca. No. Se fue inmediatamente.

Pues yo pienso, Señor, en ese encuentro; imagino ese encuentro. El santo José, rebosando de gozo, alegre porque él ya sabía. Dios lo había venido preparando para esa misión. José era un hombre de oración. José había comenzado a hacer oración a los siete u ocho años. Era un hombre de Dios, igual que la Virgen. Y por eso, cuando esa misma noche -o esa misma madrugada- llegó donde María y se miraron, cada uno afirmó:

Ya lo sé, ya lo sé todo. No tuvieron que hablar. Seguramente se dieron un abrazo, un abrazo cariñoso, un abrazo seguro, hecho más con el corazón que con los brazos. Y José con esa mirada le decía a María: Si, acepto. Puedo responder como tú lo has hecho: He aquí el esclavo de Dios. He aquí tu esclavo; seré tu esclavo, seré tu compañero fiel, seré el Padre de Jesús. Dios ha elegido a José para que en la tierra sea el padre del hijo de María. No es el padre biológico, pero el Señor quiere que sea verdadero padre.

EL «SI» DE JOSÉ

De hecho, tiene una misión especial y es ponerle el nombre a Jesús. Es él quien le pone el nombre a Jesús. Me llama también la atención cómo el ángel testifica a José como verdadero esposo de María, porque lo llama su esposo -es el esposo, es su esposo, es la cabeza de esa familia. Y decide públicamente tomar a María y ponerle el nombre al niño. El niño se llamará Jesús.

Señor, hace unos poquitos días celebramos la fiesta de San José, y hoy, unos días después, la Anunciación de la Virgen. Por eso en este rato de oración, quiero proponerte que nos imaginemos cómo fueron esos diálogos de José y de María desde el inicio, desde que José se declaró a María, desde que le dijo que quería acompañarla, que quería cuidarla, protegerla.

Y cómo María tuvo que haberle dicho en ese diálogo: Bueno, espérate porque tengo que consultar un par de asuntos. ¿Con quién? Con Dios. ¿Por qué? Tú has 0ración, y yo también.

MARÍA Y JOSÉ ENTREGADOS A LOS PLANES DE DIOS

José y María eran criaturas de Dios, hacían oración. José, hombre de oración; María, maestra de oración. Y cómo después, en un segundo o tercer diálogo, María corrobora ese plan de Dios para José. Está bien, está bien; acepto que nos podamos casar, pero acuérdate que mi corazón, mis afectos, mis manos, mis labios, mi cuerpo, todo será para Dios.

Mi corazón entero para Dios. ¿Y José qué le iba a responder? Pues ya lo sé. Yo he meditado la Escritura. Yo he meditado al profeta Isaías, el profeta que anuncia: “Escucha casa de David. […] La Virgen está en cinta y da luz a un hijo y le pondrá por nombre a Emmanuel, porque con nosotros está Dios”. (Is 7, 13-14)

José había meditado ese pasaje de la Escritura. Y mirando a María, Dios le daba a entender: “Esta es la Madre de Dios, será la Madre de Dios, pero tú tendrás una misión. No te preocupes, no te afanes”. Y cuando recibe el anuncio del ángel, José también reconoce: Esto es de Dios, estos son los planes de Dios. Los iba entendiendo, los iba comprendiendo

. Después el diálogo con María. ¡Qué maravilla! ¡Qué pureza! ¡Qué sintonía tan grande tenían José y María! Con la mirada se decían las cosas, ya sabían. Porque la oración es esto, Jesús. Ya lo sé, ya lo sé. Cuando yo hablo las cosas contigo y te cuento mis circunstancias, mis asuntos, mis problemas, mis miedos, mis incertidumbres, podría decirte: Señor, ya lo sé, Tú me venías preparando para esto y lo que importa es que Tú estés conmigo, que me acompañes.

GRAN DETALLE

La Anunciación, la Virgen, el Ángel. Hay un detalle muy bonito. Hay representaciones de la anunciación preciosas. Los grandes artistas, casi todos, han esbozado en sus dibujos, e sus pinturas, la Anunciación del Ángel, la aparición del Ángel, la reacción de María. Una de las más bonitas es la del beato Angélico, una pintura, un retablo que pintó para el convento de Santo Domingo en Fiesole, Florencia, en 1431.

Y hay un detalle bonito del ángel y de María, porque por uno de los pliegues abiertos del ángel se ve un vestido azul. El ángel está vestido de rosa, pero por unos pliegues se ve que por dentro tiene un vestido interior azul, dando a entender que es una criatura espiritual que ha tomado forma corporal. Por eso tiene una túnica rosa, que es el color de la carne humana.

Es la apariencia que ha tomado, pero del pliegue abierto de su túnica asoma su verdadera naturaleza: una camisola azul, cielo. En cambio, la Virgen es al revés: su túnica rosa nos está diciendo que es hija de nuestra raza, pero su manto azul revela que ha sido arropada por la divinidad del Verbo. Ese detalle en el arte, en la pintura, este es el misterio.

Pues vamos a mirar a nuestra Madre con mucho cariño. Vamos a agradecerle esa respuesta: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra. Y el verbo se hizo carne”. Y los planes de salvación de Dios van adelante. Madre mía, hoy rezaremos el ángelus al mediodía con especial devoción.

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Citas Utilizadas

Is 7, 10-14
Sal 39
Hb 10, 4-10
Lc 1, 26-38

Reflexiones

Señor Jesús, que cuide siempre mi examen diario para ser mejorar cada día en mi caminar al Cielo.

Predicado por:

P. Santiago

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