En el Evangelio de la misa de hoy, se nos presenta lo que sucede justo después del discurso del Pan de Vida.
En ese discurso, Jesús había dicho palabras fuertes.
COMER SU CARNE, BEBER SU SANGRE
“El que no come la carne del Hijo del Hombre y no bebe su sangre no tiene vida eterna. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”.
(Jn 6, 53-55)
Son palabras duras, comer la carne del Hijo del Hombre, beber su Sangre. No es extraño entonces que los judíos empezaron a discutir y decir, es duro este lenguaje,
“¿Quién puede escucharlo?”
(Jn 6, 60)
Y Jesús, no suaviza en lo que quiere decir, no les dice, no, bueno, yo quiero decir un símbolo, quiero decir algo, pero que no es directamente esto, sino que les dice:
“esto los escandaliza”.
“¿Qué pasará entonces cuando vean al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es el que da vida, la carne de nada sirve. Las palabras que le dije son espíritu y vida”.
(Jn 6, 61-64)
Y luego sigue diciéndoles que esas palabras sobre la Eucaristía son palabras reales.
“El que no come la carne del hijo del hombre y no bebe su sangre no tiene vida eterna”.
Y muchos empezaron a alejarse. Muchos de sus discípulos lo abandonaron. Podemos decir, con lo que dice después el Señor, casi todos lo dejan.
JESÚS TIENE PALABRAS DE VIDA ETERNA
Y Jesús, de nuevo, no suaviza su discurso. Sino que se dirige a los doce apóstoles y les dice:
“¿También ustedes quieren irse?”
Y Pedro, en nombre de todos los discípulos, le dice:
“Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Qué bonita es esa respuesta de San Pedro, que reconoce delante del Señor que él es poca cosa, qué necesita su presencia.
PONERNOS EN LOS PIES DE SAN PEDRO
Y quiero invitarte en este rato de oración a ponerte en los pies de San Pedro.
Yo voy a ir diciéndole cosas al Señor como si fuera a San Pedro, para que tú también se las digas en tu corazón. Podemos imaginarnos la misma escena en la que estamos, ahorita en la orilla del mar de Galilea está el Señor delante y Pedro, que comienza a decirle:
Señor, ¿A quién iremos? Solo Tú tienes palabras de vida eterna.
Señor, no entiendo lo que me quieres decir. No entiendo. ¿Qué quiere decir todo eso de El pan vivo que ha bajado del cielo? El comer la carne, beber tu sangre, pero confío en Tí.
Confío en que tú me ayudarás a llegar al cielo y que nadie más me podrá ayudar a llegar a esa felicidad eterna.
Me entrego a Ti, a Tu voluntad.
Si me dices que solo comiendo este Pan tendré vida eterna, entonces lo haré en el momento en que Tú me digas, come, yo comeré.
Te he visto hacer milagros, acabas de multiplicar los panes y los peces, convertiste el agua en vino, has hecho ver a los ciegos, has hecho oír a los sordos, has hecho caminar a los paralíticos e incluso has resucitado muertos.
¿Cómo no voy a creer, cómo no voy a confiar en Ti, Señor?
Además, hace ya un buen tiempo me has llamado a seguirte y desde ese momento solo he encontrado razones para creer.
Sí, señor, mi fe es débil. Tú lo has comprobado varias veces, por ejemplo, recuerda cuando me hiciste caminar sobre el agua, fue un momento impresionante.
Primero me dijiste: baja de la barca cuando yo te dije que cuando yo, creyendo que tú eras un fantasma, te dije, Señor, haz que vaya a ti. Y me hiciste caminar sobre el agua, no podía creerlo, literalmente no podía creerlo y di algunos pasos sin problema.
LO IMPORTANTE ES CONFIAR EN EL SEÑOR
Esto debería haberme bastado para confiar. Pero no, como a veces soy un poco terco, un poco torpe, empecé a dudar, me dieron miedo las olas, el viento, los ruidos, la oscuridad y desconfíe, y me empecé a hundir poco a poco porque Tú no quisiste que yo me hundiera de una. Me hundí poco a poco. Y me salvaste.
Tomaste mi mano y sí, me retaste porque me lo merecía.
Pero ese día aprendí. No importa que no entienda, lo importante es confiar en Ti, Señor, solo tú tienes palabras de vida eterna.
NO SON SOLO LOS MILAGROS, SOBRE TODO ERES TÚ SEÑOR
Pero no son solo los milagros los que me ayudan a creer.
No son solo los milagros, es todo lo tuyo lo que me hace confiar en Tí, eres Tú, Tu mirada comprensiva, Tu voz fuerte y con autoridad, tus manos expresivas, Tu tono seguro y confiado, Tu atención cuando te cuento algo, Tu andar decidido, Tu personalidad decidida y amable, y Tus palabras, solo Tú tienes palabras de vida eterna, Tú me haces confiar.
Esas parábolas que me llegan hasta lo más profundo de mi corazón, esos ejemplos con los que puedo relacionarme rápidamente, esas enseñanzas que me hacen encontrar el sentido a todas mis preguntas y todas mis inquietudes.
Tu presencia que me llena por dentro. Eres Tú el que me hace creer. Eres Tú el que me hace confiar, solo Tú tienes palabras de vida eterna, Señor.
NO HAY NADIE QUE ME QUIERA COMO TÚ, SEÑOR
Y hoy, al ver que los demás te dejan, me dan ganas de decirles que son unos egoístas, que son unos desconfiados.
Me dan ganas de que ellos puedan experimentar lo que yo he vivido, que no hay nadie que me quiera como Tú.
Tú acabas de decirnos que te quedaras hecho un pedazo de pan para alimentarnos, para darnos tu gracia. ¿Cómo no entienden que eso lo haces por amor? ¿Cómo no entienden?
Sí, son palabras difíciles, pero vale la pena confiar.
Jesús, diles que lo quieres, diles que no quieres que se vayan y no quieres que te dejen.
Yo sé, Señor, sí sé que se los has dicho, pero repíteselos.
A mí me ha servido que me lo repitas. A mí me lo has dicho varias veces, me has llamado la atención por mi terquedad, por mi dificultad para entender, Repíteselos, como me lo repites a mí, diles que los quieres como a mí y que el testimonio es que Tú mismo das la vida por ellos, por nosotros.
SEÑOR, AUMÉNTAME LA FE
Señor, soy Pedro, Soy Pedro, a quién has elegido como cabeza de los apóstoles, te pido que me aumentes la fe porque me cuesta confiar.
Sí, te acabo de decir que yo sé que solo Tú tienes palabras de vida eterna, pero también sé que soy débil y que a veces desconfío.
Pero sé que me quieres, esa es la certeza que tengo, sé quién me quieres y que por eso nunca me dejarás.
No va a ser fácil mi camino, tú lo sabes mejor que yo, Tú que lo sabes todo, lo sabías también cuando me elegiste, que habría momentos en los que fallaría, en los que desconfiaría, pero también sé que sabes que yo sé reconocer mis errores.
Rápidamente pido perdón.
De hecho, ahora quiero pedirte perdón por todas aquellas ocasiones en las que no te he seguido, en las que he desconfiado.
Y quizá también con un poco de frescura, te voy a pedir perdón por todas las que vendrán, porque sé que en el futuro también desconfiaré.
SEÑOR AYÚDAME A PERSEVERAR
Señor, ayúdame a perseverar en tu amor, ayúdame a mantenerme de tu mano y a no soltarme. Y volver cuando tenga la desgracia de perderte.
Señor, soy Pedro, Tu amigo, el que ahora es pescador de hombres y soy tuyo para siempre, no te quiero dejar.
Ayúdame y ayuda a todos los que vendrán después de mí.
Ayuda a cada cristiano que pisa esta tierra.
Tú sabes que te quieren a pesar de sus errores, como yo te quiero, a pesar de los míos y además, sé que siempre puedo acudir a tu Madre, mi madre, María Santísima, la Madre del mundo.