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LA CONVERSIÓN DE MATEO

LA VOCACIÓN DE MATEO

CONVERTIR EL CORAZÓN

Le pedimos a la Santísima Madre de Dios, le pedimos a san José y a nuestros Ángeles Custodios que nos ayuden a hacer este rato de oración.

Este momento de unión fuerte, estrecha con Jesús en la oración, contacto con el Padre, con el Espíritu Santo, para que en esta Cuaresma ellos puedan trabajar en nuestro <corazón para convertirlo.

Es muy bonito contemplar como hace la oración el Papa, que se queda en silencio a la mañana. Se levanta muy temprano, de madrugada, a veces a las cuatro y media o a las cinco, se va para el oratorio, y se sienta para ponerse delante de Jesús… para que Jesús trabaje.

Él sostiene que no es él el que va a hacer la transformación de su corazón en un corazón más parecido al de Dios, sino Dios quien tiene que trabajar.

Él lo que hace es poner cinco panes y dos peces, y ponerse en presencia de Dios…

Levantarse, que ahora, con todas las dificultades físicas que tiene, es más costoso, doloroso y es más cansador. Arrastra su cuerpo hasta ponerlo frente al Sagrario y ahí, se queda para que Dios trabaje.

Pone su alma a los pies de Dios, pone su corazón a los pies de Dios y lo deja en las manos de Dios, para que trabaje como el alfarero con el barro informe, que lo convierta a Dios en una jofaina, en una jarra, en lo que quiera Dios: de porcelana, de loza, de lo que sea, pero a la manera de Dios.

DEJARLO ACTUAR

Por eso, dejémoslo actuar a Dios en nuestro corazón. No somos nosotros los que nos vamos a transformar en personas mejores.

No es con nuestra fuerza, ni con nuestra cantidad de oraciones repetidas, ni con nuestras reflexiones increíbles como vamos a lograr cambiar el mundo en el que vivimos, cambiando nuestro corazón. Sino que es Dios quien tiene que cambiar nuestro corazón.

Por eso, ésta Cuaresma pienso que todos habremos partido este viaje de cuarenta días por el desierto de cada uno de nosotros

Es un viaje a través de un desierto. Nunca nos olvidemos. La Cuaresma es un viaje a través de un desierto. Y ese viaje tiene por objetivo transformar el corazón.

Tenemos que pedirle a Jesús que nos dé un corazón nuevo, que transforme nuestro corazón de barro, egoísta e indiferente… Un corazón vanidoso, soberbio y lujurioso, etc.

Que nos transforme en un corazón como el de Él, que está permanentemente pendiente de los demás, que no tiene tiempo para sí mismo, que está fuera de sí. Como hicieron sus parientes cuando lo fueron a buscar y lo vieron rodeado de una multitud. No, estaba fuera de sí, porque está fuera de sí mismo.

Así que tenemos que pedirle a Dios: que nos dé ese corazón, completamente centrado en las necesidades de los demás.

SÍGUEME

En el Evangelio de la misa lo que se lee, es ese episodio en el cual Jesucristo elige a Mateo como apóstol.

«Vio Jesús un publicano llamado Leví, sentado en el mostrador de sus impuestos y le dijo: —Sígueme. Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. 

Levy ofreció en su honor un gran banquete en su casa. Estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos. 

Murmuraban los fariseos y los escribas diciendo a los discípulos de Jesús: —

¿Cómo es que comen y beben con publicanos y pecadores? 

A lo que Jesús respondió: —No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, a que se conviertan».

Jesucristo hace esa elección tan políticamente incorrecta: de elegir a un pecador público, como era Mateo, un cobrador de impuestos.

UNA DECISIÓN POLÍTICAMENTE INCORRECTA

Es como si Jesús hoy eligiese a una persona que fuera narcotraficante o que fue un político corrupto. Lo que sea, algo que políticamente está muy mal visto, por más que se haya convertido.

Y por más que haya manifestado deseos de cambio de vida, sigue siendo alguien que no es de los nuestros, entre comillas.

No es de los que obraban el bien, no es de los que se intentaban portar bien. Es un poco lo que le critican los fariseos. ¿Cómo es que has elegido a este hombre? Y, ¿cómo te juntas con este hombre?

Porque este hombre hizo una cosa muy bonita, -que a mí me llena el corazón-que es: se puso a hacer apostolado. ¿Entre quiénes? Entre los que conocía. Y los que conocía eran todos pecadores. Eran todos paganos. Eran todos como él.

Publicanos eran personas que no practicaban, y que si bien eran judíos de raza, seguramente tanto circuncidados, pero no practicaban para nada, y por lo tanto, estaban fuera del alcance de la predicación de Jesús.

En teoría, y sin embargo, al menos estaban fuera del alcance de la predicación de los fariseos.

VINO A CURAR ENFERMOS…

Y sin embargo, Jesús se interesa enormemente por ellos, y por eso le dice a estos fariseos que lo critican, que Él ha venido a curar a los que estaban enfermos.

Dios no viene a curar a los que no necesitan curación, justamente porque no necesitan curación… ¿Cómo va a necesitar médico una persona sana?

Por eso, estos fariseos, estando muy enfermos, porque tenían la enfermedad de la soberbia, no admitían al médico. ¡Es una pena! Se consideraban dignos de Dios por su fuerza, por sus méritos, y consideraban a san Mateo completamente indigno de Dios.

Que Dios no podía ser misericordioso y abajarse a llamar a un hombre como Mateo y sus amigos, los publicanos, los pecadores. Es muy bonito el gesto de Jesús.

Y por eso también nosotros nos plantea este Evangelio, esta realidad. Y es: ¿que tan grande es nuestro corazón a la hora de recibir, de abarcar, de ‘aceptar a las personas que vienen de otro palo’, -como decimos en mi tierra-, que quizás no son practicantes, que no conocen casi a Jesús, que tienen otras costumbres, tienen otros valores, vienen de otros pasados.

Por lo tanto, tenemos que aceptar y ayudar a llegar a Jesús, hacer puentes, construir terraplenes para que estas personas puedan llegar a Jesús.

COMPRENSIÓN Y CARIDAD

Yo personalmente pienso en tantos conocidos, tantos alumnos en la facultad que no conocen al Señor. Que no conocen a Jesucristo y que están tan lejos de Él que no lo entienden, no lo ven, no lo comprenden.

Están muy lejos de entender su lógica porque jamás se han topado con Jesucristo. Es lógico que no piensen como cristianos, no son cristianos.

Entonces Jesús nos recuerda con este Evangelio que tenemos que estar atentos, porque hay muchas personas así, que requieren de nuestra caridad, de nuestro comprender su situación para saber cómo podemos ayudarlos.

A Jesús no se le ocurrió negarse y decir: —No, yo no voy con estos a comer. Todo lo contrario, fue a cenar con todos estos publicanos y pecadores que estaban lejos de entender la ley de Moisés.

Probablemente no entendían la mayoría de las cosas, pero fue por ellos, a buscarlos, como el pastor que va a la oveja que se le perdió, el médico que va a buscar al enfermo para curarlo.

Por eso el Señor nos dice: —Ustedes están enfermos, necesitan curación. Nosotros, cada uno de nosotros, somos conscientes de que necesitamos un médico, necesitamos esa curación especial de Dios.

LA EUCARISTÍA, FUENTE DE VIDA

Y por eso, le hemos pedido en esta Cuaresma, que nos dé un corazón nuevo, que Él realice esa transformación, que trabaje en nosotros, que haga esa obra de Dios, que nos transforme.

La Eucaristía es para nosotros una fuente de vida, una fuente de transformación. Nunca vamos a recibir la Eucaristía como una medallita al mérito porque nos hemos portado bien…

La Eucaristía no es un premio al que se porta bien, es justamente un antibiótico increíble, para una infección increíble como la que tenemos en el corazón.

Sería absurdo que una persona sana tome antibióticos. Tomamos antibióticos porque estamos enfermos.

Necesitamos la Eucaristía porque estamos enfermos, porque necesitamos que Dios nos cure. Nos ponemos delante de Dios en la oración y nos ponemos en la Eucaristía para recibirla y que Jesús trabaje en nosotros.

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