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P. RICARDO

6 min

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LA FE DE LA MUJER SIRO-FENICIA

Jesús se retira a una zona extranjera, para descansar un poco, pero ni siquiera allí puede hacerlo, porque le sale al encuentro una mujer que tiene una hija poseída por un demonio. A pesar de que el Señor se niega al inicio, la fe, la constancia y la tozudez de la mujer, consiguen el milagro.

PADRE GABRIEL AMORTH

En el libro “Memorias de un exorcista” del padre Gabriel Amorth, un exorcista muy famoso, ya fallecido -la persona que lo entrevista-, el entrevistador le dice: hay muchos casos de poseídos. ¿Cuántos casos de posesión real hay entre miles de exorcismos? ¿Un centenar?, le pregunta.

Y allí el padre Amorth, que tenía experiencia de años, le dice que realmente que calculaba haber hecho más de setenta mil exorcismos. Pero incapaz de contar cuántas personas, porque sucedía, en ocasiones, que una misma persona tenía que ser exorcizada varias veces.

Dice allí -en este libro- que había practicado cientos de exorcismos a la misma persona, por eso no podía hacer un cálculo de cuántas personas, pero sí de cuántos exorcismos podría haber hecho. Y llegado un momento, dejó de anotarlos porque se cansó.

Y así, pues, cuenta como había heredado los casos de personas poseídas de otros sacerdotes: su maestro, el padre Cándido y de otros amigos suyos que, a veces, pedían su ayuda… Así tantas personas acudían a él. Unos eran casos fáciles, otros eran casos muy difíciles.

En otro momento, le pregunta el entrevistador, si había sentido miedo. Y sorprende ver cómo el padre Amorth le dice que no, que nunca había sentido miedo. Que afortunadamente, esos poseídos por el demonio, nunca lo habían atacado o el demonio no lo había atacado, sino que es el demonio quien tenía miedo de él. Porque, desde luego, actuaba en el nombre de Dios, con toda la fuerza de Dios.

EL SEÑOR CURA

Me acordaba de este libro al leer el Evangelio de la misa de hoy, qué nos va a servir para hacer nuestro rato de oración. Porque, desde luego sabemos que Jesús exorcizaba, es uno -digamos- de los signos que hacía el Señor: curar, pero también exorcizar.

Y sabemos que, en ese tiempo, había muchas personas que estaban poseídas, otras, posiblemente, era sólo una enfermedad. Pero en el caso de hoy, el Evangelio de san Marcos, nos dice que: Jesús, en primer lugar, se retira a una región apartada, fuera de los límites de los judíos -diríamos así- en la región de Tiro.

Entonces, entró en una casa, tratando de pasar desapercibido… Podemos pensar que, a lo mejor, el Señor tenía ahí un amigo, un conocido; porque es una zona -diríamos- extranjera. No es como como su base de operaciones en Cafarnaúm, qué allí, en la casa de Pedro se hospedaba o cuando iban a Jerusalén iba Betania a casa de Marta, María y Lázaro.

El Señor, por lo visto, tenía aquí amigos fuera, en el extranjero. Una ciudad que era de gentiles, que era de paganos. Y entonces, el Señor, a lo mejor busca descansar un poco, porque nos dice:

“que trató de pasar desapercibido, pero no logró ocultarse…”

(Mc 7,24).

LA FAMA DE JESÚS

LA FE DE LA MUJER SIRO-FENICIA

Y, ¿por qué no logró ocultarse, si es una zona extranjera? Pues, porque una mujer, que tenía una hija poseída por un espíritu impuro, un demonio, se enteró en seguida. Entonces, fue a buscarlo y se arrojó a los pies del Señor. (cf Mc 7, 25).

Esto nos hace ver que Jesús es ya famoso para ese entonces, fuera de los límites de los judíos. Tanto que, una mujer -dice en el Evangelio- que es pagana, una fenicia de Siria, le rogaba que echase el demonio de su hija. Es decir, una mujer que no tenía la misma fe que los judíos.

Tal vez creía en unas deidades, no lo sabemos, o no tenía una religión. Por eso nos dice: una mujer pagana. Y, sin embargo, cree que Jesús puede hacerlo. “Porque, decíamos Señor, que tu fama se había extendido, que realizabas signos, que curabas, que arrojabas demonios…” Y esta mujer ve que esta es su oportunidad y no es tonta; sino que, al contrario: va, lo busca.

Otros evangelistas, como san Mateo y san Lucas nos cuentan que, esta mujer empezó a hacer bulla, empezó a gritar, nos dicen que los apóstoles iban con Él… -porque el Señor no suele ir solo- y tanto, tanto gritaba, que los apóstoles le tienen que decir: -Señor atiéndela por favor, porque mira el escándalo que está haciendo…Y como nos ha dicho san Marcos, ellos están tratando de pasar desapercibidos.

LA TOZUDEZ DE LA SIROFENICIA

Entonces el Señor le dice:

“-Deja que se sacien primero los hijos, no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.”

(Mc 7, 27).

Aquí, decimos los “perritos”, un diminutivo, pero realmente en el texto latino es más bien un término más despectivo.

Cuando uno lee esto, aunque sea “perritos” o lo que sea, el Señor parece que insulta a la mujer. Esto nos puede sorprender, si lo leemos por primera vez; y contrasta un poco con quién es Jesús. Jesús no trata mal a la gente. Si luego nos habla del amor, el mandamiento nuevo, el principal, el corazón de todo el Evangelio.

“¿Por qué lo haces Señor? ¿por qué le dices a esa mujer que no, que no la puedes atender, que primero tienes que atender a los hijos?” ¿Quiénes son esos hijos? Los hijos de Israel. Y le está diciendo que, está en otro plano, que ella es inferior.

Esta respuesta, si nos lo dicen a nosotros, a lo mejor, nos sentiríamos mal, nos iríamos cabizbajos, humillados. Pues, la mujer sirofenicia, en vez de sentirse humillada -aunque a lo mejor se sintió-, en lugar dejarse llevar por esa humillación, por -tal vez- la cólera, le dice:

“-Señor, pero también los perros debajo de la mesa comen las migajas que tiran los niños.”

(Mc 7, 28).

Podemos decir que esta respuesta, de esta mujer, se lo ganó al Señor. En primer lugar, la tozudez de la sirofenicia, porque ella pensó: allí está Jesús, Jesús de Nazaret, aquel del que tanto me han hablado; ella dijo: yo no me voy de aquí si no consigo que Él arroje el demonio de mi hija…

CONSTANCIA Y HUMILDAD

LA FE DE LA MUJER SIRO-FENICIA

Aunque le cae este balde de agua fría, esa respuesta del Señor, ella no está dispuesta; y dice: -Sí, efectivamente, puedo ser un perrito; pero estoy dispuesta a tomar las migajas que arrojan los hijos, dame algo…

Esto nos puede servir a ti y a mí para ver cómo es nuestra oración. Porque una parte importante de nuestra oración es pedir. ¿Cuánto pedimos al Señor? A lo mejor, tu dirías: – Bueno, vengo pidiéndole al Señor la curación de tal persona o que me resuelva este problema económico o conseguir un trabajo o lo que sea… y no me lo da el Señor.

Pues, pidámosle al Señor, una fe como la de esta mujer. Pero no solamente la fe, porque la tenemos. Si tú y yo estamos haciendo oración ahora es porque tenemos fe; sino que también pidámosle esa constancia.

Esa constancia, quizá tozudez, podemos decir también que es terca la mujer sirofenicia, dice: – yo no me voy de aquí si Tú no me curas a mi hija… Así tú y yo también, día y noche.

SABER PEDIRLE AL SEÑOR

Dicen que los santos han sido personas qué han sabido pedirle al Señor. En primer lugar, conociendo su poquedad, también su menesterosidad, su indigencia, de saberse pobres pecadores que necesitan de toda la ayuda, de toda la gracia de Dios, de “Ti Señor”. Y por supuesto, de aquella necesidad particular que cada uno de nosotros tenga.

¿Qué sucede a continuación? Ante esta respuesta, el Señor le dice:

“-Anda vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija.”

(Mc7 29).

En efecto, al llegar a su casa, nos dice san Marcos:

“…se encontró a la niña echada en la cama, el demonio se había marchado.”

(Mc 7, 30).

El Señor espera de nosotros esa constancia, pero también esa humildad. Porque es un punto importante también de la sirofenicia: la humildad; que, a pesar que, el Señor la llama así, tal vez, para ponerla a prueba y en efecto, la mujer pasa la prueba. Y se da cuenta: sí, finalmente yo no soy judía… El Señor primero quiere anunciar la salvación a los judíos. Pero consigue ese milagro…

Tú y yo con esa humildad, con esa constancia, con esa confianza en Dios, conseguiremos que Él, nuestro Señor, obre esos grandes milagros, a lo mejor; pero, sobre todo, los pequeños milagros de cada día.

Aprovechemos también para pedírselos, a través, de la intercesión de nuestra Madre Santísima.


Citas Utilizadas

1 Re11, 4- 13

Sal 105

Mc 7, 24-30

Reflexiones

Señor, te pedimos que nos des constancia, humildad y confianza para pedirte que obres grandes y pequeños milagros en nosotros.

Predicado por:

P. RICARDO

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