Seguramente te ha pasado que te has conseguido en internet con información muy interesante, pero también muy inútil. Y a mí me pasó recientemente porque encontré un video que hablaba sobre las higueras.
Me pareció fascinante, pero la verdad es que esa información para mí no es muy útil o al menos no me parece ahora mismo porque en mi casa no hay higueras. Aquí donde yo vivo tampoco hay muchas higueras, al menos que yo sepa.
Aquí ni siquiera tenemos las cuatro estaciones muy marcadas. Pero la información que tenía el artículo me pareció muy interesante porque la higuera es el único árbol que da fruto dos veces al año.
Hay una primera cosecha de un fruto llamado brevas, que es hacia el final de la primavera y después hay otra cosecha, que es la de higos, ahora sí, lo que le da el nombre famoso al árbol: la higuera, que produce higos. Pero esto a finales de verano, también parte de otoño. Me pareció interesante, no sé a ti.
Por eso, el evangelio de hoy me hizo acordarme de ese artículo, porque san Lucas, cuenta que el Señor les recordó a sus discípulos esta parábola:
«Un hombre tenía una higuera plantada en su viña y fue a buscar en ella fruto y no lo encontró. Entonces le dijo al viñador: “mira, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera sin encontrarlo, por eso, córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?”
Pero el viñador le respondió: “Señor, déjala también este año, para que yo pueda cavar a su alrededor, heche estiércol, por si produce fruto. Y si no, ya la cortarás”»
(Lc 13, 6-9).
DOS OPORTUNIDADES
Hemos escuchado muchas veces esta parábola de este evangelio, pero ahora tiene un nuevo color, un detalle que me parece también interesante.
Y es que cuando el señor va a buscar fruto en su viña, en la higuera, resulta que en realidad la higuera tenía dos oportunidades de dar fruto y al parecer, por lo que cuentan acá, en ninguna de las dos veces consiguió rendir lo que se pedía de ella.
Nos habla de la paciencia. Inicialmente uno puede pensar, este hombre, dueño de la viña tenía muy poca paciencia, “bueno, como no da fruto, pues córtala”.
Resulta que paciencia sí tenía, porque tiene dos oportunidades la higuera de dar fruto. Al menos si hubiese dado brevas, que no es tan dulce como el higo, pero igual se puede utilizar, igual se puede consumir, hubiese sido, al menos, un mientras tanto.
Pero, al parecer, la parábola da a entender que ni una cosa ni la otra. Tuvo al menos dos oportunidades de dar fruto y no lo consiguió.
LA PACIENCIA DE DIOS
Por eso esta parábola habla, por supuesto, de la paciencia divina. Dios, como el dueño de la viña, muestra una gran paciencia al esperar el fruto de la higuera durante tres años. Es decir, que al menos tuvo seis oportunidades de dar lo que se le pedía.
Y esta paciencia de Dios es la paciencia que Dios tiene con cada uno de nosotros. Nos da tiempo para cambiar, para dar frutos de santidad. Y la verdad es que a ti y a mí no es que Dios nos haya dado solamente dos oportunidades al año para dar fruto. Nos ha dado… 365 oportunidades al menos, si no más.
Pero, por supuesto, que esta parábola nos viene muy bien ahora en este tiempo de Cuaresma, porque es un tiempo propicio en el que el Señor espera grandes frutos de nosotros.
Porque la Iglesia nos recomienda que arreciemos en la oración, en los sacrificios de ayuno, los sacrificios penitenciales típicos de este tiempo y también nos recomienda que vivamos la limosna. Son los tres grandes medios que por supuesto hemos escuchado tantas veces.
Pero todo aquello no para que sea una práctica externa, sino para que haya una verdadera conversión del corazón. Para que haya un fruto interno a través de esas prácticas cuaresmales. Y ¡qué asombrosa esta paciencia de Dios!
DIOS NOS EXIGE DAR MUCHO FRUTO
Aquí tengo que confesar, por ejemplo, que me pasó hace una semana, exactamente una semana, que violé, accidentalmente, el precepto de no comer carne los viernes.
Yo salgo muy temprano de mi casa el viernes, porque tengo que venir aquí al colegio muy temprano y alguien había dejado mal parado algo de la cena del día anterior. La verdad es que me provocó como desayuno. Y cuando pegué el mordisco, vi que tenía jamón.
Entonces empezamos mal el día del precepto de no comer carne los días viernes. Obviamente fue un accidente y no tiene mayor consecuencia, ¿no? Pero qué paciencia la del Señor que también soporta nuestra torpeza, nuestra estupidez, nuestra falta de orden… de lo que sea.
Dios es un Padre paciente. Pero esa paciencia también va unida a la justicia. Y Dios en justicia puede exigirnos, como el dueño de esta viña, que demos mucho fruto. Porque la verdad es que ha puesto todos los medios para que así sea.
Vamos a aprovechar esos medios que Dios nos ha dado. El viñador que le dice, “dale tiempo, dale tiempo, voy a darle medios para que dé fruto y si no, pues ya la cortarás”.
Y esos medios nos han llegado a nosotros, que son, por supuesto, los medios, los canales de la gracia. Dios nos da los sacramentos.
EXAMEN
¿Cómo vamos viviendo el sacramento de la Eucaristía en este tiempo de Cuaresma? ¿Hemos puesto mayor esfuerzo por vivirla bien, por llegar con antelación, por no aterrizar de repente allí en la iglesia?
¿Cómo hemos vivido cada comunión en este tiempo de Cuaresma? ¿Cómo hemos vivido ese acto penitencial cuando empieza cada misa, cómo nos ha ido con la confesión?
¿La hemos ido retrasando, la hemos vivido con puntualidad, hemos hecho un examen de conciencia de verdad bajo las luces que Dios nos da? ¿Hemos hecho el propósito de enmienda por el dolor de los pecados? ¿Qué medios hemos puesto para no volver a caer exactamente en lo mismo?
Contamos con la gracia de Dios para producir fruto y contamos también con la ayuda de las personas que Dios pone en nuestro camino, los directores espirituales, las personas que nos dan su consejo, incluso los sucesos de la vida que nos hacen decir, este es Dios que me está hablando para que yo pueda cambiar de vida.
Hay detalle en este Evangelio de hoy que es el de la intercesión, porque el viñador intercede por la higuera. Le pide al dueño que le dé una oportunidad más porque él va a poner los medios para que dé fruto, si es posible, dentro del el próximo año.
Y esta intercesión, los Padres de la Iglesia lo han visto siempre como esa intercesión de Cristo por cada uno de nosotros. Esa intercesión habla también de esa misericordia de Dios; la paciencia y la misericordia de Dios que está siempre dispuesto a perdonar.
Obviamente nos acordamos aquí del sacramento también de la confesión, porque ahí vemos a Dios que nos dice: “dale, te mereces una nueva oportunidad. Empezamos de nuevo, borrón y cuenta nueva”.
REFLEXIONAR SOBRE NUESTRA PROPIA VIDA
Por eso este Evangelio de hoy es buenísimo para el tiempo de Cuaresma, porque nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida, darnos cuenta de que cada día que tenemos es una gracia de Dios.
Es una oportunidad inmerecida que Dios nos da, porque la verdad es que motivos más que suficientes le hemos dado a Dios de decir: “Mira, córtala, ¿para qué va a ocupar espacio en mano, para qué va a gastar oxígeno que necesitarían otras personas?” Pero Dios sigue confiando sorprendentemente en ti y en mí.
Vamos a pedirle ayuda para que de verdad nos decidamos a poner los medios, a aprovechar esos medios que Dios nos da también en este tiempo de Cuaresma, para que podamos dar esos frutos que Dios espera.
La Cuaresma de verdad que es un tiempo propicio para examinar nuestra conciencia, para arrepentirnos de nuestros pecados, para renovar ese compromiso que queremos tener con Dios.
FRUTO INTERIOR
Fíjate que, volviendo a esta idea de la higuera, hay un detalle que me pareció muy interesante. Y es que ni el higo, ni la breva, en realidad son frutos, sino que son flores.
Lo que pasa es que son unas flores un poco curiosas, porque las flores se abren hacia fuera y esto es como una flor invertida. Entonces la semilla pareciera ser que es propiamente el fruto; es decir, que lo que se ve, en realidad es como la cáscara de un fruto que está adentro.
A mí me pareció muy bonito, porque el Señor utiliza esta imagen de la parábola de la higuera para recordarnos que el fruto que Él espera de nosotros es, sobre todo, un fruto interior.
Que estemos más enamorados de Él, que tengamos, a través de la penitencia y de la oración de la limosna, ese impulso que viene del amor de Dios para hacer cosas grandes. Si no, todo es como pura hoja, puro brillo exterior, pura apariencia.
Por eso los frutos que Dios busca son, sobre todo, frutos internos que después se van a reflejar afuera, es verdad, pero lo que Él espera es santidad, amor, justicia, servicio a los demás.
Vamos a pedirle a nuestra Madre del Cielo que nos ayude a decir: “Señor, este año sí, esta vez sí, está Cuaresma sí y, sobre todo, Señor, esta semana es Semana Santa, sí.
Yo voy a poner los medios, voy a aprovechar los medios que pones a mi disposición para poder dar frutos y esos frutos que Tú esperas de cada uno de nosotros”.
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