En las lecturas de la misa de hoy pienso que se puede ver reflejada la actitud que a veces podemos tener a la mitad de una cuaresma como la que estamos viviendo ya. que estamos viviendo la tercer semana de cuaresma de cinco que tiene y luego viene Semana Santa.
Porque quizá hemos empezado la cuaresma con grandes deseos de conversión, de purificación, de volver a Dios. Y sin embargo, notamos que no ha sucedido lo que queríamos. Bueno, eso mismo le pasó al que era el general del ejército del rey de Siria, que se llamaba Naamán.
Y cuenta la primera lectura de la misa de hoy, su historia.
“Que era un gran militar, estaba en la cumbre de su éxito. Pero sin embargo, cayó con la enfermedad de la lepra. Y en aquel entonces era incurable. Y tuviera el poder que tuviera, se iba a morir. No tenía remedio.
Hasta que una chica que era muchacha de la esposa del rey de Siria. Le dice a su señora que hay un profeta en Israel que lo puede curar, que puede curar al jefe del ejército de su señor, a Naamán. Entonces el rey hace una carta para el rey de Israel. Y no solamente hace una carta, el rey de Siria, sino que también le manda regalos.
NAAMÁN Y ELISEO
Le manda diez talentos de plata, seis mil siclos de oro, diez vestidos nuevos. Y el rey de Israel cuando recibe esto, se rasga las vestiduras porque dice: «yo no soy quién para curar a nadie». Pero se entera Eliseo, que es un hombre de Dios. Se entera de lo que está pasando y le dice Eliseo: «Mándamelo, mándame a Naamán, yo le puedo atender».
Entonces va Naamán con el profeta Eliseo y ni siquiera sale Eliseo a recibirlo, sino que le manda un mensajero a decirle: «Ve y lávate siete veces en el Jordán, tu carne renacerá y quedarás limpio».
¿Y cuál fue la reacción de Naamán? Se puso furioso y se marchó indignado. Y dice: «¡Yo había pensado que saldría a mi encuentro el profeta. Y se detendría frente a mí, invocando el nombre de Dios y frotaría con su mano mi parte enferma y diría, Señor, sánalo de la lepra. En cambio, me manda a lavarme al Jordán, como si no hubiera muchos mejores ríos en mis tierras ¿El Abaná, el Farfar, los ríos de Damasco no son mucho mejores que todas las aguas de Israel? ¿Yo podría bañarme en ellos y quedar limpio?
QUEDÓ LIMPIO
Vámonos» Dándose la vuelta y se marchó furioso. Pero sus servidores se le acercaron para decirle: «Padre mío ¿Si el profeta te hubiera mandado una cosa difícil, no la habrías hecho? ¿Cuánto más, si te ha dicho, lávate y quedarás limpio? » Y Naamán recapacita, baja, se baña en el Jordán siete veces conforme a la palabra del hombre de Dios y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño ¡Quedó limpio!
Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar se detuvo ante él, exclamando: «Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel»”.
Bien, y te decía que a ti y a mí nos puede pasar lo mismo en nuestra relación con Dios. Porque a veces estamos buscando lo extraordinario, estamos buscando como una conversión con luces y centellas. Y sin embargo, no sucede así.
Toda historia de conversión, también la nuestra, se encuentra como la historia de Naamán. Con cómplices, entre los que se encuentran personas sencillas y llenas de fe, que el Señor pone a nuestro lado para darnos consejos sencillos. Y nosotros podríamos reaccionar también como reaccionó finalmente Naamán, haciendo caso al consejo sencillo del amigo, al consejo sencillo que nos dan en una confesión, un consejo sencillo que nos puede dar un amigo que nos quiere.
CONVERSIÓN EN LO PEQUEÑO
Jesús, ayúdame a vencer la tentación de lo extraordinario. En esta cuaresma, ayúdame a encontrar mi conversión en lo pequeño, en el cumplimiento fiel de mi deber. Pienso en concreto en la Eucaristía, en la misa del domingo ¿Qué actitud tengo frente a ella? ¿Qué importancia le estoy dando yo a la misa? ¿Qué importancia le estoy dando yo a la comunión?
Y viene otra vez la reacción de Naamán:”no, es que fui a misa y duró muchísimo y hacía muchísimo calor. Y además la homilía estuvo muy larga y aburrida. O fui a misa y tenía el corazón completamente enmarañado, tenía el alma dispersa y no pienso que sea esa la solución. Y nos quedamos incluso encerrados. Mejor escucho la misa desde la comodidad de mi hogar. Y no salimos”.
Para recibir esa gracia sencilla, ese consejo sencillo de ve y lávate siete veces en el Jordán. La eucaristía es ese milagro. Porque es un pedacito de pan, es una insignificancia, físicamente hablando y sin embargo contiene a Dios, omnipotente y sapientísimo. Contiene la felicidad que estamos buscando. Que esa sí es insaciable. Para poder decir también con el salmo de hoy:
“Mi alma tiene sed del Dios vivo cuando vea el Rostro de Dios”.
VIVIR UNA VIDA ORDINARIA
Y finalmente, en el Evangelio sucede una cosa similar.
Eres tú, Jesús, que vuelve a Nazaret. Vuelves a tu pueblo y vas a la sinagoga. Y sin embargo, la gente no te cree porque eres el hijo del carpintero. Porque has vivido una vida normal en medio de ellos sin cosas extraordinarias.
Y por eso dices:
“Nadie es profeta en su tierra”.
Vamos a terminar nuestra meditación con estos propósitos. Pidiéndole mucho a Santa María que nos empuje con suavidad hacia su Hijo para que Jesús nos cure, para que Jesús logre en nuestros corazones una buena conversión en esta Cuaresma a través del cumplimiento de esas mociones divinas en el alma, que normalmente serán cosas sencillas, cosas pequeñas. Madre nuestra, gracias por haber querido quedarte con nosotros y haber vivido esa vida ordinaria a la que también yo soy invitado. Ayúdame a lograr esa conversión que el Señor me está pidiendo en esta cuaresma, a través del cumplimiento fiel, sencillo y renovado día a día de esos propósitos, de esos sacrificios que hice y que en ellos se me va la gracia que Dios me quiere dar, a través de lo pequeño de una conversión grande.
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