ESTAR PREPARADOS
A pocos días de revivir esos misterios centrales de nuestra fe, no sé si les pasa también a aquellos que están haciendo este rato de oración, en estos 10 minutos con Jesús, pero tengo muchas ganas, hambre de poder revivir esos momentos desde Tu entrada triunfal en Jerusalén: esos momentos de la Cena del Señor de la Pasión y, finalmente, poder verte en esa Resurrección.
Y ahora tenemos esa oportunidad de prepararnos, aunque a lo mejor ya lo hemos hecho, nos hemos venido preparando desde que empezó la Cuaresma.
O a lo mejor nos hemos dormido un poquito… Pero todavía quedan unos días para estar preparados, para estar listos.
Y en el Evangelio de la misa de hoy, el Señor tiene un diálogo, una conversación bastante profunda con los judíos.
LA VERDAD OS HARÁ LIBRES
“En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: – Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”
(Jn 8, 31-42).
Son unas palabras con un contenido profundo, porque es casi como una promesa:
“La verdad os hará libres”,
¡nos hará libres! ¿Y qué es esa verdad, Señor? ¿Cómo es posible que la verdad nos hará libres? ¡Ya somos libres! O acaso, ¿no somos libres?
Y eso mismo es lo que le van a refutar los judíos y le dirán:
“Pero nosotros no somos esclavos. Nosotros somos libres. ¿Cómo nos dices esto?”
Y no lo entienden.
Creo que este pasaje del Evangelio de san Juan podría ser mejor entendido si recurrimos al Libro del profeta Daniel, que es la Primera Lectura de la misa.
TRES JÓVENES DE FE
En esta ocasión, recoge un pasaje de la historia del rey Nabucodonosor, ese rey que se llevó al pueblo de Israel, lo deportó a Babilonia.
“Él había mandado hacer una estatua de oro. Quería que todos le adoraran, que les dieran tributo a esos dioses, esos ídolos”.
“Y había tres jóvenes Sidrac, Misac y Abdenago, tres jóvenes israelitas valientes, coherentes con su fe, en el Dios de Israel, que se negaron.
Entonces los llevan a la presencia de Nabucodonosor, y éste les dice: “¿Es cierto Sidrac, Misac y Abdenago que no teméis a mis dioses, ni adoráis la estatua de oro que he hecho?”
Entonces los amenaza. Les dice que, si no adoran esa estatua, van a ser arrojados inmediatamente a un horno encendido.
Y digamos, como a modo de burla, les dice:
“¿A ver que Dios lo salva?”
Y, estos tres jóvenes, nos dan una lección de fe. Porque este rey no andaba con bromas, quería matarlos si ellos no daban adoración a esos ídolos.
DIOS NOS LIBRARÁ
Entonces les viene la respuesta de esos jóvenes, y le dicen:
“A eso no tenemos por qué responderte. Si nuestro Dios, a quien veneramos, puede librarnos del horno encendido, nos librará. Y aunque no lo hiciera, que te conste, majestad, que no veneramos a tus dioses, ni adoramos la estatua de oro que has elegido”.
En ese momento Nabucodonosor lo hace. Manda a meterlos en el horno y los amarran bien. Y entonces pensando con mucha crueldad, dice que al horno lo enciendan siete veces más, para que no quede nada de ellos. No hay manera de escapar y que sufran mucho.
“Pero luego, Nabucodonosor, al asomarse al horno, ve que había tres hombres y un cuarto personaje. Y entonces pregunta: ¿Qué es esto? Porque hay cuatro hombres y yo he metido a tres”.
Y resulta que era un ángel que estaba allí con ellos. Y entonces Nabucodonosor, sorprendido por este hecho sobrenatural, los saca y tiene una conversión.
UNA FE DE VALIENTES
Pero el rey se queda tan sorprendido que dice:
“Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdenago que envió un ángel a salvar a sus siervos.
Que, confiando en Él, desobedecieron el decreto real y entregaron sus cuerpos, antes que venerar y adorar a otros dioses fuera el suyo”.
Es la fe la que les da esa valentía, ese no tener miedo a la muerte. No tener miedo al dolor. Antes prefieren morir que desistir de su fe, que apostatar de su fe.
Eso me recuerda a unas palabras que repetía un joven santo, un joven italiano que se llamaba Domingo Savio.
ANTES MORIR QUE PECAR
Santo Domingo Savio, que fue, diríamos, alumno de san Juan Bosco, de Don Bosco. Y este joven siempre repetía: “Antes morir que pecar”.
Qué bonito propósito para esta Cuaresma. Aunque uno puede pensar, pero yo a lo mejor me caigo, o a lo mejor peco. Y aunque siempre me confieso de esto todas las semanas o cada mes…
Pero siguiendo ese ejemplo de Domingo Savio, siguiendo ese ejemplo de esos tres jóvenes, pensemos que no nos va a faltar la ayuda de Dios. Pensemos que tenemos todos los medios sobrenaturales a nuestro alcance.
Aunque en algunos lugares, en esos tiempos de la pandemia están escasos y quisiéramos confesarnos.
Pero seguramente, en cuanto termine ese periodo de aislamiento (dependerá de cada país), seguro una de las cosas que querrás hacer es, ir a confesarte. Ir a vivir y asistir a la Santa Misa.
UN GRAN PROPÓSITO
“Antes morir que pecar”: ¡Qué buen propósito, Señor! Aleja de mí toda tentación, y si se presenta la tentación, pues venceré con Tu fuerza, con Tu ayuda.
Es lo que hacen estos tres jóvenes, no le tienen miedo a la muerte, creen que Dios los va a librar. Y si no lo hace, pues le han sido fieles. Han combatido hasta el final. Han estado en la verdad. Y esa es la verdad que esos tres defienden hasta el final. Y que Dios los premia.
Esa es la verdad de la que nos habla Jesús. La verdad de Dios. Que tú, Jesús, eres nuestro Dios y que no vale la pena ir detrás de esos ídolos hechos por la mano del hombre.
De esos bienes, de esas cosas donde a veces podemos poner nuestro corazón y nuestras esperanzas. O en ese placer, ese dinero, ese poder, o en esa soberbia.
ÍDOLOS DE NUESTRO TIEMPO
Pequeños o grandes ídolos fabricados con la mano del hombre que a veces o muchas veces adoramos. A veces como pequeñas imágenes, pero que no son Dios, que no son la verdad, que no hablan, aunque tengan boca, que no ven, aunque tengan ojos.
Solo en la verdad, solo unidos y metidos en Dios, podremos ser libres. Y es verdad esto, Señor, porque cuando uno está en pecado, no es libre. El alma no está contenta, aunque a veces se puede acostumbrar a estar en el pecado, pero no hay alegría.
En cambio, experimentamos esa alegría de estar en gracia, aunque haya dificultades. Ahora mismo, Señor, hay muchas dificultades, no podemos circular libremente y, cuánta gente, Señor, que ahora mismo está padeciendo por no tener un trabajo estable y no tiene dinero para comer, pagar la luz, el agua y lo están pasando muy mal…
NUESTRA ORACIÓN PARA LOS DEMÁS
“Aprovechamos los que estamos haciendo este rato de oración para pedirte por todas las personas que están sufriendo económica y físicamente, en la enfermedad o que incluso, ya hayan podido sufrir la pérdida de algún familiar. Te pedimos por todos ellos, Señor”.
Y aunque estemos en esas dificultades, aunque encontremos esa cruz, podremos ser felices si ponemos nuestra esperanza, si ponemos nuestro corazón en Ti, porque Tú eres esa verdad, Jesús, que nos hará libres, que nos hace libres.
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