DEJANDO HUELLA
De niños aprendimos a hacer el signo de la Cruz en la frente, en los labios, en el corazón. Por la señal de la santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Esto lo pedimos todos los días al persignarnos o al recibir la bendición de nuestros papás.
Es muy bonito comprobar cómo mucha gente, por ejemplo, cuando habla con sus papás por teléfono, sean unos viejos o no –digo los hijos, no los papás- le piden la bendición: “Papá, la bendición. Mamá, la bendición.” Es muy bonito.
O cuando en la calle uno ve una mamá bendiciendo a su hijo o a su pequeña hija.
La Cruz. Hoy es la fiesta de la exaltación de la santa Cruz. Y ahí vemos Jesús, a la Cruz en los altares. La vemos en muchos caminos; vemos muchas cruces en lo alto de las montañas.
“La Cruz es el instrumento para levantar a los que yacen, el apoyo de los que se mantienen en pie, el bastón de los débiles, la guía de quienes se extravían, la meta de los que avanzan, la salud del alma y del cuerpo, la que ahuyenta todos los males, la que acoge todos los bienes, la muerte del pecado, la planta de la resurrección, el árbol de la vida eterna.”
(San Juan Damasceno, De fide ortodoxa 4, 11).
¿QUÉ PODEMOS DECIR DE LA CRUZ?
Ahí está. La cruz lleva dos mil años sin modificarse. Sigue estando formada por un tramo horizontal y un tramo vertical. Todo el mundo tiene una: en su habitación, colgada en su pecho en una cadenita… todo el mundo.
Muchas personas tienen una en el bolsillo… Yo tengo una en el bolsillo de mi sotana siempre o en la cartera. Señor, todos tenemos una cruz, todos sabemos qué es una cruz, todos miramos una cruz.
Hoy vamos a mirarla más. Hoy vamos a contemplarla y vamos a pedir al Señor que entendamos más la Cruz, el misterio de la Cruz. La santa Cruz, que fue el instrumento de nuestra salvación.
Dice un padre de la Iglesia (puede ser el mismo san Juan Damasceno, no lo sé):
“Si el árbol, a cuya sombra pecaron de desobediencia nuestros primeros padres, fue causa de perdición, el árbol de la Cruz es el origen de nuestra salvación eterna”.
LLEVARLA CON GARBO
Jesús, pusiste la salvación del género humano en el árbol de la Cruz, en esos maderos. Y esta meditación se titula: La marca de la Cruz, la Cruz como marca.
Es la marca, desde luego, más famosa de la historia. Imagínate cualquier otra marca de algún producto que te imagines en este momento, no es nada en comparación con la Cruz.
¡La Cruz lleva siendo la marca más importante de toda la historia! Todo el mundo identifica una; inmediatamente, sabe a qué se refiere. Se dirige a Jesucristo, nos habla de Jesucristo, del Redentor.
¿Y qué buscan las marcas, por ejemplo, en sus redes sociales? Seguidores. Y más allá, consumidores.
Pues esta es la pregunta de esta meditación, de este ratico de oración: Señor, ¿yo sigo la Cruz? ¿La Cruz tiene para mí un sentido de pertenencia? ¿Es para mí un símbolo de vida, de esperanza, de salvación?
Antes de hacerme estas preguntas debo quizá preguntarme: ¿Cómo se presenta en mi vida la cruz? ¿En mi vida se ha presentado? ¿Yo he sentido el peso?
Y se presenta en nuestra vida de muy diferentes maneras: enfermedad, pobreza, cansancio, dolor, desprecio, soledad… Señor, que hoy pueda examinar en mi oración si he tenido estas experiencias y preguntarme cuál ha sido mi disposición ante esa cruz.
Que es difícil, claro y que es dura, por supuesto, pero que llevamos con amor. Porque esa cruz si es nuestra, es muy pesada, pero si es de Jesús, es suave y ligera. Si es la tuya, Jesús, se convierte en fuente de purificación, de vida y también de alegría.
Doy gracias a Dios por tenerla. Y la cruz, vuelvo a decir, es difícil. Un fracaso, un dolor, una contradicción.
Pero, Señor, si esto me acerca a Ti, ahí sí que está presente la Cruz. Porque estar en la cruz es estar con Jesús, es estar junto a Jesús.
EXALTACIÓN
Hoy te pedimos en la oración colecta de la misa:
“Oh Dios, que para salvar al género humano has querido que tu Unigénito soportara la cruz, concede a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de su redención.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Hoy la Iglesia le pide a Jesús, conocer el misterio de la Cruz, que Él nos conceda este favor, esta gracia: conocer su misterio. Exaltar la Cruz. Esto es algo que también vale la pena pensar.
Señor, yo, además de sostener la Cruz, de tenerla, ¿la exalto? ¿La pongo sobre lo más alto en mi vida? ¿Y por qué ponerla en lo más alto? (Exaltar es poner en lo más alto).
Me contaba un sacerdote que leyó una frase que le impactó: que Dios nos espera en aquellos lugares donde más miedo nos da ir. A Jesús le dio miedo ir a la cruz. Jesús, a Ti te dio miedo.
Señor, le pedías a tu Padre:
“Haz que pase ni este cáliz”
(Mt 26, 39).
Yo no quiero ir a la cruz, me da miedo. Pero allí subió Jesús. Jesús quiere exaltar, ponerse en lo más alto. Dios quiso poner a Jesús, a su Hijo, en lo más alto. ¿Para qué? Para que nosotros tuviéramos un punto de referencia para mirar cuando haya tristeza, dolor, incertidumbre.
AMOR Y PACIENCIA
Me contaba una mamá del colegio que cuando le diagnosticaron cáncer, tipo de leucemia, a su pequeño hijo de poco más de un año (era un bebé, un niño y ya tenía leucemia), ella se derrumbó y fue a buscar un sacerdote quien la atendió en una salita.
La escuchó y cuando terminó de hablar, le dijo: ¿Tú ves esta cruz que está aquí en esta oficina? Pues esta cruz no es dolor, esta cruz es amor.
Y esa mamá dice que eso le ayudó para todo el proceso de quimioterapia de su hijo (que fue tremenda porque fueron 60 quimioterapias hospitalarias), tuvo que ir al hospital por más de ocho meses.
LLEVARLA CON DIGNIDAD
Bueno, el niño sigue en tratamiento, pero digamos, ya ha superado un proceso de dos años intenso; tiene que seguir en revisiones y todo, pero el niño está muy bien, está estudiando y es un fenómeno, es una belleza.
Entonces, ella decía que desde ese momento sintió que esa Cruz que estaba padeciendo su hijo y también ella y su familia, era una manera de llevar con amor la Cruz de Jesús, porque Jesús llevó la cruz por amor. Jesús murió por nosotros en esa cruz y cargó esa cruz por amor, por nosotros.
Jesús, ayúdanos a mirar el sufrimiento, el dolor, la enfermedad, un revés profesional, un disgusto familiar o cualquier otra contingencia desfavorable como una oportunidad para abrazarnos a la cruz.
“El dolor no es dolor cuando lo abrazamos en unión con Jesús. La cruz no es algo de lo que hay que huir, sino algo que hay que recibir con amor. Y entonces, la cruz es de Cristo, la lleva a Él y, por tanto, no pesa”
(San Josemaría)
Mañana es domingo, por lo que no celebramos a la Virgen Dolorosa. Pero el día después de la santa Cruz siempre está presente también la Virgen. ¿Por qué? Porque la Virgen siempre está al pie de la Cruz.
Vamos a pedirle a nuestra Madre que nos consuele cuando sintamos el peso de la Cruz y que nos ayude a experimentar también que ese es un signo del amor de Dios por nosotros, una caricia que recibimos y que podemos cargar con Él para corredimir también a la humanidad.