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P. Santiago

5 min

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LA ORACIÓN DE LOS QUE ESTÁN SOLOS

En esta época de fiesta, hay muchos que no están en familia, que buscan salud en algún hospital; otros que trabajan como una semana más del año. Allí les sale, al encuentro, Jesús recién nacido.

Estoy haciendo este rato de oración, estos 10 minutos con Jesús, delante de un Pesebre chiquito, empotrado en una chimenea, con un fondo verde que simula unas montañas verdes.  Una chocita que simula también el Pesebre, que sería eso: un establo.

Al fondo como de un retablo, se ven unas casas.  Incluso, hay algunas montañas nevadas.  Aparecen ya los Reyes acercándose y “miro Jesús Tu pobreza, Tu humildad; la paciencia y el cariño de María, de José.

El asombro de los pastores que se acercan, alguno con una canasta llena de frutas; otro, con unas gallinas, con unos pollos en sus manos.  Otro que carga un corderito chiquito, que seguramente te haría gracia Jesús”.

DESCANSO PARA MUCHOS, PERO PARA OTROS NO

Pienso en aquellos que, en este momento, están haciendo este rato de oración en los hospitales; los enfermos, los que están solos, los que están trabajando fuera de sus familias, fuera de sus ciudades donde están sus familias.

Los militares que están con sus uniformes y haciendo su trabajo protegiendo a la población.  Los vigilantes, los que están en las casetas de los peajes, los que están atendiendo una farmacia…

“Porque Señor, estos días son días de fiesta, son días de descanso para muchos, pero para otros no”.

Otros tienen que seguir en otras circunstancias, de pronto que muchos no nos damos cuenta y nos sostienen a todos con su trabajo, con su oración, con sus sacrificios…

ORACIÓN DE FAMILIA JOVEN

¿Cómo será la oración de estos días, por ejemplo, de una familia joven: padre, madre y su hijo recién nacido, que el primer 25 de diciembre tienen que pasarlo en un hospital?

Pues una oración, seguramente, muy parecida a la de José, a la de María, contemplando a su Hijo desvalido, con frío, indefenso…

Pero qué bueno que todas estas personas que ahora están haciendo este rato de oración, que se sientan acompañados por todos en 10 minutos con Jesús; se metan en el Belén, se metan en el Pesebre y se identifiquen con Jesús, con María y con José.

SOMOS UNA FAMILIA

gracia

Hoy queremos todos, en 10 minutos con Jesús, tenerlos presente, que se vengan con el corazón a celebrar con todos; somos una familia en Cristo.

“¿Por qué no Señor soñar con que todos, después, nos encontremos en el Cielo y estemos todos junto a Ti, a María, a José, como hemos procurado hacer estos días?

Ya se está acabando el año, ¿cuántos 10 minutos con Jesús hemos pasado durante este año? ¡Qué maravilla! ¡Qué delicia Señor poder hablarte cada día; todos los días!”

Incluso, yo lo hago en este momento, en un ambiente muy rural.  No sé si a lo lejos escuchas a los pajarillos.  He dejado una ventana abierta para que se escuchen a propósito, porque casi siempre grabo la meditación en una sala o en mi habitación a puerta cerrada, pero esta vez quise abrir un poco la ventana (también para que refresque, porque hace un poco de calor).

¿DÓNDE HACEMOS ORACIÓN?

“Señor, ¿en cuántos ambientes no nos has pillado este año haciendo un rato de oración?” En el carro o mientras hacemos cualquier cosa en la mañana o si algunos hacen ese rato de oración por la tarde…

¡Cuántas cosas! ¿Con qué naturalidad Señor hemos aprendido y estamos aprendiendo a hablar contigo en los momentos y en las circunstancias más normales, más cotidianas?

Ahí Tú sales a nuestro encuentro; ahí es donde Tú quieres que te busquemos también.

SAN LUCAS

En estos minutitos quería detenerme en el Evangelio de hoy, es una escena entrañable.  Lo cuenta san Lucas:

“En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser.  Era una mujer muy anciana.  De jovencita había vivido siete años casada y luego viuda hasta los 84.

No se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.  Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del Niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén”

(Lc 2, 36-38).

Hablaba del Niño a todos… “porque, Señor, cuando de verdad se te conoce, no se puede dejar de darte a conocer.  Cuando nosotros te conocemos bien, tenemos que darte a conocer, allí donde estemos, a las personas con las que nos crucemos.

Sobre todo, a las personas que dependen de nuestro cariño, de nuestra amistad, de nuestro trato…”

“Es muy importante que te acerquemos a Ti a esas personas, pero a esas personas también las acerquemos a Ti con nuestra amistad, con nuestro trato cordial”.

Continúa el Evangelio:

“Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor, se volvieron a Galilea -a su ciudad de Nazaret.  El Niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo acompañaba”

(Lc 2, 39-40).

EL NIÑO CRECÍA Y SE LLENABA DE GRACIA…

gracia

“Es muy bonito ver como Jesús, Tú, perfecto Hombre, ibas creciendo.  Te ibas llenando de gracia, ibas siendo contemplado por esos ojos virginales de nuestra Madre”.

En nuestra oración personal, podemos también muchas veces conversar con ese Niño… ¡Qué delicia! ¡Qué delicia!

Me acordaba (y lo decía al comienzo de este rato de oración) de esa familia joven que pasó su primera Navidad con su hijo hospitalizado y han mandado un video hace pocos minutos, con el niño ya queriendo hablar.

Apenas tiene tres meses y ya grojea, ya mueve sus manitos, ya hace todo tipo de sonidos.  Sonríe, hace fuerza, hace pucheros… y esos papás jóvenes, no dudan de hablarle, de contarle cosas, de cantarle, de hacerle ruido…

HACER ORACIÓN DELANTE DE UN PESEBRE

Nosotros también queremos hacerlo estos días con Jesús.  Por eso, qué bueno es hacer un rato de oración delante del Pesebre y meternos en la escena y querer acercarnos a contemplar al Hijo de Dios hecho Hombre.

María lo hizo durante muchos años y ella puede guiarnos de su mano.  También podemos acudir a san José y también vamos a acudir hoy a Ana, esa ancianita que servía a Dios y que hacía mucha oración.

Por tanto, estaba preparada ya para encontrarse con Cristo y decirle que todo su corazón era para Él.  Que todos sus ojos eran para Él; que todos sus sentimientos eran para Él.

Vamos a pedirle a esta anciana, viuda, que nos enseña a tratar así a Jesús y que nos enseñe, con ese asombro de haber conocido a Jesús, de haberlo tratado, de llevar ese mensaje a todas las almas, a todas las personas.

Sobre todo, a las que dependen de nuestro trato, de nuestro cariño, de nuestra amistad…

Volvemos a recordar a todos aquellos que no la están pasando tan bien como muchos: a los enfermos, a los que están solos, a los que están trabajando… y queremos unirnos también a su oración.


Citas Utilizadas

1Jn 2, 12-17

Sal 95

Lc 2, 36-40

Reflexiones

Señor, que yo sepa acercar a las personas a ti, sobre todo, a las personas que dependen de mi cariño, de mi amistad, de mi trato.

Predicado por:

P. Santiago

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