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LA PEOR CEGUERA

milagros

La falta de fe es la peor ceguera y lo peor que nos puede pasar en esta vida. Hoy intentaremos meternos en la piel del ciego de Jericó. No sabemos cuánto tiempo llevaría con la ceguera, a lo mejor era de nacimiento, no sabemos si tenía familia o si vivía solo.

Probablemente había intentado curarse, pero ningún médico lo había conseguido. La sensación que tenemos todos es que por cómo reacciona es que estaba desesperado. Por eso, cuando escucha que está pasando, Jesús empieza a gritar:

“- ¡Hijo de David, ten compasión de mí!”

( Lc 18, 39).

Repetí vos también: “-Hijo de David, ten compasión de mí.” Porque, como te decía, la peor ceguera es la falta de fe. Queremos renovar nuestra fe, Señor, y de eso se trata también nuestra oración.

La oración es el aliento de la fe, decía el Papa. La fe es un grito, la no fe es sofocar ese grito. Hoy le pedimos al Señor que nos renueve esa fe, nuestra fe en la Iglesia. Porque como cada 18 de noviembre, hoy también celebramos la fiesta de la dedicación de la Basílica de San Pedro y San Pablo.

Dos templos en Roma que contienen los restos de estos dos grandes del cristianismo. La Basílica de San Pedro en el Vaticano fue construida sobre la tumba del Apóstol, que murió crucificado con la cabeza hacia abajo.

Luego, en el año 323, el Emperador Constantino mandó construir una gran Basílica encima de esa primera Iglesia. La actual Basílica de San Pedro demoró 170 años y muchos artistas trabajaron en ella misma: Bramante, Rafael, Miguel Ángel, incluso Bernini estuvieron trabajando durante muchísimos años.

Tiene 212 m de largo, 140 de ancho y 133 m de altura en su cúpula. No hay templo en el mundo que iguale su extensión.

AMAR LA IGLESIA

Por otro lado, la Basílica de San Pablo Extramuros, donde está san Pablo. Pensamos también como esa misma Iglesia que fue decorada después de una gran destrucción por un incendio, fue recién consagrada de vuelta por León XXIII en el año 1854.

Un dato interesante que quizás sabes es que debajo de las ventanas de la nave central y las naves laterales, en mosaicos, se encuentran los retratos de todos los papas, desde san Pedro hasta el actual, el papa Francisco.

En el año 2009 el papa Benedicto XVI nos pedía esta fiesta, la fiesta de hoy. Nos brinda la ocasión de poner de relieve el significado y el valor de la Iglesia. Les decía a los jóvenes: – Amad la Iglesia, cooperar con entusiasmo en su edificación.

O, como decía san Pablo, buscar en todo la Gloria de Dios. De eso se trata también este rato de oración, de renovar nuestra fe, porque es la peor ceguera la falta de fe.

Se trata de vivir y formar una vida entregada a Dios con todo lo que lleva consigo, con todo y con todas las letras, podríamos decir: con una vida orientada, buscando a Dios en lo que hacemos, en lo que conocemos, en los que servimos.

Dios espera mucho de cada uno. ¿Rectificamos a veces cuando nos falta esa búsqueda de Dios en nuestra vida? Pienso ya en este final de año, cómo rectificamos también nosotros.

UNIDAD DE VIDA EN LA IGLESIA

Quizás has ido a una Iglesia antigua y has visto los vitrós que tienen con las vidrieras. Que desde afuera se ve una cosa y desde dentro se ve otra muy distinta. Desde afuera se ve, no sé, a veces un poco de vidrios, un poco de hierros o cosas que no se entienden.

Pero si uno la vida desde adentro encuentra todos los colores que tiene, descubre también la maravilla que es la Iglesia. Lo mismo decía san Pablo, esa maravilla de edificio, ese cuerpo bien ensamblado, esas cosas sin mancha, ese gran misterio que es la Iglesia se aprecia cuando la vemos desde adentro, cuando dejamos que los rayos del sol iluminen los vitros, iluminen las vidrieras, para ver también la verdadera imagen de la Iglesia.

Nosotros queremos vivir esa unidad de vida en la Iglesia y ser enteramente de Dios. Que Dios entre por nosotros y también nosotros actuemos en consecuencia, que no nos olvidemos de lo que nos pide el Señor y que sepamos rectificar lo que haya que rectificar en nuestro trabajo, en nuestro apostolado, en lo que sea.

Como dice la estampa de san Josemaría: “(…) haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, …” Vos, ¿querés también transformar todo en ocasión de amar a Dios?

Cuentan de san Josemaría que iba a veces a la Plaza de San Pedro. Y de cara a la Basílica rezaba el Credo. Cuando llegaba el momento de decir creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica intercalaba, repitiendo tres veces: -Creo en mi Madre la Iglesia Romana… y proseguía: una santa, católica, apostólica, y para cerrar, a veces, esa letanía, decía: a pesar de los pesares, en italiano: malgrado tutti.

DIOS ILUMINA

Bueno, un día, en el año 1948, san Josemaría le comentó esto un Prelado romano y le dijo esa devoción que tenía y le preguntaron qué significa ese malgrado tutti. Bueno, a ver si se explica mejor, pero malgrado tutto, todo o todos.

Porque en realidad san Josemaría le decía: sus errores y los míos, todos sus errores y todos los míos, a pesar de esos pecados, a pesar de esas debilidades, los tuyos y los míos, de nuestros errores no dejan que sea santa la Iglesia; de que la Iglesia sea bella.

Por eso, aunque a veces parezca oscurecerse o que desde afuera se vea muy oscura, desde dentro sabemos que Dios ilumina. Es Dios el que ilumina la Iglesia, y si nosotros somos templo de Dios, quizá también debamos preguntarnos si estamos lo suficientemente adornados con virtudes, con deseos, con ilusiones, para vivir esa unidad de vida y amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. De modo absoluto, no más o menos, del todo y para siempre.

De lo que nuestra parte corresponde a veces, bueno, estaremos a medias, pero queremos, Señor, servirte de verdad.

Fíjate, en Roma no se conservan tumbas de los primeros mártires, porque no se permitía el culto, pero hay dos excepciones. Una es la tumba de san Pedro, el primer Papa que está guardada ahí, en la Basílica de San Pedro. Me acuerdo cuando estaba en Roma que iba a visitarlo con frecuencia.

Y la otra excepción es san Pablo, que también está enterrado ahí, en Roma, a las afueras de Roma, fue martirizado. Fue llevado después a esa Iglesia, a esa Basílica, también están ahí los restos.

A san Pedro le dieron sepultura en un cementerio público primero, en la Colina Vaticana, junto a la Vía Aurelia. Y San Pablo está decapitado y depositado y sepultado en la Vía Ostiense, muy cerca del río Tíber.

EL ALCANCE DE NUESTRA ORACIÓN

Quería volver al Evangelio de hoy, porque, al fin y al cabo, ese querer ver ese quitar la ceguera es también lo que nos muestra el ser cristianos. Lo que pide el ciego al Señor no es solo, sino luz.

Quiere ver el ciego y como cristianos, nosotros también queremos ver.

“Señor, que vea”

(Lc 18, 41),

le dice al ciego y Jesús le recobra la vista y le dice:

“Tu fe te ha salvado.”

(Lc 18, 42),

y al instante recobró la vista.

Nosotros también, en esta fiesta de la dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo, queremos recobrar nuestra vista. Queremos volver a ver. Tener audacia para pedir lo que Dios quiere.

San Juan de la Cruz solía repetir, de mil maneras, que el alcance de nuestra oración es proporcional de lo que esperamos. O sea, si uno va a pedir poca agua recibirá poca agua, si no va a pedir mucha agua, recibirá muchísima agua y si uno pide mucha luz, recibirá muchísima luz.

TENEMOS NECESIDAD DE DIOS

Por eso el Señor, que lo había escuchado desde el comienzo, le deja que persevere en la oración. Y continúa san Josemaría, eso sirve igualmente para vos, Jesús percibe instantáneamente la llamada de nuestra alma, pero espera. Quiere que estemos del todo convencidos de la absoluta necesidad que tenemos de Él. Quiere que le supliquemos obstinadamente como ese ciego al borde del camino.

Vamos a pedirle a Nuestra Madre para que sepamos pedir de esta manera: obstinadamente al borde del camino, en medio de la calle.

Nuestra Madre María también rezaba incesantemente y lo sigue haciendo. Le pedimos a ella que también descubramos, para que nuestra relación sea una dimensión de necesidad, una dimensión de necesidad de Dios.

Acudimos a santa María, Madre de la Iglesia, ella, que también vivió con naturalidad acompañando a los apóstoles, que nos ayude a vivir también como hijos necesitados de la Iglesia. Porque la falta de fe es la peor ceguera y lo peor que nos puede pasar en esta vida. Que sea santa María la que nos renueve la fe, nos dé una fe vibrante y así vivir como hijos de Dios en la Iglesia.

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