ACCIÓN DE GRACIAS
“Te doy gracias Padre, Señor de Cielo y Tierra porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”
Hemos leído en el evangelio de hoy, es la acción de gracias que puede hacer una persona sencilla, que se da cuenta que el Señor la tiene en cuenta y que incluso el Señor le da unos conocimientos superiores a los que puedan tener los grandes entendidos de la Tierra, o sea las personas que por su situación social los grandes entendidos se consideran más importantes.
Hay muchos que se creen que son ellos los que saben y al ver al resto de arriba para abajo como unos pobrecitos, peyorativamente hablando, piensan que ellos son superiores.
TENDEMOS A COMPLICARNOS
Dejando de lado las diferencias que puedan haber por la raza, lugar de nacimiento o condición social, debemos advertir que todas las personas tenemos tendencia a complicarnos y crearnos problemas que perjudican nuestra relación con Dios y con las demás personas.
Y entonces se originan conflictos que para algunos pueden ser insuperables. Cuando se pierde el sentido del pecado con la lucha contra el pecado personal no es la adecuada o la suficiente, la complicación es originada por la soberbia, que es el pecado más grande.
JESÚS VIENE A DESCOMPLICARNOS
La persona que no combate la soberbia se pierde y se mete en un laberinto. Precisamente Jesús viene para combatir el pecado y para descomplicar al hombre.
El pecado ciega, aplasta, hace agresiva a la persona en unas ocasiones o en otras ocasiones depresiva; entra en grandes desánimos o pesimismos difíciles de superar.
Es que el pecado enreda y complica todo, cuando no se combate a tiempo se pierde y no se puede avanzar, aunque el pecador tenga grandes pergaminos por su capacidad intelectual o por su capacidad artística, aunque sea una persona culta y muy bien situada en la sociedad.
El pecado lo tumba.
Cuando la persona descubre el sacramento de la confesión, encuentra el medio para descomplicarse y ganar, junto a la virtud de la sencillez y entonces adquiere esa virtud, va creciendo en esa virtud y al mismo tiempo va serenándose y va llenándose una gran paz.
QUE SEAMOS SENCILLOS
El Señor nos pide ser sinceros y sencillos, decir la verdad, no mentir, ser transparentes y ser honrados.
Cuando le preguntan a Jesús:
“¿Quién será el mayor en el Reino de los Cielos? Jesús llamó a un niño y lo colocó delante de ellos y dijo en verdad les digo que si ustedes no son semejantes a los niños en la sencillez y en la inocencia no entrarán en el Reino de los Cielos”
Encontrar una persona sencilla, transparente, sin pliegues, es muy agradable e inspira confianza. Una persona sencilla que es recta, no necesita engañar a nadie porque está buscando siempre el bien de las personas, en cambio, quien no es recto, quien no busca el bien de los demás, sino su propio bien, encontrará en los demás un obstáculo para sus intereses.
NO SOBERBIOS
Nadie está de acuerdo en ser vida de egoísmo del otro, el egoísta se ve obligado a engañar, para él la prudencia se transforma en astucia, está viendo la manera de salir airoso, salir adelante y engaña, miente, hace trampa, en cambio, la sencillez: la persona sencilla no es astuta, la persona sencilla no vive victimizandose, utilizando continuamente mecanismos de defensa, la persona sencilla es una persona transparente, que está serena, tranquila, mirando la realidad, tratando de ayudar, de comprender, de ver cómo puede echar la mano en una cosa o en otra, en cambio la persona que ha perdido la sencillez, utiliza diversos mecanismos para aparentar, exagera, cuenta cosas, cuentacuentos, es pedante, se escucha a sí misma y da entender que sabe más de lo que realmente sabe, es la soberbia.
Se esfuerza, pone cosas artificiales, llama la atención con alardes, con planteamientos ilusorios.
Y una persona que ha perdido la sencillez, además quiere amarrarlo todo, controlarlo todo, porque desconfía, no se fía de los demás, cree que los demás pues están contra él, que los demás le van a hacer daño, quiere poner demasiadas reglas para cubrirse del daño que piensa le pueden hacer los otros.
LA FALTA DE SENCILLEZ
A esas cosas lleva la falta de sencillez, a esas complicaciones, incluso pues también esa persona que no tiene sencillez, utiliza la ironía, la burla, para desacreditar, para descalificar a las personas, porque se compara y no quiere que nadie sea superior a él. Cuida que nadie le gane, no vaya a perder su prestigio y entonces mete pues la ironía, mete la broma, mete la burla para desacreditar.
UNA PERSONA SENCILLA…
En cambio, una persona sencilla se olvida de sí misma, no está pensando en sus éxitos, en su honor, está pensando en los demás, sabe escuchar a los demás y valorar a las personas, valorar otros puntos de vista, se deja aconsejar y siempre está aprendiendo de unos y de otros, aprende de los mayores y de los más jóvenes, de todos.
Porque en la persona sencilla, la humildad está ahí.
Es humilde saber reconocer y es realista.
La sencillez no puede fingirse, no es un disfraz, no es una postura, no es algo que uno se coloca, sino viene de dentro, cómo está la persona por dentro, cómo está su corazón, cómo está su cabeza.
DIOS NOS HACE SENCILLOS
Si Dios está con nosotros, Dios nos hace sencillos.
El Espíritu Santo que santificador consigue, nosotros tenemos que ser muy dóciles al Espíritu Santo, para llegar a esa gran virtud de la sencillez.
La sencillez que se opone al doblez, a la doble vida, es sencilla la persona que tiene unidad de vida las 24 horas del día pues es la misma persona y su amor a Dios y su amor a los demás es auténtico y se nota.
Uno puede notar una persona sencilla cómo quiere Dios y cómo quiere a los demás, no se arma complicaciones y sabe querer a todos y no se está fijando en simpatías o antipatías, sabe poner la caridad, la comprensión para poder ayudar a todas las personas.
No tiene miedo tampoco la persona sencilla, a que la conozcan como es, como es realmente, o sea que actúa con la naturalidad del amor y entonces siempre es amable, alegre, transmite paz y crea espacios de libertad, qué importante es la libertad, sentirse libre, uno se siente libre con una persona sencilla.
Los santos tenían defectos, todos tenemos muchos defectos, los santos también pero eran sencillos, transparentes.
DIOS DA LA GRACIA A LOS HUMILDES
La persona sencilla tiene fuerza, tiene poder, precisamente por ser sencilla, no tiene nada que ocultar y además Dios da la gracia a los humildes, o sea, recibe con la gracia el poder que que Dios da a través de la gracia para poder luchar mejor.
Y entonces una persona sencilla con qué facilidad se convierte en instrumento de Dios, trabaja para Dios y trabaja a gusto para Dios.
Qué bonito es ver una persona que trabaja para Dios, una persona sencilla.
Un ejemplo de sencillez es la Virgen María, ella era totalmente sencilla, no tenía ningún pliegue, ninguna complicación, la Esclava del Señor, dedicada a Dios plenamente y es Madre Nuestra y está siempre a nuestro lado.
Vamos a pedirle a Ella que nos haga ganar en esta gran virtud de la sencillez que es como la sal de la perfección.