JESÚS ES LA VERDAD
Hoy escucharemos en la Santa Misa el relato de San Juan que nos dice:
“En aquel tiempo algunos de entre la gente que habían oído los discursos de Jesús decían: Éste es de verdad el profeta.
Otros decían: Éste es el Mesías.
Pero otros decían: ¿Es que de Galilea va a venir el Mesías?
¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de David?
Y así surgió entre la gente una discordia por su causa.
Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del Templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos y éstos les dijeron: ¿Por qué no lo han traído?
Los guardias respondieron: Jamás ha hablado nadie como ese hombre.
Los fariseos les replicaron: ¿También ustedes se han dejado embaucar?
¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él?
Esa gente que no entiende la Ley, son unos malditos.
Nicodemo, que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseos, les dijo: ¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?
Ellos le replicaron: ¿También tú eres Galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen los profetas.
Y se volvieron cada uno a su casa”.
(Jn 7, 40-53)
Este pasaje que nos trae el evangelista San Juan, muestra una vez más esa diversidad de apreciaciones, de opiniones acerca de Jesús. Muchos ignoraban, y además no se tomaban ninguna molestia para averiguar la verdad; muchos ignoraban que había nacido en Belén, la ciudad de David, donde según la profecía de Miqueas, debería nacer el Mesías.
Una ignorancia culpable, se puede decir, y era la excusa de aquellos para no aceptarle como el Mesías, como el Cristo. Otros, sin embargo ante el milagro del Señor, entiende que Él debe de ser el Mesías.
VER LA VERDAD
Lo que ha sucedido a lo largo de estos 2000 años de historia. El cristianismo, donde hay muchas diversas opiniones acerca de Jesucristo. Algunos lo consideran exclusivamente como un hombre extraordinario, bueno, con una doctrina elevada, que les sirve para no comprometerse en que, efectivamente, su grandeza le viene de ser el Hijo de Dios y vivir su Doctrina es vivir un compromiso con la verdad y sobre todo, que es un mensaje de salvación.
Nos fijamos aquí en el chismorreo que había entre aquellos que no querían aceptar al Señor. Muchas veces un chismorreo acompañado de injuria o de difamación, incluso desprecio contra el pueblo que pensaba que el Señor era el Mesías, llegando hasta la calumnia en algunos casos.
BUENA FAMA Y REPUTACIÓN
Todos tenemos derecho a la buena fama, a la buena reputación. Es fácil caer en el juicio temerario: admitir como verdadero sin tener fundamento suficiente un defecto moral del prójimo; o caer en la maledicencia: el que sin razón objetiva, válida, manifiestan los defectos y las faltas de otras personas que los ignoran; la calumnia: evidentemente, daña la reputación de otro y da la ocasión de juicios falsos respecto a ellos; la difamación, en fin.
Todos tenemos derecho a la buena reputación, y quizás uno considerando este pecado, no lo entiende mucho sino cuando uno ha sido víctima de él mismo.
MISERIAS HUMANAS
Contaba una vez un amigo que sufrió una calumnia, hizo un concurso de oposición para ganar una Cátedra en una Universidad y algún compañero, por envidia (esas miserias humanas que son tan comunes), levantó una calumnia contra esta persona (completamente con su tesis doctoral que había hecho hace un tiempo).
Me contaba que uno no sabe o uno no es capaz de valorar el daño que se le puede hacer a una persona con ello, hasta que no sufre personalmente aunque cuando sea víctima de una calumnia, de una difamación, de una maledicencia. Esto lo hizo sufrir mucho (aquello se riega como pólvora y después es difícil siempre recoger).
Ahora tenemos un problema mayor que es que, quizás antes cuando uno hablaba mal de alguien o hacía un juicio temerario, lo que sea, la cosa no pasaba de los que teníamos más o menos cercano. Pero ahora, con el tema de las redes sociales, esas cosas van a mucha gente y puede ser miles de miles de personas.
REDES SOCIALES
Hay que saber que lo que decimos o escribimos no son unos hechos, unas cifras, unas demostraciones y esas cosas que hablamos y que decimos son también portador de valores. Esa figura del charlatán encarnada, ya sea en algún medio que la produce, o en un usuario de redes sociales, que las consume y la transmite, no hace sino potenciar la desconfianza, la tensión en una sociedad.
Es importante reconocer las relevancia de las cosas a las que se refiere la información que manejamos. ¡No todo nos puede dar igual, no todo nos puede dar igual! Tenemos que imponernos cierta moderación, disciplina respecto a los mass-media, las redes sociales; procurar tener una conciencia recta y clara para ser personas de criterio.
EL MAL DEL CONSUMO DE FALSEDADES Y MEDIAS VERDADES
Hace unos años, el Papa Francisco en una entrevista condenó el mal que puede provocar los medios de comunicación que caen en la difamación al publicar noticia falsa, calumnias… Lo consideraba un mal terrible, decía:
“Puesto que el gran público tiende al consumo indiscriminado de esta información y comparó esta tendencia de consumir falsedades y medias verdades (utilizó una expresión fuerte) a la coprofagia”.
Reflexionar cada uno si estamos respetando la verdad, cada vez que en un simple «retweet», podemos caer en la calumnia, la difamación, el juicio temerario, la maledicencia o en todas ellas.
SIEMPRE REPARAR
Y no basta ir a confesarse si estamos realmente dispuestos a pedir perdón, sino que la Teología moral entiende que hay que reparar la injusticia cometida. Tener ese firme propósito para que ese pecado se redima, reparar el derecho conculcado.
Lo mismo que hacemos cuando alguien sustrae algo que no es suyo, tiene que devolverlo. Lo mismo con la difamación, la calumnia, la maledicencia, siempre reparar (siempre que se pueda).
Pidámosle a Nuestra Madre, Santa María, que seamos muy amigos de la verdad, muy sinceros, primero con Dios, con nosotros, después con los demás y sobre todo, ser personas de criterio.
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