EL MILAGRO
Cuenta el Evangelio que:
“Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y cayendo de rodillas, dijo: Señor si quieres puedes purificarme. Y Jesús conmovido, extendió la mano y lo tocó diciendo: lo quiero. Queda purificado. En seguida la lepra desapareció y quedó purificado”
(Mc 1, 40-45).
Este milagro que nos hace contemplar la liturgia de hoy podría llevarnos a pensar: “Señor ¿por qué no haces siempre así? ¿Por qué no es así de fácil? Este hombre se acercó en un diálogo directo, corto con Vos, consiguió quedar curado para siempre. Le conseguiste esa enorme gracia. ¿Por qué no siempre así? Si no te cuesta nada, si Vos sos Dios.
Tantas veces tenemos necesidades en el orden físico o en nuestra vida espiritual que querríamos acercarnos así. Decirte: Vos podés, purifícame, límpiame, ayúdame en esto. Y, sin embargo, vemos que esto es un milagro, totalmente fuera de lo normal.
¿POR QUÉ NO DE UN MODO INMEDIATO?
Pensando por qué el Señor no nos concede estas gracias de un modo tan inmediato y contundente, “puede ser que no nos quieras hacer ese tipo de favores, Señor, para que nuestra relación con vos, nuestra religión en el fondo, no se convierta en algo utilitarista, que te tengamos para conseguir lo que nos conviene”.
Justamente hoy, también leemos en la primera lectura de la misa cómo los israelitas, después de una pequeña derrota, no tan dramática, trajeron el arca desde Silo al tener el arca en el campamento del ejército listos para una batalla mucho más grande.
Se alegraron, empezaron a cantar y se asustan los filisteos ante ese entusiasmo que tenían, esa presencia de Dios. Parecía que los israelitas iban a ir a derrotarlos y no es así.
Leía un comentario que dice:
«El relato nos previene sobre esa falsa seguridad que nos construimos cuando queremos manipular a Dios a nuestro antojo o usamos su imagen como un amuleto mágico».
SERÁ A TU TIEMPO
“Si te tratáramos Señor como un ídolo, alguien que está para hacer nuestra voluntad y no confiáramos en que Vos sos Dios, en que Vos sabes más, en que Vos tenés tu sabiduría, tus tiempos… Que tenés un cuadro más completo de lo que conviene o lo que no conviene.
Incluso a este pobre leproso que curas, Jesús, le advertís que no lo diga a nadie, severamente. Puede ser que fuera también para que la gente no malinterpretara al Mesías, que no era alguien que venía a establecer como un camino de facilismo o de que todo iba a ser un triunfo por la mano de Dios. Sino que ya a su tiempo te manifestarías Jesús, enseñando que venís para convertir los corazones.
Que la relación con Vos conlleva mucho más que recibir favores. Y que tiene que haber en esa relación confianza en Dios, que tiene que haber una esperanza, un abandono, que sea al final lo que Dios quiera.
PERSEVERANCIA Y ESPERANZA
El caso es que a este hombre sí se lo conseguiste y pensaba yo, puede que esto que consigue de una manera tan rápida y directa quizá fuera también el resultado de una actitud de perseverancia y de esperanza y de continuar rezando. Y, quizá, en otros intentos había fallado para curarse o en su oración quizá antes no había sido escuchado.
Pero este hombre no desistió y está, la enésima vez o no sé qué número de vez sería, que procura encontrar una solución. Va hacia Vos con esa fe esperando una vez más y ¡se se dio! Recibió ese gran don.
En nuestra vida también nosotros Jesús, necesitamos pedirte tantas cosas. Para mí y para otras personas que conozco y que necesitan tu ayuda, que querrían purificarse, recibir una gracia, mejorar o tienen una dificultad más del orden físico.
ORACIÓN CONFIADA
Puede que te hayamos pedido pero, no estarás Vos, Jesús, dejándonos perseverar en la oración. Que tengamos siempre la esperanza puesta en Vos, la confianza, que no dejemos de acudir a Vos, a la vez que aceptamos Tu voluntad.
Y mirá, si la enésima vez o la vez número mil que uno pide se da el milagro, se da ese cambio, recibimos un favor, tal como lo pedíamos en una manera que Dios sabe qué nos conviene más.
Y en ese sentido, cuántas situaciones en nuestra vida que se dan en el día a día en las que podemos actuar con esta esperanza o dejar pasar. Con esta esperanza, no solo de recibir algo del Señor, también de servir, rezar, trabajar, hacer las cosas con el Señor, para el Señor, sin andar desesperanzado.
Cuántas veces tuve buenas intenciones, intenté cosas buenas y resulta que no me sale todo bien, tengo mis miserias que voy cargando. ¡Que no sea esa nuestra actitu, Jesús! Que valoremos las oportunidades diarias que pueden ser: esa petición constante, esperanzada; que pueden ser esa apertura a Tu gracia, a Tu ayuda.
ASÍ VEMOS EL MILAGRO
Que veamos en la vez número mil, cómo a través de mí darme los demás, mi servicio escondido, mi oración diaria. Quizá algún día vea ese milagro, esas ayudas tuyas o quizá no lo vea acá. Y veré en el Cielo ese gran regalo que nos tenés preparado, el gran premio que puede haber sido el fruto de haber valorado muchas veces lo pequeño, de haber perseverado, de no haberme dejado desanimar, no haber perdido el ánimo. Porque no todo es como yo quiero, porque no veo a veces resultados así que son como fuegos artificiales, que son llamativos.
Danos Jesús la fe en el valor de lo pequeño, de lo diario. Que tengamos siempre esa apertura a recibir tus dones, a hacer las cosas para Vos, sabiendo que nos mirás con ese cariño que no se te escapa nada y que sabés Vos bien cómo premiarnos, cómo confortarnos, cómo llevarnos adelante».
Vamos a pedirle a María santísima (que quizá no necesitaba nuestra Madre grandes milagros para creer) para perseverar en esa vida de amor y entrega, pero que amor y entrega no le faltaba en lo diario y en lo pequeño.
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