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LOS DOS HIJOS

El perdón de Dios

“¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos; fue a ver al primero y le ordenó: -hijo ve a trabajar hoy en la viña. Él le contestó: -ya voy señor. Pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo, éste le respondió: -no quiero ir. Pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? Ellos le respondieron: -El segundo”

(Mt 21, 28-30).

Es un diálogo que tú tienes, Señor, con los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo que andaban por ahí.
En esta parábola, en esta imagen que nos propones, claramente uno de los dos hijos queda bien parado; es alabado, el segundo, el que hizo la voluntad de su padre. Qué importante es hacer la voluntad del Padre. Tú mismo nos dices, Señor, en otro pasaje:

“Que no todo el que diga Señor, Señor entrará en el Reino de los Cielos sino el que haga la voluntad de Mi Padre…”

Yo quiero ser como ese hijo que hace la voluntad del padre porque quiero ir al Cielo…

Tú Señor dices esta parábola, esta imagen, esta comparación a estos hombres religiosos: personas que leían la sagrada escritura, que rezaban, que frecuentaban otras prácticas religiosas; o sea que decían que sí querían seguir a Dios, que si querían dar culto a Dios. Pero cuando tú llegaste, no te reconocen como Dios; no se convierten, no se adhieren a Ti; son los que dicen sí, pero luego no van.

En cambió hay otras personas, pecadoras, que vivían alejadas de Dios. Las prostitutas, los publicanos que al escuchar a Juan Bautista, que, al verte a Ti Señor haciendo milagros, hablando con sabiduría, perdonando… ellos se convierten. Y Tú le dices: Estos qué al principio dijeron que no, ahora dicen que sí y éstos son los que conseguirán el reino de los cielos, esos son los que entraran en la gloria.
De este pasaje, inmediatamente, entendemos lo necesario que es rectificar. Nunca es tarde para rectificar, nunca es tarde para convertirse.

EL PERDON DE DIOS

Y con esta idea, me venía a la mente, aquel caso famosísimo del conocido rey del aborto, aquel doctor norteamericano Bernard Nathanson, que estuvo involucrado en más de setenta y cinco mil abortos, es muchísimo. Fue de los que inicio con el aborto y que se convirtió, en los años noventas, con casi 70 años de edad, al catolicismo.

En un artículo, te cito unas palabras que leí: “El temor al juicio final, temor al que no le había preparado su formación judía, le llevó a la teología católica, que da acogida a la culpa en el sacramento de la confesión. Con éste, se obtiene la absolución impartida por un sacerdote, un sacerdote humano como el penitente, que puede asegurarle que está limpio y que alguien (escribe Nathanson) murió por mis pecados y mi maldad hace dos mil años”.

“El Dios del Nuevo Testamento se me aparecía como una figura amable, magnánima, comparablemente tierna, en quien yo podía buscar y al fin encontrar el perdón que yo había buscado tan desesperadamente durante tanto tiempo”.
¡Qué maravilla la confesión! ¡Qué maravilla entender y vivir el perdón de Dios!

CONFESION

San Josemaría recordada muchas veces esta idea diciendo: un Dios que crea, es maravilloso: vemos la creación y la perfección de las criaturas, la belleza, la variedad, un gran signo del amor de Dios por nosotros; pero un Dios que perdona, es más admirable.

Este hombre percibió el perdón de Dios porque el pecado que tenía encima era grandísimo, más de setenta y cinco mil abortos, en que había participado y otros tantos pecados… El se da cuenta de que el aborto está mal cuando llegan los ultrasonidos y puede ver un poquito más, que hay algo ahí adentro de la mujer que se está moviendo. Y fue creciendo poco a poco su rechazo al aborto hasta que participa en grupos provida.

Además de eso, dice el mismo artículo, comenzó a cuestionarse su propia vida. Una posibilidad era suicidarse; no sólo por los abortos que había realizado, sino también por sus tres matrimonios fracasados, por haber violado el juramento hipocrático que prohíbe el aborto y por no haber sido un buen padre para su hijo Joseph.

También porque sus primeros abortos, en los que había participado, eran sus propios hijos… ¡tremenda la culpa que cargaba sobre sí!
Pero descubre, en la confesión, descubre la verdad: que Tú Señor moriste por nosotros, por nuestros pecados; que ya nuestros pecados Tú ya los cargaste en la cruz. Estas esperando que nos acerquemos a Ti para derramar esa gracia que nos perdona y nos sana.

RECTIFICAR

En estas palabras tuyas Señor, en esta parábola del hijo que rectifica, nos hablas de lo importante que es que rectificar y que nunca es tarde para rectificar. Ayúdanos a ser personas que rectifican, que se convierten.

Ahora que estamos en Adviento, es un buen tiempo para confesarnos. Haz una buena confesión, si es qué hace tiempo no la hacemos. Buscar un lugar en el cual nos podamos reconciliar con Dios, obviamente respetando las normas de higiene y distancia, etc.

¡Ir a confesarnos es importantísimo! Si no lo hemos hecho hace algún tiempo, ahora tenemos la gracia de Dios…Siempre la tenemos, pero en este tiempo fuerte de conversión, de gracia, hay más ayuda del cielo para reconciliarnos con Dios.

Qué importante rectificar en la confesión, pero también rectificar en otros momentos cuando nos damos cuenta de que hemos hecho algo malo, pedir perdón a Dios, pedir perdón al prójimo.

Antes de acostarnos, qué buena práctica es, hacer un breve examen de conciencia. En el que damos gracias a Dios por las cosas buenas, que le pedimos perdón por las cosas malas. ¿Todos los días? ¿Todos los días hacemos cosas malas? Sí, todos los días él justo peca siete veces al día.

Con la luz de Dios, con la oración, con el silencio podemos (con la ayuda de Dios) darnos cuenta de que efectivamente somos pecadores. Que todos los días tenemos motivos para pedirle perdón a Dios.

Dale gracias, pedirle perdón y siempre hacer un pequeño propósito de ser mejores. Si vemos que fue un pecado grande, el que cometimos, hacer el propósito de confesarnos a la brevedad.

SER HOMBRES DE PALABRA

Otra enseñanza que podemos extraer fácilmente de este relato del evangelio es el procurar ser personas de palabra. Qué bueno habría sido que el hijo mayor dijera: -si voy. Y que hubiera ido. Y que el hijo menor, hubiera dicho si voy en vez de no voy, y que al final hubiera ido, cómo fue.

Que nosotros seamos personas que dicen, que sí y que lo hacen. Tú Jesús, tú eres el hijo, el hijo unigénito de Dios, que viene a la tierra con deseo de hacer la voluntad de su Padre;  lo dices: Yo he venido a hacer la voluntad de mi padre… y al final obedeces hasta la muerte y muerte de cruz.

Y también la hija predilecta de Dios, nuestra madre, que dijo: he aquí la esclava del señor… que estuvo toda su vida haciendo la voluntad de Dios; estuvo toda su vida sirviendo a Dios, alabándolo.

Madre nuestra ayúdanos a ser buenos hijos, hacer como Jesús, a ser como tú personas que dicen que sí y que al final lo hacen; pero si somos débiles, y si te decimos que no y nos alejamos de Dios, que sepamos también ser humildes para rectificar dándole esa gran alegría a Dios.

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