Entró en el templo y comenzó a expulsar a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones!» Enseñaba todos los días en el templo. Pero los príncipes de los sacerdotes y los escribas, intentaban acabar con Él, lo mismo que los jefes del pueblo, pero no encontraban cómo hacerlo, pues todo el pueblo estaba pendiente escuchándole. (Lc 19, 45-48)
De modo claro y enérgico, el Señor expulsa a los que han convertido el templo en un mercadillo de negocios, donde nadie rezaba por el barullo de los negociantes, que ofrecían sus productos.
Todo esto con el visto bueno de las autoridades, que además recibían sus coimas, para que permitieran esos negocios ilícitos.
UN VERDADERO MERCADO
Las funciones del culto se habían viciado, se utilizaba el nombre de Dios y alguna oración, con el fin de obtener ganancias con afán de lucro. ¡El templo se había convertido en un verdadero mercado!
Si echamos una mirada a los templos de hoy, encontramos una gran variedad, hay templos que son verdaderas casas de oración, porque se dan las condiciones para rezar bien y poder adorar al Señor, presente en el Sagrario.
Seguramente nosotros conocemos muchos templos donde vamos a rezar, vamos a adorar y hay ese ambiente adecuado para la adoración y la oración.
También cuando se celebran las funciones litúrgicas en muchos templos, con el cuidado y el decoro que la Iglesia siempre ha puesto, para que los fieles se metan en los cánticos litúrgicos y puedan adorar a Dios.
También tenemos experiencia de esos momentos de liturgia que son maravillosos y hay en todo el mundo.
Los templos bien llevados donde se puede rezar bien, son una bendición de Dios. Ese cuidado depende de los que se encargan del templo: el párroco, una comunidad de religiosos o algunas personas que están ahí encargadas.
Pero depende fundamentalmente de la vida de piedad de esas personas encargadas y de las personas que van a rezar, que van a adorar, que aman a Dios y quieren darle al Señor lo mejor que puedan ofrecer.
SE PROHIBE EL CULTO
Cuando uno entra a un templo donde se predica la palabra de Dios, se celebra la Santa Misa, se vive bien la liturgia, se está en comunión con el Papa y con toda la Iglesia Universal, uno se siente feliz.
En estos templos uno se siente apoyado, reforzado en su piedad y más unido por la comunión de los santos, a toda la Iglesia Universal.
¡Es un poder! Un poder de amor muy grande, que nos ayuda muchísimo a perseverar, a ser fieles y a ayudar a los demás también a serlo.
Pero es importante recordar, que al diablo no le gusta “nada” que se dé culto a Dios, y entonces se mueve por todas partes, para poner obstáculos y dificultades.
Y lo estamos viendo en el mundo, en algunos lugares se prohíbe el culto, se quitan los crucifijos, se cierran los templos, se prohíbe el culto público…
En algunos países se han cerrado los templos y da muchísima pena cuando estos se convierten en museos, salas de actuación o restaurantes.
¡Qué pena da ver el templo que es para rezar, convertido en algo distinto, en un negocio humano!
En Europa y en América hay templos cerrados, y algunos los tienen cerrados porque no hay actividad porque no hay personas que trabajen allí o se dediquen a atender a la gente o por falta de personal.
Algunos templos dependen de unos pocos sacerdotes, solo se abre a la hora de la santa Misa, el resto del día permanecen cerrados.
A veces uno va con la intención de rezar a un templo y se encuentra con que está cerrado.
¡QUÉ PENA, QUÉ PENA!
En el Perú, por ejemplo, en Ayacucho, en la Sierra del Perú, hay 33 hermosos templos coloniales y la mayoría están cerrados para el culto.
Solo se abren para el turismo, cuando llega la Semana Santa y llegan turistas, pues hay toda una atención al turista, pero no es igual, no es el templo para rezar.
En esas en esas circunstancias se está utilizando el templo para el turismo, ¡Qué pena, qué pena!
Cuando hay la oportunidad, pues la gente puede tener también, incluso los turistas, la oportunidad de ir a rezar.
Pero van solamente para mirar lo que se refiere al turismo, el folklore, la historia, en fin… y no como si el templo fuera un lugar de oración.
Es impresionante el número de templos construidos en tiempo del virreinato, en el Cusco, en Ayacucho, en Lima, en Quito, en otros países de Latinoamérica, ahí se ve la fe que había en esos momentos.
La corona española no solo se ocupó de la conquista, hubo una magnifica evangelización y gracias a ellos podemos ser cristianos.
Nos toca ahora cuidar ese legado, esos templos tan bonitos que todos conocemos y que admiramos. Son casas de oración, se construyeron para adorar a Dios.
Y ahora, a nosotros nos toca hacer una nueva evangelización, para que el cristianismo vuelva a sus raíces y la gente vaya a los templos a rezar.
Que los templos sean auténticas casas de oración y que todos podamos entrar para adorar al Señor.
Cuando se habla del “templo” en este Evangelio que acabamos de leer, de la expulsión, de los que habían convertido el templo en cueva de ladrones…
Cuando se habla del “templo el Señor”, también se refiere a nuestro cuerpo, el cuerpo también puede ser templo de Dios, debe ser templo de Dios.
SAGRARIOS PORTÁTILES
Pero también puede ser como esas cuevas de ladrones, que dentro de nuestra interioridad pues haya obstáculos y dificultades para que Dios entre.
Dios ha previsto que todos nosotros podamos ser sagrarios portátiles, que la Santísima Trinidad pueda inhabitar en nosotros mismos, que podamos llevar a Dios por todos los lugares, por todos los sitios.
Y eso es una cosa grandiosa que podemos hacer los cristianos y que nos da libertad, una gran paz, una gran fortaleza y una gran fuerza.
Tener a Dios con nosotros, ir con Dios aquí en la tierra, es algo grandioso, en medio de las dificultades, de las tribulaciones y de todos los problemas que surgen, tener a Dios con nosotros es algo grandioso.
Para que Dios esté en nosotros, tenemos que quitar de nuestra interioridad todo lo que se oponga a Dios.
Hay muchas cosas que se oponen a Dios, y el Señor nos las hace ver, nos dice en un pasaje de la escritura:
“Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncalo y tíralo lejos”
(Mt 18, 9)
A veces, a través de los sentidos se meten cosas que malogran nuestra interioridad, nuestra cabeza y nuestro corazón y tenemos que purificar constantemente la cabeza y el corazón.
UN CORAZÓN PARA AMAR
Esas funciones fundamentales del ser humano, el ser humano pues se diferencia de los animales en que tiene un entendimiento, una inteligencia y una voluntad.
Tenemos un corazón para amar, podemos pensar y amar y tenemos que tener bien nuestra cabeza y bien nuestro corazón.
Tenemos que tener la cabeza con un pensamiento cristiano, que es tener limpieza, ser coherentes, ser honrados, decir que no al mal.
Para que el corazón esté limpio y pueda amar, pueda no achicarse sino crecer, dilatarse por el amor de Dios, por la gracia de Dios el corazón crece.
Y entonces el Señor podrá ocupar en nuestra interioridad un buen sitio, estaremos nosotros felices y el Señor también.
Dios quiere estar con nosotros, nos toca la puerta para que le abramos, como decía el Papa san Juan Pablo II: ¡Abrir la puerta de par en par!
Recibir a Dios depende de nosotros, Dios nos busca porque quiere darnos lo mejor, y que sepamos abrir las puertas de nuestra interioridad a Dios, ¡de par en par!
Y cerrar las puertas para el diablo, para lo que es malo, para lo que nos corrompe y luego podemos corromper a los demás.
Vamos a pedirle a nuestra madre que nos proteja, a la Virgen le decimos en El Rosario, en una de las letanías que es la “casa de oro”, porque la Virgen nos acoge con mucho amor, con mucho cariño.
Ella nos enriquece constantemente y nos lleva a Jesús, a Jesús se va y se vuelve por María, que ella nos ayude a llevar a Dios nuestro Señor con nosotros.
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