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UN PROBLEMA FUNDAMENTAL

el corazón

Todos en este mundo tenemos problemas, a veces pequeños, a veces más grandes.  Y cómo agradecemos al amigo que nos ayuda a resolverlos: “Oye, de verdad, muchísimas gracias, me ayudaste con este problema”.

Todos tenemos un problema fundamental, un problema grande, que es que somos libres y tenemos que usar esa libertad.  Ahora, ¿cómo uso mi libertad? De verdad, es un problema.

Podemos pensar que la libertad (y no es tan complicado llegar a esa conclusión) es un regalo que Dios nos ha dado para algo muy grande, que es: el amor.

Estamos hechos para amar, porque el amor es lo más grande que podemos hacer y es lo que más felicidad nos reporta.

Y, efectivamente, todos amamos a nuestra familia, a nuestro país, a nuestro equipo de futbol, a nuestros amigos, a nuestros hobbies, a nuestras mascotas, incluso amamos algún tipo de comida.

El tema, que es otro problema serio que todos tenemos es que, a veces, podemos equivocarnos en lo que elegimos amar y es muy importante no equivocarse en eso, porque de eso se desprende nuestra felicidad.

Hay que amar más lo que merece mayor amor.

Podemos mirar nuestro corazón en la presencia de Dios (porque estamos haciendo oración, nos ayuda a conocernos mejor) y preguntarnos, ¿qué hay en el centro de mi corazón? ¿Qué es lo que yo quiero amar sobre todas las cosas?

LO QUE HEMOS DE AMAR

“En el Evangelio de hoy leemos unas palabras tuyas Señor que nos dan orientación sobre lo que hemos de amar”.

“El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí.  

El que no toma su Cruz y me sigue no es digno de Mí. 

El que salve su vida la perderá y el que la pierda por Mí la salvará”

(Mt 10, 37-39).

“Tú Jesús reclamas, exiges el primer lugar en el amor.  Pues nos has resuelto un gran problema.

Al principio decíamos que todos tenemos problemas y este es un problema que todos tenemos: que somos libres.

¿Qué es lo que vamos a amar? Ya nos estás resolviendo el problema, nos estás diciendo: tienes que amarme a Mí más que a tu esposa, más que a tu esposo, más que a tus hijos, más que a tus padres, ¡más que a tu propia vida! Tienes que amarme a Mí más que eso.

Me estás resolviendo un gran problema Señor y yo quisiera amarte así.  Reconozco que no te amo así, que muchas veces elijo algo distinto.  Que muchas veces no me dirijo hacia Ti, no ordeno mi vida hacia Ti.

Dejo que el pecado o que otros proyectos ajenos a crecer en amor a Ti o cultivar ese amor a Ti, ocupe mi atención y mis ilusiones.  Hay que amar a Dios, a Ti Señor Jesús, en primer lugar.”

Piensa tú en circunstancias personales; en la familia, por ejemplo, es donde está nuestro amor, principalmente la persona qué más amamos: nuestro marido, nuestra esposa, nuestros hijos, nuestros padres… y Tú Señor reclamas ese primer lugar.

JESÚS NOS AGRANDA EL CORAZÓN

Me acordaba de una película que vi hace unos años, una película reciente del 2017, que se llama “El caso de Cristo”, muy recomendable.

Trata de una pareja que tiene un hijo.  Él es ateo declarado y ella es más indiferente, pero por una circunstancia se convierte y se vuelve muy fervorosa y reza.

El marido se pone celoso y se propone demostrarle a su esposa que todo es un invento.  Que eso de Jesús es puro invento para tener poder; que la Iglesia es una estructura que…

Y como es periodista decide hacer una investigación seria para demostrarle a su esposa la falsedad de la fe.  Ella se mantiene firme y siempre reza por su marido para que reciba el don de la fe. Y ya no te cuento más, porque está buenísima la película.

Obviamente, cuando amamos a Dios en primer lugar, todos los demás amores ocupan el lugar que deben de ocupar y se ennoblecen y crecen, porque Tú Señor nos agrandas el corazón y nos ayudas a amar a las cosas en su verdad y en su orden.  Eso es razón de felicidad para nosotros y para los demás.

Decíamos hace un rato que hay que amar más al que más merece amor y el que más merece amor, por supuesto eres Tú Señor.

Por eso es importante meditar en todas las cosas grandes y buenas que nos has dado y que has hecho por nosotros para enamorarnos de Ti con sentimiento, con ilusión, con pasión y decir realmente: “Dios, qué bueno eres, qué grande eres, qué cerca estás de nosotros,

“has hecho grandes cosas por nosotros”

(Sal 126),

como dice ese salmo que se repite una y otra vez.  En primer lugar, porque nos has creado y eso ya es una gran cosa.

LA HUMILDAD DE JESÚS

Un amigo mío me contaba que estaba leyendo un libro que se llama “Solo el amor crea”.  O sea, la misma idea de creación o el mismo concepto de creación, que es un acto libre de Dios, nos habla del amor.

Dios nos ha creado, ha querido que existiéramos y por eso existimos, para compartir su felicidad con nosotros, su dicha.  La gracia es participación en la vida de Dios y la gracia es un anticipo de la gloria.

Estamos ya en camino a la gloria, a participar plenamente, sensiblemente, porque vamos a resucitar con nuestros cuerpos en la vida de Dios.  ¡Es una maravilla! Solo el amor crea, efectivamente.

“¿Qué más has hecho por nosotros Señor?  Nos has redimido, has venido aquí a la tierra, te has hecho Hombre, has muerto en la Cruz por nosotros.  Tu amor es tan grande que te acercas”.

Hace poco leía una homilía (que te voy a leer un par de párrafos) en la cual comentaba el autor la humildad de Jesús:

“La humildad no consiste principalmente en ser o en sentirse o en declararse pequeños.  ¿En qué consiste entonces? En hacerse pequeños y hacerse pequeños para amar, para servir y agrandar a los demás.  Así ha sido la humildad de Jesús. <

El que tenía la forma de Dios se ha despojado de todo, se ha humillado tomando la forma de siervo para salvarnos.  Por ello tiene perfectamente razón cuando nos dice: “aprendan de Mí, que soy manso y humilde” (Mt 11, 29).<

Humilde es solo Dios, porque en la posición en la que está, Dios no puede encumbrarse por encima de sí, no hay nada por encima de Él, solo puede descender, abajarse.

Esto es lo que hace durante todo el tiempo.  Creando el mundo: se abaja; inspirando la Biblia, hace como un padre que se adapta a balbucear para enseñarle al niño a hablar; en la Encarnación desciende; en la Eucaristía, desciende.

La historia de la salvación es la historia de los descendimientos y de las humillaciones de Dios”.

Meditar estas grandes verdades nos llevan a emocionarnos, a enamorarnos de Ti Señor, a decir realmente: “Yo quiero amarte sobre todas las cosas, quiero ponerte en el centro de mi corazón;

Quiero preferirte a Ti sobre todo lo demás, sabiendo además que, poniéndote en primer lugar, todo lo demás va a ocupar su lugar y voy a ser capaz también de amar a las demás realidades en su justa medida y como Tú nos has amado a nosotros y a todos los demás”.

Le pedimos a la Virgen que nos ayude a tener un orden correcto en nuestros afectos, en nuestro amor.  Que amemos en primer lugar a Dios y con el amor de Dios, todas las demás cosas y personas.

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