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P. Rafael

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LUZ EN LA OSCURIDAD

Cristo, que es la ‘luz del mundo’, hoy habla en un lenguaje oscuro. Más que por las palabras, por lo difícil que anuncia. ¿Cómo confiar más en la luz cuando aparentemente viene a anunciarnos oscuridad?

Me encontré con una frase que se atribuye a Platón y que me gustó mucho. Como no soy un experto en el autor, al inicio pensé que se trataba de una frase inventada, de esas que vienen en varios idiomas cuando uno desenvuelve un chocolate. A veces las frases no las dijeron Platón o Aristóteles, sino Platón Fernández o Aristóteles Rodríguez, empleados de la compañía de chocolates.

Pero parece que esta frase sí la dijo el filósofo griego:

“Podemos perdonar fácilmente a un niño que tiene miedo a la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres tienen miedo de la luz”.

Parece ser que Platón dijo esta frase en el contexto del conocimiento del hombre que no se atreve a salir de la ignorancia, pero casi parece una profecía a lo que describe el evangelista unos siglos después.

Escribe san Lucas en el capítulo noveno de su evangelio que Jesús se transfiguró delante de tres de sus discípulos en el monte y acaba de librar a un hombre que llevaba muchos años poseído por un demonio, y dice:

«Todos quedaron asombrados de la grandeza de Dios. Y estando todos admirados por cuantas cosas hacía, les dijo a sus discípulos: —Grabad en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Pero ellos no entendían este lenguaje, y les resultaba tan oscuro, que no lo comprendían; y temían preguntarle sobre este asunto”

(Lc 9,43-45).

Estamos hablando de hombres adultos y maduros, hechos y derechos, tienen miedo a lo que les plantea la Luz del Mundo. Esto es una verdadera tragedia. La paradoja es que lo que les decía Jesús, que la Luz del mundo, les resultaba oscuro.

JESÚS ES LA LUZ

Él es la luz

¿Qué clase de luz es esta que resulta oscura? Pues obviamente será oscuridad si se ve desde el punto de vista meramente humano: “el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres”. Esto sueña a tragedia por los cuatro costados…

En cambio, nosotros que ya sabemos a qué se refiere Jesús con esta afirmación, sabemos que está hablando de su muerte en la cruz para librarnos del pecado, no tenemos mayor problema en entender que el mensaje de Cristo, aunque parezca oscuro, es en realidad el cumplimiento de las palabras del profeta Isaías:

“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló”

(Is 9,2).

Jesús es esta luz por la que fueron hechas todas las cosas, como indica el prólogo de san Juan:

“El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció” (Jn 1,9-10).

San Juan parece estar describiendo, en este evangelio, lo que hoy anuncia la soledad de la cruz. Pero también podría estar describiendo nuestra relación con Dios hoy en día.

Es sorprendente que estas palabras tan fuertes de Jesús, que leemos en el Evangelio de hoy, vienen a continuación de grandes prodigios. De hecho, a mí me parce sorprendente que en el mismo párrafo se pasa del asombro del poder de Dios al miedo por las palabras de Cristo. Es como si en el momento más álgido de la fiesta, alguien vino y apagó la música.

Los discípulos han sido testigos de primera fila de la omnipotencia y la misericordia de Dios, y aun así tienen dificultad para ver las cosas sobrenaturalmente y confiar en la Providencia divina.

DIOS NO NOS ABANDONA

Por eso, este evangelio puede ser también una descripción de nuestra relación con Dios. Él no nos ha abandonado en momentos difíciles del pasado, se ha portado muy generosamente con nosotros, nos ha sorprendido más allá de nuestras expectativas.

Y, aun así, a ti y a mí, como estos discípulos del Evangelio de hoy, nos cuesta confiar cuando pasa Cristo con su cruz junto a nosotros y lo que vemos es la más profunda oscuridad: ¿qué será de mí ahora y de mis planes? ¿Por qué, Señor, este sufrimiento o esta contrariedad ¿Será Señor, que tú eres cruel?

Tenemos, por fortuna, el ejemplo de tantos santos que han pasado, más o menos, por lo mismo que nosotros. Hoy te traigo el ejemplo de san Juan Crisóstomo, que tuvo que luchar con los herejes. Pero los herejes de aquella época no eran los herejes de Twitter o de Instagram, o sea que opinaban cosas así a lo alegre, sino que eran herejes bastante violentos y con mucho poder. Tanto así, que consiguieron que san Juan Crisóstomo fuera desterrado.

Y resulta que San Juan Crisóstomo, patrono de los predicadores, la verdad es que habría que nombrarlo también patrono de Hablar con Jesús tuvo que sufrir mucho por causa del evangelio y de su coherencia.

SAN JUAN CRISÓSTOMO

Es sorprendente cómo en medio de toda aquella persecución, san Juan Crisóstomo mantiene la fe y se preocupa de defender la fe de los creyentes que le están escuchando. Por eso, te traigo ahora un extracto de una homilía, que él dio justo antes del partir al destierro, describe así su total abandono en la voluntad de Dios:

“Las oleadas son numerosas y peligrosas las tempestades, pero no tememos el naufragio: estamos consolidados sobre la roca. Aunque el mar se enfurezca, no demolerá la roca. Aunque las olas se agiten, no podrán hundir la barca de Jesús […]. Me importa poco cuanto el mundo considera como temible. Me río de sus bienes. Ni temo la pobreza, ni deseo la riqueza. Ni tengo miedo a la muerte, ni deseo seguir viviendo, si no es para aprovechamiento espiritual”

(SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. antes de partir para el destierro).

Es decir que, aunque el pronóstico anuncie tormenta, si es permitido por Dios, tiene que ser bueno, aunque nos cueste comprender ahora, porque nos parezca extremadamente oscuro. Dios nos ha manifestado su bondad en infinitas ocasiones, su omnipotencia también. A veces, en el pasado en el pasado reciente que Dios nos ha mostrado que es omnipotente, es decir que hay razones más que suficientes para confiar.

La omnipotencia de Dios se manifiesta en gran parte en su capacidad, que tiene Él y solo Él, de sacar bien a partir de los peores males. Cosa muy difícil de hacer. Y por eso, la Cruz es la muestra más grande de esta omnipotencia de Dios: porque los hombres fuimos capaces de obrar el peor mal posible, que era intentar matar a Dios y de hecho lo conseguimos y de allí Dios obtuvo nuestra redención. Esa es la verdadera omnipotencia de Dios.

SOMOS HIJOS DE DIOS

ZEBEDEO

Es verdad, no podemos juzgar a estos pobres discípulos, porque nosotros ahora tenemos más perspectiva, sabemos de qué está hablando Jesús, tenemos más información de lo que Él quería decir. Por eso mismo, nosotros tenemos más razones para confiar qué estos discípulos, para dejar que esa Luz tome posesión de nuestras vidas, de nuestras historias.

Jesús es la luz del mundo que ha venido a ganarnos la posibilidad de llegar a ser Hijos de Dios y dar un sentido radicalmente nuevo a nuestra existencia. Y quien se sabe hijo de Dios, no puede vivir en el temor.

Seguramente has escuchado más de una vez eso que solía repetir tantas veces san Josemaría, apoyándose en su condición de hijo de Dios: “no le tengo miedo a nada ni a nadie; ni siquiera a Dios, que es mi Padre”. Yo creo que podemos usarla como jaculatoria, especialmente en esos momentos difíciles:

“No tengo miedo a nada, ni a nadie, ni siquiera Dios, que es mi Padre.”

Y la verdad es que si Platón afirmaba que “la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres tienen miedo de la luz”, nosotros ahora sabemos, estamos convencidos de que más tragedia todavía sería, que tú y yo, cristianos corrientes tengamos más miedo a nuestro Padre Dios y a sus planes de bondad. Totalmente absurdo.

Vamos a pedirle a nuestra Madre la Virgen, que nos ayude a confiar siempre, aunque vengan momentos de absoluta oscuridad.


Citas Utilizadas

Ecl 11, 9-12, 8

Sal 89

Lc 9, 43-45

SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. antes de partir para el destierro

Reflexiones

Señor, ayúdanos a confiar siempre, aunque vengan momentos de absoluta oscuridad.

Predicado por:

P. Rafael

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