AUXILIO DE LOS CRISTIANOS
Nos acercamos ya al final del mes de mayo, un mes en el que estamos procurando tratar más a la Madre de Dios, nuestra Madre. Y hoy se celebra en muchas partes una devoción de la Virgen que nos da otra ocasión de dirigirnos a ella con más confianza, como hijos necesitados que somos.
Se trata de la advocación María, auxilio de los cristianos. Una advocación antigua, tanto que se dirige a la Madre de Dios con estas palabras un padre de la Iglesia del siglo IV, san Juan Crisóstomo.
Y encontramos también rastros de ésta devoción de los primeros siglos en Asia y en Europa.
Un hecho que contribuyó a que se extendiera en Occidente bastante tiempo después fue que, San Pío V, acudió a la Madre de Dios como auxilio a los cristianos ante la inminente invasión de los turcos a Europa.
En 1572 se dió el famoso enfrentamiento en una batalla náutica que tuvo como vencedor al ejército cristiano, aun cuando se encontraba en clara inferioridad de condiciones. Y esa victoria fue atribuida a la intercesión de María. Se trata de la famosa batalla de Lepanto.
Después de ésto, el Papa quiso que se incluyera entre las letanías del Rosario, la de María, auxilio de los cristianos.
Y todavía más cercana en el tiempo, fue la intervención de nuestra Madre a partir de los ruegos de otro Papa, en este caso Pío VII que llevaba años como prisionero del emperador Napoleón.
Y ésta fue la promesa que hizo el Sumo Pontífice:
“Oh, Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré de decreto, dándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica”.
Pronto fracasó Napoleón en su campaña militar hacia Rusia y al volver debilitado a Francia, sus adversarios lo vencieron y lo apresaron. De manera que el Papa pudo recuperar la libertad, y volver a su sede en Roma. Eso fue un 24 de mayo de 1814.
Fue en memoria de ese favor de la Virgen, que Pío VII decretó que cada 24 de mayo se celebrará en Roma la fiesta de María Auxiliadora, en acción de gracias.
TANTOS MILAGROS, TANTA BONDAD
Y finalmente, quien fue el mayor propagador de esta advocación mariana fue san Juan Bosco, a quien la misma Virgen le pidió que construyera un templo dedicado a María Auxiliadora.
Y él, pobre al comenzar, sólo contaba con unas pocas monedas. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años, en el año 1868, estuvo terminada la gran Basílica.
Y el santo solía repetir:
“Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen”.
Después difundió esta devoción por todos los lugares donde se extendió su obra apostólica, dedicada sobre todo, a la educación de los niños.
Y él solía decir y aconsejar a otros que dijeran:
“María Auxiliadora, ruega por nosotros”.
Y hoy podemos tomar ese consejo del Santo: María Auxiliadora ¡ruega por nosotros!, y pensar en las batallas que a nosotros mismos nos toca librar a nivel personal para ser mejores por causa de las dificultades que encontramos…
A nivel familiar con situaciones complicadas… O incluso en el mundo con tantas dificultades, tanta falta de unidad, de paz. María Auxiliadora, ¡ruega por nosotros!
Hoy justamente escuchamos en el Evangelio de la misa éstas palabras Tuyas, Jesús:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno como nosotros».
Y a veces no encontramos esa unidad entre los cristianos. Por eso podemos repetirlo: Madre María Auxiliadora, ¡ruega por nosotros!
Y en el mismo Evangelio de la misa de hoy se lee:
«Consagrados en la verdad. Tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo».
Y Señor, a veces la verdad es rechazada, se la pone en duda. Parece que todo vale lo mismo y que todo es relativo. Es una lucha también actual.
Por eso acudimos, Señor, a tu Madre, repitiéndole: María Auxiliadora, ¡ruega por nosotros! Que prevalezca la verdad, que sea reconocida. Que pueda hacernos libres, como nos prometió Jesús.
HAY MÁS DICHA EN DAR QUE EN RECIBIR
También para que no falten quienes puedas enviar Señor al mundo, para que lleven esa verdad, que podamos incluso llevarla a nosotros. La alegría del Evangelio en nuestro ambiente. Por eso te pedimos
María Auxiliadora, ¡ruega por nosotros!
Y así, en tantas necesidades pequeñas y grandes, acudiremos a nuestra Madre para que ella pueda seguir intercediendo, para que se obren muchos milagros, para que actúe la gracia de Dios en los corazones.
Hoy, además de esas palabras Tuyas, Jesús, que leemos en el Evangelio de la misa, encontramos en la Primera Lectura de los Hechos de los Apóstoles, un dicho que san Pablo le atribuye a Jesús.
Así dice el Apóstol:
«Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados. Acordándose de las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir”».
Seguramente María experimentó esa realidad, de que hay más dicha en dar que en recibir. Por eso nos concederá generosamente tantas gracias, tanto favores, aunque nosotros por ahí no le damos tanto.
Pero también, ella nos ayudará al recibir sus favores a ser agradecidos y a comprobar esa alegría de dar, siendo generosos cada uno con aquellas personas a las que podemos dar una mano en algo, ya que nosotros hemos recibido tanto.
Vamos a ponernos en manos de nuestra madre y tratar también de ser generosos con ella. Ser buenos hijos en estos días que quedan de mayo, y pedirle que nos ayude también a conseguir muchas gracias del Cielo. Ser tambien instrumento para repartirlas, para ayudar a los demás allí donde podamos…