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MARÍA ES MADRE

Maria es madre
ES MADRE DE TODOS

Este año 2020 queremos recorrerlo junto a Ti Jesús. Vamos a procurar hacerlo de 10 minutos en 10 minutos. Por eso, rápido, apenas ha avanzado unas horas este nuevo año, nosotros te buscamos…

El Evangelio de hoy nos señala precisamente cómo podemos hacerlo, porque dice:

“[los pastores] fueron rápidamente y encontraron a María, a José y al recién nacido acostado en el pesebre”

(Lc 2, 16).

Hemos estado contemplando la escena del Belén, del Nacimiento, y seguro nos hemos dado cuenta (nosotros como los pastores) que para acercarnos al Niño hay que pasar por su Madre, Ella que es cariñosa, acogedora, pura, Inmaculada. Y resulta que, esta criatura tan perfecta, no sólo es tu Madre Jesús, sino que también es mi Madre…

HE AHí A TU  MADRE

Resulta, ¡claro! que Tú no eres egoísta… Nos has querido compartir tu más grande tesoro. Por eso en la Cruz dijiste aquellas palabras que el apóstol Juan no olvidó nunca:

“Mujer, he ahí a tu hijo. (…) He ahí a tu Madre”

(Jn 19, 26).

Yo las tengo que entender dirigidas a mí, como las entendieron muchos santos. Como las entendió y las vivió San Juan Pablo II, que cuentan que desde muy temprana edad se quedó huérfano de madre, y que entonces su padre le llevó, al pequeño Karol Wojtila, ante una imagen de la Virgen de Chestokova: “de ahora en adelante Ella será tu Madre”.

¡Y qué Madre! Y qué bien se supo acoger san Juan Pablo II a su madre del cielo.

¡LE ENSEÑÓ A REZAR A JESÚS!

Ella es madre, y actúa así, verdaderamente como madre. La pregunta en todo caso sería ¿yo, soy consciente de ser su hijo…? Porque es mi madre y, una madre enseña, y enseña muchas cosas.

Una madre enseña a rezar…  Leí un reportaje de hace pocos años sobre una comunidad judía ortodoxa. Una de las entrevistadas comentaba el papel de la madre judía:

“La madre es quien reza la oración matutina, quien enseña las bendiciones, quien inculca los valores en el hogar. […] En la Torá se llama a las mujeres akeret ha-bayit, el cimiento del hogar. Esto no significa lavar platos. Representa educar a nuestros hijos en todo lo que pensamos acerca de la vida. Ésa es la naturaleza de una madre

(National Geographic, febrero 2006)

SE PREOCUPA POR MÍ

Esto lo decía una madre judía, Y Tú, María, madre nuestra, también eres madre judía. Tú le enseñaste a rezar a Jesús, ¡hasta eso le enseñaste!

Nosotros, tu y yo, podemos aprovechar a pedirle: “Madre mía enséñame a rezar”.  Porque yo si necesito aprender a rezar, lo intento con estos 10 minutos con Jesús, pero me doy cuenta que me queda mucho camino que recorrer. Te necesito Madre. Todos la necesitamos como Madre.

“Una Madre da la vida, sin madre no podemos ver la luz del mundo, una madre me alimenta, me viste, me habla, me lava, me acaricia, me educa, se preocupa de mí. (Y cada una de estas cosas tiene su forma de aplicarse). El hijo necesita a la madre para vivir. Cuanto más pequeño es el niño más necesita de la madre.”

(Acercarse a Jesús con María, Josep María Torras, p. 162)

HIJOS PREDILECTOS DE NUESTRA MADRE

Tu y yo, espiritualmente somos muy pequeños. “Dame conciencia, Madre mía, de mi pequeñez, de mi insuficiencia, de mi dependencia… Porque sólo no puedo ¡pero contigo sí!”

Podríamos pensar, y con razón: tan gran Madre y tan pobre hijo. Tanto que enseñar y yo tan torpe para entender. Se me venían a la mente, pensando en esto, unas palabras de san Josemaría que empieza exclamando:

“¡Madre mía! Las madres de la tierra miran con mayor predilección al hijo más débil, al más enfermo, al más corto, al pobre lisiado…    —¡Señora!, yo sé que tú eres más Madre que todas las madres juntas… —Y, como yo soy tu hijo… Y, como yo soy débil, y enfermo… y lisiado… y feo…”

(Forja 234).

Ella nos pone atención, y vernos de esta manera no es echarse tierra, ni tener bajo autoestima. Es simplemente reconocerme como soy, reconocernos como somos y darnos cuenta que la necesitamos,

OMNIPOTENCIA SUPLICANTE

La Virgen nos ayuda, pero también nos exige. Esto forma parte de sus caricias y cuidados.

Si no, ponte a pensar ¿a quién no lo obligaron a tomarse una medicina fea?, ¿a quién no lo obligaron a ponerse una inyección?, ¿a quién su madre no le ha pedido, para su bien, cosas que cuestan?

Santa María quiere hijos santos, no hijos caprichosos, flojos, berrinchudos, o “rotos” (como dicen en Chile) … Definitivamente no. Nos quiere fuertes, virtuosos, piadosos, recios, generosos… No nos ahorrará esfuerzos, pero nos acompañará en el camino, ¡eso sí!

Una cosa es que nos cueste, otra es que seamos cobardes. Aún así, si somos cobardes y nos alejamos, por más que haga trastadas, por más que tu y yo hagamos trastadas, siempre el consuelo lo encontraremos en María… Es más, lo que sabemos que nos falta, los puntos en los que podemos ser mejores, los defectos que tenemos que corregir, las necesidades o preocupaciones que nos encogen el alma y el corazón. Todo eso lo podemos conseguir de la mano de María, no por nada es ella llamada: la Omnipotencia suplicante.

AMOR DE MADRE, AMOR QUE DOMINA

Cuentan de Pericles (un general griego de la antigüedad, bastante famoso) que una vez estaba reunido con todos sus generales y de repente, ahí en el salón donde estaban reunidos, se le atravesó su hijo pequeño que apenas podía caminar. Entonces él agarró a su hijo, lo levantó en sus brazos y alzándole, le dijo:

“Tú eres el hombre más poderoso de toda Grecia”.  Y los generales se quedaron viendo, un poco sorprendidos. Entonces él dijo: “Tú eres el hombre más poderoso de toda Grecia, pues yo domino toda Grecia, tu madre me domina a mí, y tú dominas a tu madre”.

Eso nos lo puede decir Dios a cada uno de nosotros. Y es, en parte es lo que la Iglesia nos recuerda el día de hoy: María es Madre de Dios. ¡Y eso es mucho decir!

La Madre de Dios es Madre mía. No tenemos idea de lo que eso implica… Es bueno ir descubriendo cada día un poco más de la grandeza de este misterio de compartir madre con el mismo Dios.

Es por esto que empezamos así este día, este año. Porque estamos empezando a caminarlo. Y como un niño que aprende a caminar, lo mejor es hacerlo agarrado a la mano de su madre… ¡Y esta Madre puede mucho!

MUCHO QUE DECIR

El Papa Francisco, terminando la Gaudete et Exsultate dice:

Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña. Ella no acepta que nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos. Conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica. La Madre no necesita de muchas palabras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle lo que nos pasa. Basta musitar una y otra vez: «Dios te salve, María…»”.

Vamos a musitarlo muchas veces este día, este año que apenas comienza. “Dios te salve María”.

“Yo intentaré acudir mucho a Ti este año que apenas comienza. Y desde ya te doy gracias, por estar a nuestro lado siempre, y en todos los acontecimientos: en las alegrías, en las ilusiones, en las tristezas, en los retos que este año 2020 nos depara”.

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