Bueno, Jesús, arranco este ratico de oración con una pregunta, para que la conversemos, vos y yo. La pregunta es la siguiente: ¿Quién enseñó a los apóstoles a tratar al Espíritu Santo? Esa es la pregunta… sencilla pregunta, ¿cierto? No me vayan a decir que es una pregunta difícil, enredada para Jesús.
Ya tengo la respuesta porque lo estuve investigando, leyendo, meditando. ¿Saben quién fue? La Virgen María.
La Virgen fue la que enseñó a los apóstoles y a los discípulos a tratar al Espíritu Santo. La Virgen desde muy chiquita, desde adolescente trataba al Espíritu Santo, ¿no?
En el Evangelio de san Lucas se nos dice, cuando la anunciación y la encarnación del hijo de Dios:
“¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?”
(Lc 1, 34),
dice ella y el Ángel le responde:
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo será llamado Hijo de Dios.”
(Lc 1, 35).
El Espíritu Santo dentro de la Virgen… “Descenderá sobre ti, te cubrirá con su sombra…” ¿Cómo sería el trato de la Virgen con el Espíritu Santo? Desde adolescente, desde que el Ángel le anunció a los quince, dieciséis añitos.
Y es que Jesús, ¿por qué me voy a ir por aquí? Porque estos últimos días ha salido en la liturgia de la misa el Espíritu Santo, pero sin parar, impresionante. Sobre todo, en las primeras lecturas de los Hechos de los Apóstoles, pero permanentemente, taque, taque, taque el Espíritu Santo, el Espíritu Santo.
Pero estamos en mayo, que es el mes de la Virgen. Y por eso, magnifico, poder hacer un rato de oración, hablar contigo de la Virgen y el Espíritu Santo, al mismo tiempo.
LA VIRGEN Y EL ESPÍRITU SANTO
La Virgen, ¿qué unión tuvo con su Hijo? Pues total. Lo tuvo nueve meses en sus entrañas. Madre de Dios Hijo. Hija de Dios Padre, también. ¿Cómo sería el trato con el Padre? Y esposa de Dios, Espíritu santo.
Vamos a dejar al Padre, por ahora, en stand by. Qué pena, Padre Eterno, que no te meta en esta tertulia, en esta conversación. Pero bueno, los protagonistas van a ser: la Virgen y el Espíritu Santo. Le estamos contando esto a Jesús, porque estos son 10 min con Jesús América Latina.
Tengo otra pregunta, Señor, ¿será que tú te das cuenta cuando tu Madre bendita hablaba, por ejemplo, con el Padre o con el Espíritu Santo? Es una pregunta licita, la verdad.
De repente, la veías allá con la madejita de lana cosiendo y de repente hablando. ¿Con quién estaría hablando? Con el Padre, con el Espíritu Santo… Bueno, sería una cosa bien bonita, la verdad.
También se me ha ocurrido otra cuestión. Será, Señor, que tú, conversando con la Virgen, la Virgen no te insistía: -Oiga, y usted, ¿cuándo les va a hablar del Espíritu Santo? Háblele del Espíritu Santo. No me vaya a dejar a mi toda esa tarea completa. Y Jesús le habrá dicho: -Tranquila, ya llegará el tiempo, ya llegará el momento.
Hay un momento en el Evangelio de san Juan, por allá, en el capítulo 16. En donde Jesús les dice:
“-Pero yo os digo la verdad: os conviene que me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros.”
(Jn 16, 7).
EL PARÁCLITO
¿El para qué, qué, qué?… Dirían los apóstoles, ¿el para qué? El Paráclito. De hecho, nosotros, muchos no conocemos esa palabra. Paráclito, el que está llamado a estar junto a uno. Parakletos, en griego. Paráclito.
No sé, si después los apóstoles preguntarían: Señor, ¿el para qué? ¿El Paráclito, quién es? Háblanos de Él. Cuéntanos de Él. No sé si Jesús hablaría mucho; por lo menos en el Evangelio, no se cuenta mucho de esto. Jesús, Tú, no hablabas mucho del Espíritu Santo.
Por eso pienso que la Virgen sí tuvo un papel muy importante, ¿verdad? Para poder hablarles a los discípulos, a los apóstoles del Espíritu Santo.
Nos dicen los Hechos de los Apóstoles: “Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, ya Jesús había ido al cielo, en cuerpo y alma….
Y cuenta los Hechos de los Apóstoles:
“Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María, la madre de Jesús y sus hermanos.”
(Hch 1, 14).
Perseveraban esperando al Espíritu Santo, eso es lo que estaban haciendo: esperando que viniera el Espíritu Santo. Por lo menos esos diez días después de que subió en cuerpo y alma a los cielos, diez días y a los cincuenta Pentecostés.
Y es que hoy, en el evangelio, Señor, de san Juan nos dice lo siguiente:
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos, cuando venga el Paráclito que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. También vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.”
(Jn 15, 26-27).
También se los volviste a decir: -Yo me iré. Conviene que yo me vaya del. Desde el Padre les enviará el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad. Él les dará testimonio de mí y les hablará de mí. Será un amigo, no se preocupen…
TIEMPOS DEL CRISTIANISMO
Pero claro, los apóstoles habrán quedado, yo creo que, en las mismas, en las mismas.
¿Cómo actúo sabiendo, llegando a esta conclusión -inteligente por cierto, no, mentiras- que la Virgen fue la que les enseñó a los apóstoles a tratar al Espíritu Santo?
Vamos a los Hechos de los Apóstoles y es que el Espíritu Santo aparece muchísimo. ¿Cómo actúa el Espíritu Santo en los primeros tiempos del cristianismo? Yo aquí tengo el Evangelio en papel. Hace rato, Señor, no cogía para grabar una de estas meditaciones el Evangelio en papel, delicioso volver a coger el Evangelio en papel.
En los Hechos de los Apóstoles hay, apenas una página, por decirlo de alguna manera, en la que no nos hable del Espíritu Santo; en la que no se nos hable de la guía, de la acción del Espíritu Santo, de la dirección, de cómo vas guiando las almas.
Él es el que inspira la predicación de San Pedro, por ejemplo, en el capítulo cuarto de los Hechos de los apóstoles -y es aquí es donde voy a empezar a parafrasear las páginas, que también es chévere- capítulo cuarto, versículo 8, fíjate lo que nos dice aquí, por ejemplo, los Hechos de los Apóstoles:
“Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió…”
(cfr. Hch 4, 8)
Dice, lleno del Espíritu Santo, les respondió… Fíjate, cómo se trata el Espíritu Santo, con gran naturalidad, aquí, en este libro, de los Hechos de los Apóstoles.
Por ejemplo, un poquito más adelante en el versículo 31, en el mismo capítulo cuarto dice:
“Cuando terminaron su oración, tembló el lugar en el que estaban reunidos y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios con libertad.”
(Hch 4, 31).
Vuelve a aparecer el Espíritu Santo está muy, muy presente en esta primitiva comunidad cristiana.
EL EVANGELIO DEL ESPÍRITU SANTO
Ya más adelante, en el capítulo 10, hay una cena en donde se nos habla también del Espíritu Santo, en el bautismo de Cornelio y su familia,
“todavía estaba diciendo Pedro estas cosas, cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra.”
(cfr. Hch 10, 44).
Descendió el Espíritu Santo, recibieron el Espíritu Santo.
También más adelante, ya cuando hay que empezar la actividad apostólica, por ejemplo, se nos cuenta:
“Mientras celebraban el culto al Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo: -Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra que les he destinado. Y después de ayunar, orar y poner las manos, los despidieron:”
(Hch 13, 2-3).
Claro, era el primer viaje apostólico de san Pablo y ahí estaba el Espíritu Santo. El espíritu Santo no era ajeno a aquella labor, estaba en primerísimo lugar.
Más adelante hay una cena muy bonita, cuando el Espíritu Santo le dice a Felipe:
“-Acércate y ponte al lado de esta carroza…
(cfr. Hch 8, 38).
Es una cena bellísima que termina con un bautismo.
Así podríamos seguir mencionando algunos de estos pasajes, sobre todo, de los Hechos de los Apóstoles, que realmente es el Evangelio del Espíritu Santo. Algunos Padres de la Iglesia lo han llamado así, el Evangelio del Espíritu Santo. Ahí te dejo la inquietud.
Vamos a tratar en este mes de mayo también a el Espíritu Santo. Ya nos estamos preparando, en unos días, el último domingo de mayo, creo, me parece que es el domingo de Pentecostés.
Vamos a pedirle a la Virgen que nos ayude a tener mucha familiaridad con el Espíritu Santo, a tratarlo, a hablar con Él, a conversar con Él. Y a pedirle al Espíritu Santo que actúe en este mundo, que renueve la faz de la tierra, como dice esa oración tan bonita:
“¡Ven oh, Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y serán creados. Y renovarás la faz de la tierra.”