LA AMABILIDAD DE JESÚS CON LOS APÓTOLES
Hoy día celebramos a san Pablo Miki, un mártir -y a sus compañeros mártires también- ahí en Japón, hace varios siglos. En toda la iglesia, no sólo en Japón, aquí también, en todos los países, de Latinoamérica, de Asia, de África…
Hoy día en el Evangelio, el que toca, digamos que no es especialmente de esta fiesta de san Pablo Miki, cuenta de un rasgo de amabilidad, de atención, de cariño de Jesús.
Lo cuenta San Marcos, dice:
“En aquel tiempo los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús”
Habían estado predicando por ahí, habían estado dando una vuelta larga y vuelven, y cuenta San Marcos.
y le contaron todo lo que habían hecho, y enseñado.”
(Mc 6, 30).
LAS IMAGENES NOS ACERCAN
Es fácil imaginarlo, seguramente ahora -sobre todo ahora- que estamos rezando, quizás tenemos a la vista alguna imagen que nos ayude a rezar: un crucifijo, una imagen de la Virgen; o quizá en el corazón, alguna imagen o la conciencia de tener cerca a Jesús en algún Sagrario de alguna iglesia, de la parroquia.
Nos sale seguramente muy fácil imaginarnos cómo los apóstoles vuelven y le empiezan a contar a Jesús. Primero uno le cuenta una cosa, después otro, y así se van turnando, porque ¡claro! no pueden hablar tres al mismo tiempo.
Nosotros rezando sí. Pero ahí cuando estaban con Jesús, qué sé yo, a la orilla del lago, no: tienen que ir en una conversación de varias personas.
Y entonces, cuenta San Marcos:
“Jesús toma la palabra -toma la iniciativa- y les dice: Vengan ustedes a solas, a un lugar desierto, a descansar un poco. Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Y se fueron en barca a solas, a un lugar desierto.”
(Mc 6, 31-32).
Es decir, a un lugar sin barullo de gente, sin gente que va, que viene.
TIEMPO DE PAZ Y CALMA
El Señor y los apóstoles estaban para eso: para las personas, para ayudar, para hablar de Dios, para animar. Pero también necesitan un momento de descansar, de recuperar fuerzas, de estar juntos, como lo que estamos haciendo nosotros ahora… De estar con Jesús -nosotros ahora, diez minutitos; ellos un rato un poco más largo, pero necesitan calma, como nosotros también ahora necesitamos calma.
Y estamos con Jesús y tú puedes ahora -yo se lo digo en voz alta, tú le puedes decir por tu cuenta- le puedes decir: “Señor, qué bueno estar Contigo. Señor, qué bueno que ahora te puedo contar las cosas que tengo en el corazón. Qué bueno, es Jesús, que ahora tengo tiempo para que me puedas decir lo que me quieras decir, con calma”.
Esto es oración, verdad. Lo que estamos haciendo nosotros ahora en estos diez minutos con Jesús, es lo que Jesús quería que los apóstoles hicieran: estar tranquilos, descansar, volver a centrar el corazón en Dios, volver a estar con Jesús tranquilamente.
Vale la pena detenernos en esto, en esta escena del Evangelio, o en este aspecto del Evangelio de hoy. “¡Qué bueno eres Jesús! Qué atento, qué cariñoso. Cómo estás así, ¡sí! adentro, a que yo esté contento o a que si he tenido trabajo, o tengo trabajo o que tengo mil cosas en la cabeza…
Cómo estás atento Señor, a que esté contento, y a que esté centrado en lo verdaderamente importante.” No es que aquellas otras cosas sean como obstáculos o no importantes, ¡no! Pero que si yo estoy con el corazón bien puesto en Dios, todo lo demás, sí que sí.
LUZ Y PAZ
Y en verdad si mi corazón no está bien puesto en el Señor, si mi corazón no está con esa luz con esa paz, con ese punto de vista, entonces como Marta, puedo andar de un lado para otro, pero no llego muy lejos.
Tiene mérito hacer un montón de cosas, pero no llego tanto más lejos. “En cambio, si tengo el corazón bien puesto en Ti, Señor, entonces sí”.
Y por eso Jesús, uno ve cómo a los apóstoles les dice: Mira, vamos a un lugar con más calma, para estar juntos, para conversar, para que me puedan preguntar lo que necesiten, para reírnos un rato, para que descansen, para que puedan contar alguna cosa que les preocupa y Yo les pueda, quizás, dar alguna luz.
Mira como el Señor tiene esta iniciativa:
“Vengan ustedes a solas, a un lugar desierto, a descansar un poco”.
EL SEÑOR ESTA SIEMPRE CON NOSOTROS
Precisamente, hoy día que celebramos a estos mártires de Japón, el Señor es así con nosotros, ahora; el Señor era así, atento, cariñoso con los apóstoles; el Señor también era así, también con los mártires de Japón, con todas las personas.
Quizá nos pueda parecer qué duro, qué cruel en verdad fue el martirio de san Pablo Miki y sus compañeros mártires y uno quizás puede pensar como que el Señor -por decirlo así- los dejó, así nomás, en manos de sus perseguidores. Y no es así.
El Señor estuvo también junto a san Pablo Miki y sus compañeros, constantemente acompañándolos, como junto también a San Pedro, al momento de su martirio, de San Pablo, como también en su momento con Maximiliano María Kolbe en Auschwitz, y en el presente también.
Con los apóstoles en esos momentos de tranquilidad a la orilla del lago, con nosotros en nuestra vida diaria, ahora; con todas las personas, con todos los cristianos en particular.
EL PAPA FRANCISCO EN EL SANTUARIO
En noviembre del 2019, el Papa Francisco estuvo allá, en Japón, y fue al santuario. Eso nos puede también servir ahora para unir esta oración, mirando a Jesús atento, cariñoso, siempre presente, vivísimo, atento a su Iglesia. Pensar también en el Papa, conectando a través de san Pablo Miki y sus compañeros.
En noviembre de 2019, el Papa fue ahí, a ese santuario. Para él fue muy especial porque él, siendo muy joven -en sus primeros tiempos de vocación- para él, la figura de estos mártires japoneses, fue muy inspiradora. Lo decía él mismo, ahí en ese encuentro en noviembre 2019, decía:
“Vengo hasta este monumento dedicado los mártires, para encontrarme con estos santos hombres y mujeres, y -decía- quiero hacerlo con la pequeñez de aquel joven jesuita que venía de los confines de la tierra y encontró una profunda fuente de inspiración y renovación en la historia de los primeros misioneros y mártires japoneses”.
(Papa Francisco, Nishizaka Hill, 24 de noviembre, 2019).
Después, el Papa decía lo siguiente -nos podemos unir a esa oración del Papa. Decía:
“No olvidemos el amor de su entrega, que no sea una gloriosa reliquia de gestas pasadas, bien guardada y honrada en un museo, sino memoria y fuego vivo del alma de todo apostolado en esta tierra, capaz de renovar y encender siempre el celo evangelizador”.
(Papa Francisco, Nishizaka Hill, 24 de noviembre, 2019).
Es lo que lo que buscaba, lo que pedía el Papa hace no mucho tiempo, ahí mismo, en ese santuario, en Japón, de san Pablo Miki y compañeros mártires. Que no fuera sólo un recuerdo inspirador del pasado -que para él fue muy importante en sus primeros años de vocación. ¡Si! por supuesto que sí, pero, que no fuera sólo una inspiración, no sólo una gesta -por decirlo así- de libros de historia, de historia de la iglesia. ¡No, no! Decía el Papa esto, que sea memoria y fuego vivo del alma.
Podemos ir terminando estos minutitos tan rápidos de oración. Pidámosle esto también al Señor -se lo podemos pedir al Espíritu Santo: “Ven, Espíritu Santo, y que este ejemplo de san Pablo Miki y sus compañeros mártires, su entrega, su confianza, su alegría en Jesucristo, mirando hacia el Cielo.
Ven, Espíritu Santo, para que yo también viva esto mismo de los apóstoles, de recibir tanto cariño de Jesús, tanta atención, y estar con Él tranquilamente. Ven, Espíritu Santo, para que se haga presente un fuego vivo en la Iglesia, este estar con Jesús que nos llene de confianza, de seguridad, porque estamos con Él, porque Él se preocupa de nosotros”.