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ME DEJÉ SEDUCIR

“Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir. Fuiste más fuerte que yo, y me venciste.”

(Jr 20, 7),

leemos el profeta Jeremías. Seducir es una palabra fuerte.

¿Qué es seducir? Es hacer notar las buenas cualidades para atraer el favor, la buena voluntad o el amor de alguien. Me sedujiste, Señor… me muestras Tu belleza, perfección, grandeza, Tu amor incondicional por mí, por cada uno de tus hijos. Y eso, me mueve a corresponderte.

Me sedujiste, Señor, y yo considero toda tu bondad. O sea, me dejo seducir por Ti. “Fuiste más fuerte que yo y me venciste…” Al descubrir ese amor tuyo, Señor, por mí y por cada uno de nosotros, pues aceptamos que eres digno de toda alabanza de amor.

Tus palabras

“…amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente…”

(Mc 12, 30),

incluso con la propia vida es justo y eso Tú nos lo puedes pedir, porque nos has amado así.

Me sedujiste y me dejé seducir... Qué es la oración sino dejarse seducir por Ti, para querer amarte, para querer corresponder a tu amor.

Ya que te hemos elegido y que hacemos oración, ojalá y nuestro amor crezca, crezca todo, hasta que nos domine y para poder decir así también, como dice Jeremías al final de esa lectura que leemos en la misa:

“Había en mí como un fuego ardiente encerrado en mis huesos; yo me esforzaba por contenerlo y no podía.”

(Jr 20, 9).

Así comienza la primera lectura, “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir y termina hablando de ese fuego que domina, un fuego encerrado en mis huesos que no podía contener. ¡Qué bonito!

EL PROFETA JEREMÍAS

El profeta Jeremías es un profeta que sufrió mucho. Dice entre estas dos palabras que te he leído, dice como una pequeña queja:

“He sido el hazmerreír de todos; día tras día se burlan de mí. Desde que comencé a hablar, he tenido que anunciar a gritos violencia y destrucción. Por anunciar la palabra del Señor, me he convertido en objeto de oprobio y de burla todo el día. He llegado a decirme: “Ya no me acordaré del Señor ni hablaré más en su nombre.”

Como que le cuesta hacer la voluntad de Dios. Sin embargo, él quiere hacerla, aunque le cueste, él quiere hacerlo. ¿Por qué? Porque se dejó seducir por Él. ¿Y por qué? “Había en mi como un fuego ardiente encerrado en mis huesos, yo me esforzaba por contenerlo y no podía…” No podía y no quería tampoco, porque me dejé seducir…

Pues así, la vida, tiene mucho sentido, porque en la vida siempre nos encontramos con dificultades, siempre nos encontraremos con pruebas, con sufrimiento. Y mientras más huyamos del sufrimiento, más nos lo vamos a encontrar. Por eso, qué bonito tener un sentido por el cual sufrir.

Y más aún si es el sentido de nuestra vida, el amor, el amor a Dios, que es nuestro destino eterno, amar a Dios para siempre en el cielo, dejarnos amar por él en el cielo.

Hace poco leí una frase muy buena de Saint Exupery:Antón, qué dice:

“El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a dónde va.”

Buena frase y tan buenos ejemplos que tenemos en el mundo: en el mundo del deporte, de los negocios, de la música, en el de emprendedurismo.

EDDIE THE EAGLE

Me acuerdo de una película que se llamaba Eddie the Eagle. Eddie era un niño inglés que soñaba con ir a los Juegos Olímpicos. No importaba qué deporte, él quería ir a los Juegos Olímpicos. Y se dio cuenta que físicamente no tenía mucho para ser un atleta. En deportes acuáticos, en deportes de pista no daba una, pero él soñaba con ir a las olimpiadas.

Su mamá, como buena mamá, alentaba sus sueños. Incluso, una vez, le regaló una caja de metal para que guardara sus medallas. Él siguió con su sueño y decide, en un momento dado, el descenso de esquí. Pero no consiguió un equipo de su país para los Juegos Olímpicos de Invierno del 84 y se cambió a salto de esquí para ir a Calgary en los Juegos Olímpicos de Invierno del 88. O sea, esto es una historia real.

Después de mucho, mucho luchar, después de romperse varios huesos, de romper varios pares de lentes -porque usaba lentes y los lentes rotos los guardaba en esa caja que su mamá le dio para las medallas- consiguió ir a los Juegos Olímpicos del 88.

Es una historia inspiradora, de tenacidad. Es un hombre que sabe dónde quiere ir… “El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a dónde va.”

Consiguió ir a los Juegos Olímpicos y consiguió esa meta en su vida y consiguió un grado de felicidad, que está muy bien. Pero lo más importante, obviamente, es ir a donde Dios nos quiere llevar.

SEGUIR EL CAMINO QUÉ DIOS NOS MUESTRA

¿Señor, a dónde me quieres llevar? ¿Al cielo, a la comunión contigo, a conocerte, a tratarte más? Y me das un camino, una vocación -cada uno de nosotros tiene una vocación-, una llamada para la amistad con Dios, para llamar al prójimo, para amar a Dios…

¿Cuál es tu camino? Tu familia, tu esposa, hijos. A lo mejor no estas casado y tienes otro camino. Todos los bautizados estamos unidos a Dios y con la fuerza suficiente para corresponder a esa vocación. Tenemos la gracia, para que Dios esté presente en nosotros siempre, en nuestro corazón por la gracia santificante y en nuestras acciones.

Porque en la oración nos damos cuenta, Señor, lo que Tú nos vas pidiendo, vamos entendiendo mejor nuestro camino. De tal forma, que el mundo sea parte, porque voy a pasar yo, qué sé a dónde voy.

Dame, Señor, un amor así de grande, así como decía Jeremías al final de esa lectura: “Había en mí como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos; yo me esforzaba por contenerlo y no podía…”.

“Así te pasó a ti, Jesús. Humanamente vienes aquí a la tierra, Dios hecho Hombre, como Hombre tienes una misión; sabes a qué vienes. No vas a dejar que nada ni nadie te distraiga de tu camino.”

Me acabo de acordar de una canción buenísima de Silvio Rodríguez que dice: “la gente que me odia y que me quiere, no me va a perdonar que me distraiga…”

No me va a perdonar que me distraiga… Tengo que estar concentrado en mi misión. Pues, Tú Jesús, vienes a dar la vida por nosotros y hoy te dejas seducir humanamente por el Padre, por el amor del Padre.

BUSCAR LA SANTIDAD

Y dices, yo quiero hacer la voluntad del Padre, yo quiero hacer la voluntad del Padre. El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, lo va a padecer mucho y va a ser condenado a muerte y resucitar al tercer día… Pedro, se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole:

“No lo permita Dios… Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: ¡Apártate de mí, Satanás! No intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres.”

(Mt 16, 22-23)

No intentes hacerme tropezar en mi camino… Yo tengo mi camino, lo tengo muy claro y lo voy a recorrer; aunque me va a costar y voy a sudar sangre. Voy a ser azotado, voy a cargar con la cruz y voy a morir en la cruz, pero ese es mi camino…

Voy a resucitar y les voy a abrir las puertas del cielo a todos, para que vivan conmigo para siempre en el cielo, para que ustedes también resuciten.

Gracias, Señor, por mostrarnos cómo hay que caminar en este mundo. Cómo debemos de tener la meta clara.

¿Cuál es mi meta en la vida? Pues, humanamente tenemos muchas metas: ir a las olimpiadas, hacer una empresa, casarme, conquistar el corazón de tal persona, el hacer que mis hijos crezcan, que lleguen a ser hombres. Muchas metas, muy buenas, pero detrás de todas esas metas tiene que estar la santidad.

Detrás de todas las realidades honestas de este mundo, puede estar ahí la santidad. ¡Ahí está! Tengo que descubrirla. Señor, dame la luz para entender que ese es mi camino y que con tu gracia podré conseguirlo.

El mundo entero se hará a un lado y todos los obstáculos cederán si sé dejarte paso en mi corazón, en mi mente, en mis afectos y en mi vida; que ese fuego me abrace, como abrazó al profeta Jeremías.

Se lo pedimos a nuestra madre, la Virgen. Madre nuestra, ayúdame a llenarme de Dios para ser muy fiel a mi camino y llegar a la meta a la que Dios me llama.

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