“Se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías. Mirad a mi Siervo, mi elegido; mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi Espíritu”
(Mt 12, 18).
Isaías dijo: “Miradlo”. Puntualmente miradlo, mi Siervo, miradlo, miradlo. Y ahora, Jesús, pienso también en el Padre Eterno. En el momento del bautismo, cuando el Padre dijo: “escuchadlo. Este es mi Hijo amado, escuchadlo”. Ya no dijo miradlo sino escuchadlo. Y tanto Isaías como el Padre Eterno se refieren a la misma persona, a Jesús.
Y eso es lo que queremos hacer en este rato de oración. Mirar a Jesús, escucharlo. Pero yo quiero añadir algo, Jesús. Y de eso se trata este rato de oración. La novedad, digamos, de este rato de oración es lo siguiente: “Contemplar”. Miradlo, escuchadlo, contempladlo.
¿QUÉ ES LA CONTEMPLACIÓN?
Vamos a pensar un poquito ¿qué es la contemplación? Y ¿qué personaje del Evangelio nos puede decir: “sí, sí, sí, hey, no se olviden de contemplar a Jesús”? María, la hermana de Marta y Lázaro. Era una contemplativa. Sabía mirar a Jesús. Sabía escuchar a Jesús. No nos cabe duda, pero sobre todo sabía contemplarlo. Y Jesús sabía.
Tú Señor, sabías que María te miraba contemplándote y Tú la dejabas. Claro, es más, Tú Jesús, atraías su atención. Señor, Tú atraías la atención de mucha gente. Estaba pensando en estos días, por ejemplo, que cuando Jesús hablaba a las multitudes, seguro pensaba en el lugar, que tuviera buena acústica.
Seguro, preveía que no hubiese mucho viento; que la luz del sol no le pegara a la gente sino que le pegara más bien a Él para verse bien y que la gente no se encandilara o no lo viera en contraluz. Jesús cuidaba estos detalles. Y Jesús, por ejemplo, movía, yo te imagino así, Jesús, moviendo mucho las manos, gesticulando mucho. Moviendo la cara, el cuerpo.
JESÚS ESTÁ ENAMORADO DE MI
Claro, porque no había micrófonos. Y Jesús tenía que desde lejos también hablar con sus gestos, con sus manos y las personas no se perdían ninguno de esos movimientos, ninguno de esos gestos. Porque tenían que entender lo que Jesús estaba diciendo. Cuando Jesús hablaba, no sólo era importante escucharlo, sino también mirarlo.
Y así hacía la gente y así hacía especialmente María. Marta también y Lázaro también, pero sobre todo María. María, se fijan en TI, Jesús. Pone su mirada en tu mirada. Y se da cuenta de algo. Mirando la mirada de Jesús, mirando a los ojos de Jesús se da cuenta: “Jesús me quiere, ya lo pillé, Jesús me quiere”.
Voy a decir algo, se va a entender de pronto mal. Pero María, seguramente cuando miraba los ojos de Jesús, pensaba: “Jesús está enamorado de mí”. No importa, no importa que lo haya dicho. Porque así está Jesús ¡Enamorado de ti y de mí. Así, enamorado! Y no me voy a bajar de esa expresión, Jesús está enamorado de nosotros.
Y eso se dio cuenta María cuando miraba a Jesús, cuando contempló a Jesús. Ella era consciente de que el Señor estaba allí para ella. Que todo lo que decía, todo lo que hacía Jesús tenía un significado para ella. Porque así le demostraba su amor.
ÉL ESTÁ ATENTO
Mira, cuando tú y yo hacemos estos ratos de oración, escuchamos estos minutos donde hablamos con Jesús, Jesús está mirándonos. Atento a mirarnos, a descubrir en nosotros todo. Lo que dice nuestra mirada, lo que dice nuestro corazón, nuestros afectos. Déjame buscar, Señor, esa compañía de ti y esa mirada cuando hago estos ratos de oración.
Que me fije en lo que quieres decirme también con tu mirada, en lo que quieres transmitirme con tu mirada. Yo no solamente voy a la oración a escuchar, por eso el título de esta meditación es: “Mira, escucha y contempla”.
Porque me puedo quedar solamente con escuchar. Después puedo pasar a mirar. Pero lo que quiero, Señor, es contemplarte.
Ir a la oración, no tanto preocupado de qué te voy a decir, de qué te voy a pedir. Alguna vez estar atento a lo que Tú me quieras decir con tu mirada. Entonces, estamos demasiado pendientes de lo que queremos decir a Jesús, pero no nos damos cuenta de que el Señor también nos quiere hablar. Y nos quiere hablar con su mirada.
TRATAR LA HUMANIDAD DE JESÚS
San Josemaría, el fundador del Opus Dei, escribió un librito muy breve que se llama “Viacrucis” Y cada escena del Viacrucis la consideraba y escribió un punto para considerar cada estación; y a cada estación le puso cinco puntos de meditación. En la sexta estación, mira el punto de reflexión que nos ayuda también a meditar en este tema:
“Trata a la Humanidad Santísima de Jesús y él pondrá en tu alma un hambre insaciable, un deseo disparatado de contemplar su faz. En esa ansia, que no es posible aplacar en la tierra, hallará muchas veces tu consuelo”. Señor, que yo en cada rato de oración, ansíe, contemplar tu faz y encontrarme con tu mirada. Que tú me mires. Dejarme contemplar por ti. Eso ya lo habíamos meditado hace ya unos días, creo que allá por Semana Santa. Dejarnos contemplar por Jesús, que Jesús nos mire.
Y tratando tu Humanidad, Señor, me acordé de una pequeñita del colegio que no le gustaba… Un día estaba entrando todo el preescolar, las chiquiticas del colegio al oratorio. Y una niña se agarra a su profesora y empieza a llorar…
Entonces dije ¿qué le pasó? Me acerco, la intentó consolar, la acaricio, la miro. Ella me mira y vuelve a llorar porque la profesora insiste en entrar al oratorio y ella dice, no, yo no quiero entrar. Y entonces yo ya le dije, no te preocupes, quédate aquí en esta salita y ya no pasa nada; si quieres, ahorita cuando te repongas ya entras. Yo no sabía lo que le pasaba.
APRENDER A MIRARLE
Al salir, ya cuando las niñas regresaban a su curso, a sus salones, a sus aulas, la profesora me dijo, padre, es que a esta niña le da miedo Jesús, le da miedo el crucifijo, le da miedo el crucificado, le da miedo ver a Jesús allí puesto en la cruz.
Después tuve la oportunidad de hablar con su mamá. Y me dijo, sí padre, es verdad, en las casas tenemos un crucifijo y a ella le da muchísimo miedo mirar ese crucifijo. A veces se pone a llorar y va y se agarra fuerte de mí. Y yo aproveché para sugerirle a la mamá ¿Y qué vas a hacer, qué has pensado hacer?
¿Por qué no le vas preguntando a la niña, poco a poco, oye tú sabes quién es el que está ahí colgando en esa cruz? ¿Tú sabes por qué está colgado en esa cruz? ¿Tú sabes que Él está sufriendo por ti y porque te quiere? ¿Tú sabes que Él es Dios? Hay muchos pasos que se le pueden ir explicando a esa pequeña niña.
Es muy pequeña, pero hay que hablarle de Jesús y ella tiene que aprender a mirar a ese crucificado. Ella tiene que aprender a mirar a ese Hombre que está allí. Que es Hombre, que está muriendo ¡sí! Pero que también es Dios y tiene que saber contemplarlo como Dios, pero también como Hombre.
¿CÓMO ME MIRA?
Cuando nosotros hacemos este rato de oración es más fácil pensar en Dios como Hombre que como Dios. Y el Señor lo tiene previsto así. ¿Tú te dejas contemplar como un Hombre, Señor, Jesús mío? Bueno, tratar a la Humanidad de Cristo. Tratar la humanidad y encontrarnos con su mirada y pensar ¿qué me quieres decir el Señor?
Podríamos preguntar a Jesús ¿Jesús, por qué me miras así? Alguna vez sentir esa mirada de Jesús y sentir una mirada que nos interpela, no que nos condena ni que nos castiga ni que está ahí para reprocharnos y para castigarnos y para mirarnos “¡quiubo pues, quiubo pues!” no, no, no.
Pero cuando uno siente una mirada de cariño, que exige, que espera, que confía, uno no se puede quedar indiferente ¿Señor, por qué me miras así? Bueno, preparando la meditación también me acordé de una canción de Fonseca, de hecho, se titula así “Cómo me mira” empieza:
“Nunca supiste qué andaba pensando
Ni mucho menos mirando
Cada cosa que decías
Más de una noche yo estuve soñando
Que tú también me sentías
Que tú también me querías
Es menos fácil teniéndote al lado
Y aunque no lo hayas notado
Haces más fácil mi vida
¡Haces más fácil mi vida cuando me miras! Y luego dice:
Cómo me mira y sin poder tenerla
Cómo me mira, cuando puedo verla
Cómo me mira, de reojo y tierna
Cómo me mira, queriendo quererla
Cómo me mira, no hago más que pensar en ti
Cómo me mira, estando tan cerca”
Es una canción muy buena, muy sabrosa, muy pegajosa.
Bueno, Señor ¿Cómo me miras y cómo quiero mirarte?
CONTEMPLAR
Voy a aprovechar para decirle algo a los papás que tienen niños pequeños, vamos preparando a los niños para que cuando sean grandes puedan contemplar. Un niño para saber contemplar o cualquier persona para saber contemplar, tiene antes que gustarle, por ejemplo, el silencio.
Tiene antes que gustarle contemplar la naturaleza, un paisaje, una montaña, un atardecer, una playa. Poner larga la mirada en lo profundo.
Una persona para saber contemplar tiene que saber, por ejemplo, leer un texto y comprender el texto. Una persona que quiere llegar a contemplar tiene que aprender a relacionarse, a hablar, a conversar, a escuchar, a mirar. Señor, se me acabó el tiempo hace rato además. Vamos a terminar. Acudimos a nuestra Madre, Santa María, una maestra en oración. Una maestra en mirar, en escuchar y en contemplar. Vamos a pedirle a Ella que nos ayude a ir por esos escaloncitos, vamos escalando.
Los santos todos fueron contemplativos. Vamos a pedirle a nuestra Madre que nos ayude a hacerlo para saber contemplar ese rostro de Dios, sabernos mirados por Él y movernos al amor. Porque en definitiva para eso hacemos oración, para amarte a ti Señor.
Gracias Padre Santiago hermosa reflexión para contemplar la mirada de Jesús
Gracias Padre Santiago hermosa reflexión para contemplar la mirada de Jesús