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MIRA CÓMO SE AMAN

corregir al hermano con delicadeza, voluntad De Dios,
CÓMO SE AMAN

En esos días estamos leyendo el discurso -un largo discurso- que Jesús pronuncia en la Última Cena y que San Juan lo recoge, no sé si podemos decir de manera íntegra, pero sí en varios capítulos.

Y el día de hoy, en el Evangelio que leeremos o que hemos leído en la Misa de hoy nos dice:

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me ha amado, así os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor”.

(Jn 15, 9-10).

Entonces podemos decir que el núcleo, el punto central de este discurso, es el amor.

Y ¿qué es el amor? Es una pregunta muy difícil. Sin embargo, ya a Jesús nos ha dado el ejemplo del amor dando su vida por cada uno de nosotros. Nos dice:

“Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;

permaneced en mi amor”.

(Jn 15, 9)

Él sabe lo que va a pasar a continuación. Él dice: “Yo os he amado, yo los he amado», y es verdad. A lo largo de esos años en los que Jesús ha estado con sus discípulos, no ha hecho otra cosa que amarles.

Y, dentro de unas horas, va a demostrar hasta qué punto está dispuesto a amarlos entregando su vida en la cruz.

EL AMOR DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS

Y esto es lo que los apóstoles, los discípulos del Señor, los primeros cristianos, comprendieron inmediatamente. Talvez es el motivo por el cual San Juan recoge en varios capítulos este discurso la Última Cena.

Y es que los primeros cristianos se caracterizan por esto: por ese amor. A tal punto que, un escritor de los primeros siglos, en concreto Tertuliano a fines del siglo II, recogía cómo los paganos admiraban a los cristianos, o al menos quedaban sorprendidos por esa actitud.

Así Tertuliano ponía estas palabras en boca de los paganos: “Mirad cómo se aman, mientras ellos sólo se odian entre sí”. Comenta a continuación Tertuliano: “Mirad cómo están dispuestos a morir el uno por el otro”.

Es decir, lo que hacen los primeros cristianos no se queda únicamente en creer en Jesucristo, que es muy importante, sino que todo eso que ellos han visto de Jesús, del Maestro, que han recibido de los apóstoles, lo hacen vida de su vida, de su propia vida. Lo que San Josemaría decía: “ser otros cristos, el mismo cristo”.

¡Mirad cómo se aman! “Señor, a lo mejor nos puedes ayudar más en este propósito, en este mandamiento, el mandamiento nuevo: amarnos. Y ayúdanos para que cada día, en cosas concretas -porque el amor está en las cosas concretas- podamos hacerlo, podamos ponerlo en práctica”.
Y esto es verdad: el amor está en los detalles, en las cosas concretas, en ese prestar atención.

COMO EN LA PELÍCULA

Hay una película de una joven que vive en Estados Unidos, en Sacramento, y que está en un momento de rebeldía. Estudia en un colegio católico dirigido por unas religiosas, y entonces esta chica es llamada por la directora a su despacho y están allí conversando acerca de un ensayo que esta joven ha hecho con miras a poder entrar a la universidad, porque ya tiene que pensar con su futuro. Pero ésta ha llevado una vida, digamos, de detención, o de quedarse después de clase castigada en su casa.

Entonces esta religiosa le dice que le ha gustado mucho ese ensayo que ha hecho sobre la ciudad, sobre el pueblo Sacramento. Y le ha hecho la pregunta: “¿a ti te gusta Sacramento?” Y entonces esta joven le dice: “la verdad que no mucho o no me había dado cuenta”.

Entonces esta mujer, esta religiosa le dice: “lo que pasa es que veo que describes con mucho detalle cada una de las calles y de los rincones de la ciudad, y eso significa que a ti te gusta tu ciudad, porque cuando uno ama pone atención a los detalles”. Y ahí es donde ella descubre que en efecto ama su ciudad, esa ciudad que ha recorrido con su madre en el auto, de un lado a otro.

LOS DETALLES DE LA VIDA COTIDIANA

Esto lo podemos también aplicar a nuestra vida, a nuestra vida con Dios, a nuestra vida familiar, en nuestro trabajo. Porque es eso lo que debemos santificar, es eso lo que santificaron los primeros cristianos: su trabajo, su vida ordinaria, cotidiana, que no por ser ordinaria o cotidiana tiene menos valor… al contrario, es eso, para no esperar cosas extraordinarias. Es verdad que a veces Dios hace milagros, milagros muy patentes. Sin embargo, ahora lo que nos pide es esa fe.

Y también, por ejemplo, en este este tiempo en el que seguimos viviendo en pandemia, en el que todavía existen muchos países en los que las cifras son muy altas, o a lo mejor en este momento a ti te preocupa algo, algún familiar, pues es un momento en el que debemos de recurrir más a Dios.

FE CIEGA

Nos puede venir el pensamiento de decir: “Señor, por qué permites esto” o “ya para esto”, y es algo muy natural. Entonces podemos encausarlo como hijos y decirle: “Señor, recorro a Ti, Tú que eres mi Padre; Dios mío, Tú eres mi Padre y recurro a Ti”.

El Señor por tanto nos pide fe, no una fe ciega sino una fe de hijos. Y así esa fe se manifiesta en cosas de cada día.

Como también otro escritor de los primeros siglos hablaba de los primeros cristianos. Dice un tal Arístides de Atenas sobre los cristianos: “Socorren a quienes los ofenden, haciendo que se vuelvan amigos suyos; hacen bien a los enemigos; no adoran dioses extranjeros; son dulces, buenos, pudorosos, sinceros y se aman entre sí.

No desprecian a la viuda, salvan al huérfano, el que posee da, sin esperar nada a cambio, al que no posee. Cuando ven forasteros los hacen entrar en casa y se gozan de ello, reconociendo en ellos verdaderos hermanos, ya que así llaman no a los que lo son según la carne, sino a los que lo son según el alma”.

NORMA DE PIEDAD

Estas palabras nos pueden ayudar a hacer un poquito de examen para ver cómo va esa caridad en nuestro día a día, ya no en general, día a día. Por eso qué bonito, qué importante es ese acto de piedad, esa norma de piedad, que puede ser el examen de conciencia; dedicarle unos minutitos al final del día.

Me acuerdo que una vez estuve con un matrimonio joven y contaban cómo los dos, al terminar el día -los dos abogados-, terminaban el día y antes de irse a dormir, pues lo que hacían es que ambos se ponían de rodillas y hacían un ratito de oración y de examen. Y no podían terminar su día si no habían hecho eso, aunque sabia el uno o el otro que podían estar muy cansados.

Y a lo mejor uno de esos puntos de examen es cómo hemos estado en el amor; cómo he sabido perdonar a mis enemigos, que ya dejan de ser enemigos cuando los perdonamos.

¿CÓMO?

Cómo hemos sabido evitar todo aquello que nos haya podido alejar de Dios, ya no dioses extranjeros, sino esos ídolos que nos vamos fabricando, que a veces puede ser esa concupiscencia de los ojos, ese apegarnos a las cosas, o a veces será a nuestra soberbia, a nuestro orgullo, a nuestra vanidad.

Vamos a terminar este rato de oración poniendo en manos de nuestra Madre Santísima, en este mes de mayo dedicado a la Virgen, estos propósitos de saber amar como Jesús amó.

Tal vez no nos toque entregar nuestra vida como lo hizo el Señor, pero sí nos lo pide que lo hagamos todos los días y así podremos realmente decir que tú y yo somos ese otro Cristo, el mismo Cristo.

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