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MONTSE, PLENITUD EN LO PEQUEÑO

Jesús ha venido a traernos la vida plena. Quiere que seamos felices. Y cuánto más felices mejor. Sabe Jesús que sólo somos felices en la medida en que escuchamos, vivimos y difundimos su Palabra: el que cumpla y enseñe estos mandamientos será grande en el Reino de los Cielos. La vida de Montse Grases es un ejemplo, hoy recordamos su partida. Una plenitud llena de pequeñas cosas.

Jesús quiere que seamos felices y cuanto más felices, mejor.

En este tiempo de Cuaresma, el Señor nos prepara para esa gran felicidad de la resurrección de Jesús. Un viaje que no siempre es fácil. Un tiempo de desierto en el cual nos estamos preparando para vivir con Jesús la Semana Santa y acompañarlo en el camino del Viacrucis, en el camino de la Resurrección.

Ponerse en viaje significa, a veces, decidir, implica tomar decisiones y en esta Cuaresma también estamos llamados a tomar decisiones y a tomar la delantera.

Jesús, cómo nos animaba también el Papa Francisco, (y lo vemos ahora ya recuperado, después de estar internado en el hospital y lo hemos devuelto en la Ciudad del Vaticano) nos animaba a eso, a salir del sofá, a dejar huella.

Hoy quería recordarte la figura de Montse Grases, una niña que efectivamente no se quedó en el sofá, sino que quiso dejar huella y con su vida, con su ejemplo, nos enseñó también a vivir la juventud en la vía ordinaria, transmitiendo a Jesús en lo que hacía.

María Montserrat Grases García, la llamamos Montse, nació en Barcelona el día 10 de julio de 1941. Fue la segunda de nueve hijos de Manuel Grases y Manolita García.

Cuando terminó el colegio se anotó a estudiar piano. Después ingresó en la escuela profesional para la mujer de la Diputación de Barcelona. Era una chica agradable, atractiva. Tenía mucha fuerza interior, mucha capacidad de relacionarse con los demás.

MONTSE CONOCE EL OPUS DEI

Le gustaban mucho los deportes: tenis, el ping pong… en el colegio hacía básquet. Le gustaba mucho la música, las danzas, pero sobre todo quería amar a Dios y lo tenía a Dios en su vida.

Sus padres, de hecho, le enseñaron a tratar al Señor con confianza. En su hogar asimiló esa gran característica de la alegría, de la sencillez, del olvido de sí misma, de la preocupación por lo demás, de la despreocupación también por las cosas materiales.

Con unas cuantas compañeras de la escuela fue a visitar a una gente pobre que estaban ahí en Barcelona; les daba catequesis. Después, en algunas ocasiones les llevaba juguetes, les llevaba caramelos.

Tenía, digamos, unas pocas palabras, un temperamento vivaz, espontáneo. No era brusca. Era una persona muy amable, sabía dominarse y aunque, a veces, le costaba también el carácter.

Pero cuando conoció el Opus Dei en 1954, después conocería a san Josemaría. Aquel día que conoció el Opus Dei empezó a cambiar su vida. Empezó a moldear también su vocación, esa llamada de Dios, para su alma. Esa llamada de Dios para su vivir en el medio del mundo.

Fíjate que Montse era una chica normal, empezó a formarse en un centro del Opus Dei, recibía formación humana y cristiana. Y así, como otras chicas que no vieron una vocación, ella sí que vio la vocación. Ella sí que vio el llamado de Dios.

Era un verano en el año 1957, tres años después de haber conocido el Opus Dei, qué con gran alegría, recordaba después de que su hermano entro al seminario, que ella también, meditando con calma y pidiendo consejo descubrió que Dios la llamaba al Opus Dei.

EL SEÑOR EN PRIMER PLANO

Samuel

A partir de entonces se empeñó con una gran decisión en su vida espiritual. Puso en primer plano al Señor, su piedad eucarística, su devoción a la Virgen y siempre destacó por su humildad y por su deseo de servir.

Cuando ella pide la admisión, cuenta ella que, su trato con Dios, su ilusión por hacer felices a los demás, se convirtió, de hecho, en el centro de su vida. Era, decía ella escribiéndolo, que no podía imaginar lo feliz que era, aunque a veces le costaba un poco.

A todos nos cuesta un poco salir del sofá. Como decíamos del Papa, salir del hospital. Buscar también hacer realidad lo que Dios nos pide. Ella empezó a hacer rato de oración, frecuentó a Dios en la Eucaristía diariamente, rezaba el Rosario, tenía clases y, sobre todo, se notaba que se iba incrementando su sensibilidad para con Dios, su sensibilidad para los demás.

Todo muy notorio con alegría. Digamos que, su entrega fue acrisolada en el dolor. Porque si bien ella se había entregado a Dios, de repente empezó a sentir unas molestias pequeñas en la pierna izquierda. Pasaron las semanas y el dolor no remitía.

Su gran preocupación eran los gastos innecesarios que sus padres tenían que gastar. Era una familia que no estaba acomodada, podríamos decir. Y si bien el dolor la retó, ella venció el partido. No se quedó con el decir: no, voy perdiendo. No, no. Ella siguió adelante. Supo descubrir que en el dolor estaba Dios. Que se servía de eso para ganar, decía ella. Y convirtió su enfermedad en un instrumento de corredención.

Estos días de Cuaresma que, a veces, nos vienen los dolores. Que, como decía el evangelio, también esas cosas pequeñas que nos hacen grandes. Bueno, como nosotros sabemos descubrir en lo pequeño la grandeza, en esa entrega generosa, lo que Dios nos pide.

¿QUEREMOS LA VOLUNTAD DE DIOS?

PARA DISCERNIR MEJOR

Montse lo hizo realidad. Ese dolor que fue aumentando y que sus padres también lo pusieron en manos de los médicos, obviamente que hicieron que Montse tenga que soportar una cruz muy pesada.

Se trataba del sarcoma de Ewing, un cáncer de hueso muy difícil para los jóvenes, muy maligno. A Montse le tocó una parte muy complicada que tuvo que llevar adelante con la enfermedad que le tocó.

Decía ella que estaba muy tranquila y contenta, tenía una gran paz. Decía ella que quería la voluntad de Dios: yo quiero la voluntad de Dios.

En esta Cuaresma, aunque sean cosas pequeñas, ¿querés la voluntad de Dios? Aunque sean cosas pequeñas que Dios te pide y que, a veces, cuesta dejar. ¿Querés esa voluntad de Dios en esa enfermedad, en esa situación laboral, en ese problema en el colegio, de la familia?

¿Queremos la voluntad de Dios? ¿Amamos con alegría lo que Dios nos pide? ¿Se también enterarme que Dios me está mostrando la cruz y que no la esquivo?

Fíjate, Montse, en esa enfermedad que le tocó llevar no fue nada fácil, incluso a veces, se agotaba, porque no podía más del dolor. Gracias a su familia a sus amigos fue sobrellevando la enfermedad.

Fue también creciendo en la incertidumbre de la enfermedad. A nadie le gusta saber que va a tener un desenlace muy duro. Al contrario, Montse luchó con alegría, lucho para mostrar a Dios en su enfermedad.

ESFORZARSE POR ESTAR CERCA DE DIOS

Se esforzó cada día por ponerse cerca de Dios en mil pequeños detalles de alegría, en mil pequeños detalles cotidianos. ¿Cosas pequeñas? Sí, cosas pequeñas. Pero en esas cosas pequeñas, como dice el Señor, Dios nos espera. Dios espera que descubramos la gracia de encontrarnos con Él.

¿Cómo vivimos nosotros esta Cuaresma, cómo nos estamos preparando para alcanzar esa gran alegría del cielo?

La verdad que uno nunca dice basta, pero a veces, cuando vienen muchas visitas a visitarnos, uno puede decir: Basta. Ella trataba de no decirles nunca a las visitas que se fuesen, ¿no? Que la dejasen sola, que la dejasen soportar el dolor. No. Al contrario, ella sabía que estaban ahí para acompañarla. Sabía que estaban ahí para vivir con ella ese momento tan duro.

Fíjate, murió un jueves santo, era el 26 de marzo de 1959, un día como hoy. Pero antes de cumplir los 18 años, ella dejó esta tierra.

Pensemos ahora nosotros, en este tiempo de Cuaresma, ¿cómo sobrellevamos la cruz, cómo amamos la cruz?

Ella supo descubrir que Dios la quería con ese espíritu de victoria siempre. Uno ve las fotos de ella y siempre sonriendo serenamente. Esta enterrada en un Colegio Mayor, en el Colegio Mayor Bonaigua en Barcelona.

Acudamos a ella pidiéndole esa alegría, para que descubramos la belleza plena de seguir al Señor. Que descubramos en este tiempo que podemos, como decía san Josemaría, buscar ese amor en las cosas pequeñas, adquirir ese amor, esa hermosura, es engrandecer el camino nuestro, a través de pequeñas cosas.

Vamos a pedirle a Montse, se lo pedimos también a nuestra Madre, santa María, ella que está ahí también en Santa María de Bonaigua, en ese Colegio Mayor en Barcelona, que nos ayude a nosotros a descubrir ese pequeño detalle, ese amor en las cosas pequeñas.


Citas Utilizadas

Dt 4, 1.5-9

Sal 147

Mt 5, 17-19

Reflexiones

Señor, te pedimos que nos ayudes a encontrarte en las cosas pequeñas, a descubrir el amor en las cosas pequeñas de cada día.

Predicado por:

P. Juan Manuel

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