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P. Santiago

5 min

ESCUCHA LA MEDITACIÓN

MORTIFICACIÓN

Que para la mortificación y el ayuno no nos mueva el afán de recuperar la línea (o la curva) sino el deseo de unirnos a la Cruz de Cristo con nuestras pequeñas privaciones.

Y ya estamos en el 20 de enero. ¡Tremendo cómo pasa el tiempo Jesús! Haciendo un ratico de oración cada día, cada mañana. Comenzar el día con la oración. ¡Qué maravilla!

Hay muchas personas que me dicen que lo primero que hacen en la mañana es escuchar y hacer un rato de oración con Hablar con Jesús. Y hay donde no les llegue la meditación a las 5:00-5:30 de la mañana. Pegan el grito en el cielo, reclaman que cómo es posible, que qué pasó…

Eso está bien, porque para ser alma de oración, definitivamente hay que madrugar y sacarle el tiempito, buscar el silencio, escuchar, meditar, reflexionar y continuar la oración de todo el día.

Bueno, pero metámonos en la meditación de hoy, en el Evangelio de la misa de hoy, que nos habla del ayuno (tema de esta meditación: ayuno).

«Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: “Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?”»

(Mc 2, 18)

No te voy a decir cuál es la respuesta de Jesús, pero ahí está el tema, el evangelio nos lo propone, el evangelio de san Marcos: el ayuno. Tú mismo, tú misma podrás reconocer si en este momento ayunas.

EL MOTIVO PARA AYUNAR

Me acuerdo, hace poco hablé con un amigo y escuchaba mucho ruido, música, ruidos metálicos y entonces le pregunté:

–       Ve hombre, ¿dónde estás vos? ¿Qué es ese ruidajo de ahí?

–       No, es que estoy aquí en el gimnasio.

–       ¿En el gimnasio?

–       Sí, sí, es que después de Navidad toca venir con urgencia al gimnasio porque mucho buñuelo, muchas empanadas, muchas hojuelas… en Navidad se come mucho.

–       Ah, hermano, hágale pues, juicioso, juicioso con el gimnasio.

Y es verdad, muchas, muchos, después de la Navidad comienzan ayunos intermitentes -que está súper de moda-, gimnasio, todo tipo de ejercicios… pero que pueden llevar como a la mística, solamente a la mística del espejo.

mortificación

Pensemos bien cuál es el motivo o la razón por la que ayunamos o por la que hacemos un sacrificio, una mortificación.

Sí, procuramos cuidarnos, somos templo del Espíritu Santo, claro y por eso también hay que cuidar el cuerpo, lógicamente. Pero no adoramos al cuerpo, no podemos ser esclavos de nuestro cuerpo.

Si ayunamos, si nos sacrificamos y mortificamos, nos mueve solamente una cosa: unirnos a Cristo, unirnos a Ti Jesús, con nuestras privaciones.

No nos mueva el afán de recuperar la línea (que yo no sé por qué se dice la línea, se debería decir la curva. Como un restaurante que hay en Antioquia que se llama La Curva del Gordo, pero ahí venden puro chicharrón).

No, no… No recuperar la línea, no recuperar la curva, no. El deseo de unirnos a Jesús en la Cruz con nuestras privaciones pequeñas, medianas y, alguna vez, alguna privación grande, pero normalmente pequeñas.

La mortificación es la sal que le da sabor a cada día y por eso la mejor mortificación será en detalle pequeños.

MORTIFICACIONES Y SACRIFICIOS

San Josemaría sugería mortificar, combatir y luchar contra la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos, la soberbia de la vida, que son las tres consecuencias del pecado.

Mortificaciones, por ejemplo, que no mortifican a los demás, que le hagan la vida agradable a los demás, que les haga más fácil, más llevadera la vida a las personas con las que trabajamos, con las que vivimos.

Sacrificios y mortificaciones que nos vuelvan más delicados, más comprensivos, más abiertos a todos; mortificaciones que nos lleven a dejar las prisas, los afanes, las carreras, la susceptibilidad… ¡Qué buena mortificación!

No seremos mortificados si somos susceptibles. Y si estamos pendientes, es de lo que nos agobia o nos quiebra la cintura o nos quita la paz o la serenidad del día; dejar las susceptibilidades a un lado. Entrenarnos para eso.

Privarnos de las cosas superfluas. También de la comodidad. Vencer la comodidad -buena mortificación. La tristeza no, no, ir a por alegría. Dejar el egoísmo, ir a por alegría. Y, como decía san Pablo:

«hacerse todo para todos para ganar a todos»

(1Cor 9, 22).

Hacerse todo para todos para ganar a todos… Y ahí reconoceremos muchas maneras de mortificación, de sacrificio y de ayuno. Ayunar del propio tiempo, de las propias aficiones, para hacernos a todos, para ayudar a todos, para ganar a todos.

¿Tendremos que hacer grandes renuncias? Pues no, más bien renuncias pequeñas, pequeños vencimientos; sonreír, por ejemplo, a quienes son inoportunos. Una sonrisa…

SONREÍR A QUIENES NOS INOPORTUNAN

Hace unos días pasé por la casa de mis papás, que viven en otra ciudad y justo era el último día del vigilante, del portero de esa urbanización que llevaba trabajando allí 34 años, desde que yo era un niño.

Entonces me bajé del carro -porque estaba regresando ya a Bogotá-, le di un gran abrazo, le agradecí mucho por esos años de servicio, de compañía, de cuidado y me vine recordando cosas, momentos en los que, por ejemplo, me hacía bromas.

Una vez me acuerdo de que salí en carro y me dijo: lleva la llanta en el piso. Y yo dije, ¡Dios mío, me pinché! Entonces me bajé del carro y la llanta estaba normal.

Entonces lo miré y le dije, ¿qué pasó? Me dijo: ¿no le dije que la llanta está en el piso? Pero yo estaba en ese momento de prisa y afán. Y yo me acuerdo de que le dije: no, Toño, no molestés.

Ya después recapacité y dije, hombre, le hubiera seguido la corriente, me hubiera reído, pero me acuerdo de que en ese momento le respondí como con desaire. Él no fue inoportuno, quiso ser amable, chistoso, quiso hacerme una broma.

mortificación

Sonreír a quienes nos importunan, negar al cuerpo los caprichos de bienes superfluos, fáciles; acostumbrarnos a escuchar a los demás. Oiga, esto es clave. Es muy maluco -como decimos aquí en esta tierra-, cuando uno está hablando y alguien lo interrumpe a uno. O no le dejan contar a uno las cosas.

No es que a mí me pase mucho, pero fijarnos si escuchamos a los demás. Si hacemos rendir el tiempo, otra buena mortificación. El tiempo que Dios nos pone a nuestra disposición, que no es nuestro, es de Dios, es tuyo Jesús.

Y tantos detalles más insignificantes en apariencia, pequeños en apariencia, pero que si los vamos buscando y si los dejamos a ellos que nos busquen, los encontraremos y nos iremos venciendo en esas contrariedades, dificultades, sinsabores a lo largo del día. Ir encajando eso con alegría.

Bueno, Jesús, comenzando este año, qué buen tema el de la mortificación. Vamos a meditarlo, a pensarlo y a sacar propósitos concretos.

Acudimos a la Virgen, nuestra Madre bendita, que ella siempre nos recuerde que el propósito de la mortificación es estar más cerca de Jesús.


Citas Utilizadas

Hb 5, 1-10

Sal 109

Mc 2, 18-22

1Cor 9, 22

Reflexiones

Señor, que todos mis ayunos y mortificaciones me muevan solamente a una cosa: unirme a Ti.

Predicado por:

P. Santiago

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