ENTRAR EN DIÁLOGO CON JESÚS
En estos 10 minutos con Jesús como siempre, comenzamos pidiéndole una especial ayuda al Señor para que intervenga en nuestro favor y nos ayude a hacer este rato de oración.
“¡Jesús, ayúdanos, queremos hablar con Vos! Queremos estar en comunión con Vos. Queremos salir de este rato de oración más cerca Tuyo, con más experiencia de Vos, con la relación más crecida, mejor. Y para eso necesitamos tu ayuda, Señor, y la ayuda de nuestros ángeles y la ayuda de tu Madre”.
Le pedimos a la Virgen Santísima, a nuestros Ángeles Custodios, a Vos, Señor, que nos ayuden a hacer este rato de oración, porque no queremos hacer un monólogo, ni queremos simplemente escuchar al cura que habla…
“Queremos, Jesús, conectarnos con Vos, queremos hacer oración y entrar en diálogo con Vos. Queremos crecer en nuestra relación de amor. Que seas más protagonista de nuestra vida, y que cuando terminemos este rato de oración te tengamos más presente, que seas más importante en nuestra vida.
Y para eso necesitamos tu ayuda, Señor, tu gracia. Sin tu gracia no podemos hacer absolutamente nada. Por eso, especialmente, acudimos a tu ayuda, a tu intercesión, y con esa gracia, vamos a poder hacer este rato de oración”.
LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES Y PECES
Vamos a leer el Evangelio que dice lo siguiente:
«En aquel día, al enterarse Jesús de la muerte de Juan Bautista, se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto. Cuando la gente se enteró, lo siguió por tierra desde los poblados.
Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella curando a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: —Estamos en despoblado, Señor, es muy tarde. Despide a la multitud para que vayan a las aldeas vecinas y se compren comida.
Pero Jesús les replicó: —No hace falta que se vayan, denles ustedes de comer. Ellos les replicaron: —Aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces. Les dijo: —Traédmelos.
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición. Partió los panes y se los dio a los discípulos.
Los discípulos se los dieron a la gente y comieron todos y se saciaron. Y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños»
(Mt 14, 13-21).
Este Evangelio es muy bonito por muchos motivos. En primer lugar, Jesús nos lo muestra después de enterarse de la muerte de Juan Bautista, el Señor se queda muy mal. Es como cuando alguien muere cercano a nosotros, un familiar. Él era su primo, pero además era el precursor. Tiene una relación tremendamente especial con Juan.
OLVIDARSE DE SÍ MISMO
Jesús sabía que era el último de los grandes profetas del Antiguo Testamento y además, era alguien a quien quería mucho. Jesús se duele y necesita retirarse a un lugar apartado para hacer el duelo. Necesita hacer el duelo, Jesús.
Algo tan normal, tan lógico que cada uno de nosotros ha vivido en su vida personal. Cada uno de nosotros hemos tenido heridas, muertes, problemas, dificultades, contradicciones, y hemos necesitado hacer ese duelo, y para eso hemos necesitado un tiempo especial.
Jesús necesita ese tiempo para hacer ese duelo. Pero, ¿qué pasa? Se retira a un lugar apartado. Es más, cruza el mar de Galilea, el lago. Y la gente se entera de que Jesús está allí. Y, ¿qué hacen? Van. Algunos irían en barca, otros irían caminando dando la vuelta al lago. No sé, se las ingeniaron de manera que cuando Jesús llega al lugar, al cual se dirigía, se encuentra una multitud.
Jesús podía o bien decirles: —Lo siento, no estoy para ustedes, hoy no estoy. Tengan paciencia, y compadézcanse un poco de mí. Entiendan que yo también necesito a veces estar a solas. Necesito hacer este duelo. Estoy mal, estoy realmente mal; tengo el corazón roto. Ayúdeme, déjenme estar en paz, déjenme curarme…
O la otra, es lo que Jesús hizo, que es olvidarse de sí mismo y decir: —Bueno, mi duelo, me lo guardaré para otro momento. Haré duelo cuando pueda, porque primero está la gente, primero están los demás. Antes que yo, están los demás.
“Es una decisión difícil y por eso, Jesús, te pedimos que nos ayudes no sólo a hacer oración en este rato, sino también a que pongamos siempre en primer lugar a los demás en nuestra vida, antes que a nosotros mismos, que nuestros problemas, nuestras preocupaciones…”
CENTRARSE EN LOS DEMÁS
Esos duelos en los que a veces estamos, porque nos salió mal un examen, porque alguien nos traicionó, porque alguien nos decepcionó. Esos dolores que a veces tenemos que curar, y que nos obligan tanto, porque nos llevan a estar muy pendientes de nuestro problema, muy centrados en nuestro drama, en nuestro problema.
Por eso, Señor, te pedimos una especial ayuda para que jamás nos pase esto. Porque Jesús, ¿qué es lo que hizo? Se puso a curar a todo el mundo, se dedicó a los demás, hasta el punto de llegar a la noche.
O sea, el Señor no se dio cuenta de que había pasado todo el día curando gente, ayudando a otros. Por eso, Jesús, te pedimos que nos ayudes Vos también a nosotros, que estamos aquí tratando de hacer este rato de oración, a centrarnos en las necesidades de las personas que nos rodean.
Y hoy podemos pensar: ¿quiénes son las personas que nos rodean? ¿Cuáles son sus necesidades? Yo tengo que hablar todavía por teléfono con mi padre, por ejemplo, y escucharlo, ver qué necesidades tiene, cómo pasó su día. Y así con muchas personas.
Tengo una lista todavía de pendientes de gente con la cuál tengo que hablar porque sé que me tengo que comunicar y hablar con ellas, visitarlas, verlas.
Mañana tengo todo un plan armado para comer con este, tomar un té con el otro, juntarme a tomar un cafecito con otro amigo; y así, todos los días necesitamos centrarnos en los demás.
PEDIR LA GRACIA DE DIOS
Y para eso, tenemos una especial necesidad de la gracia de Dios, porque Vos mismo Jesús nos lo has dicho:
«Sin mí no pueden hacer nada»
(Jn 15,5).
Nosotros no podemos hacer nada, no tenemos fuerza.
En la medida en que Vos nos dejes, Señor, nos vamos a centrar en nuestras cosas. Me voy a poner a pensar en mis problemas, en cómo solucionarlo. Me voy a abatir porque la semana que viene empiezan las clases de nuevo, y tengo que volver a dar clases y eso, ya sólo de solo pensarlo se me cansa la cabeza… Preparar las clases, preparar esto y preparar lo otro; ocuparme de tal cosa o de tal otra…
Cuando lo que Vos querés, Jesús, es que nos ocupemos de los problemas de los demás, no de nuestros problemas. Vos, Jesús, te guardaste tu duelo. Tu duelo pasó a estar en un segundo lugar. Te olvidaste de tu duelo, lo corriste completamente de lado, y de hecho, no sé cuándo lo habrás hecho…
Señor, ayúdanos a nosotros que somos muy pobres de fuerzas, a dejar todos nuestros problemas de lado, las cosas que tengamos: el comienzo de clase, el trabajo, las dificultades, las cruces y los duelos de lado, para ocuparnos de las cosas que Vos querés que nos ocupemos, fundamentalmente de los demás, de todas las personas que necesitan de nosotros.
Y para eso, nos tenemos que sentar a pensar con tu gracia, con tu ayuda, con tu inspiración. A ver, Jesús, ¿quiénes son esas personas? Y, ¿qué es lo que tengo que hacer? ¿Qué es lo que puedo hacer? ¿De qué manera tengo que ayudarlas? ¿De qué manera puedo dar una mano?
VER LOS PROBLEMAS DE LOS DEMÁS
Todos tenemos experiencia de que cuando acudimos a Vos, Señor, se nos vienen ideas a la cabeza.
Hoy haciendo un rato de oración con Vos justamente Jesús, en la mañana pidiéndote ayuda para esto, se me vino a la cabeza que tenía que hablar con un amigo, concretamente mi peluquero, mi barbero, -ahora no se dice peluquero, al menos en Argentina, se dice barbero.
Y concretamos para hoy en la tarde, a las cuatro de la tarde. Y cuando fui, él me dijo que estaba justamente necesitando hablar conmigo. Necesitaba y quería charlar, para acudir al sacramento de la Penitencia. Quería una serie de cosas que tenía en el corazón.
Y claramente me di cuenta de que Jesús, Vos habías puesto esa inspiración, para que le mandara ese mensajito de WhatsApp y armemos un plan para hoy.
Por eso, Señor, ayúdanos a pensar siempre en los demás, a que nuestros problemas nunca eclipsen los problemas de los demás.