Hoy es la fiesta de San Gregorio Magno, “pero antes de hablarte de él Jesús, te quiero contar la historia de una monjita”. A ti también te la quiero contar, pero sobretodo, a Jesús, porque estos son 10 minutos con Jesús.
29 AÑOS EN EL EJÉRCITO
Esta monjita se llama Deirdre Byrne, no sé si la pronuncié bien, una de siete hermanos, estudió medicina en la Universidad de Georgetown.
Y mientras estaba allí en la universidad, ingresó al ejército como una forma de pagar sus estudios y terminó sirviendo en las fuerzas armadas durante 29 años como médico y cirujana.
Durante su servicio en el ejército, le pasó algo y es que sentía una llamada de Dios y estuvo en un discernimiento vocacional; una llamada interior, que según ella siempre estuvo presente. Afortunadamente, tuvo la oportunidad de hablar con un sacerdote que le animó a encontrar una orden religiosa que le permitiera continuar con su servicio en el campo de la medicina.
Y así llegó a las Hermanas Pequeñas Obreras de los Sagrados Corazones de Jesús y María, un instituto nacido en Italia en el siglo XIX y que también, en ese momento, estaba presente en Washington. Desde 1954 está presente en Washington, donde vivía esta mujer: Deirdre Byrne.
¿Cómo conocí su historia? Pues es que hace unos días salió en todos los medios de comunicación. ¿Por qué? Porque el presidente Trump la invitó a dar un discurso en la Convención Republicana.
Hoy, esta monjita (ya tiene sus añitos) dirige una clínica médica sirviendo a los pobres en Washington. Pero ¿qué tiene que ver esta historia con el Santo de hoy, con San Gregorio Magno?
SAN GREGORIO MAGNO
San Gregorio nació en Roma hacia el año 540. Desempeñó primero diversos cargos públicos y llegó, incluso, a ser prefecto de la Urbe. Era una persona muy conocida en toda la ciudad y aunque San Gregorio cumplía fiel y honrosamente sus funciones como prefecto.
Desde hacía tiempo se sentía llamado también a una vocación sobrenatural, a una vocación divina, a una llamada divina, hasta que por fin resuelve apartarse del mundo y consagrarse al servicio de Dios, siendo ordenado después diácono de la Iglesia Romana.
El Papa lo manda a Bizancio a una misión diplomática, si se puede decir ahí y cuando regresa a Roma decide dedicarse a la vida monástica. ¿Por qué? Porque San Gregorio sobretodo se quería dedicar a rezar, a rezar, a rezar y a estudiar y a estudiar y a estudiar.
Pero en el año 590 ocurre en Roma una terrible epidemia que le quita la vida al Papa Pelagio y entonces ¿qué pasa? Que el clero de Roma y el pueblo de Roma dicen: Pues queremos como Papa a Gregorio.
Entonces van y lo sacan del monasterio y le dicen: nosotros sabemos que tú quieres estar aquí tranquilo rezando (también fundó varios monasterios, donde se vivía la regla de San Benito), pero el pueblo y la Iglesia te necesitan en ese momento.
Así es como Gregorio es nombrado y elegido como Romano Pontífice. Tenía muchos conocimientos y esos conocimientos le permitieron servir a la Iglesia como la Iglesia necesitaba ser servida en ese momento histórico.
MUY HUMANOS PERO A LA VEZ MUY DIVINOS
“Podríamos quedarnos aquí Señor hablando de todo lo que hizo San Gregorio Magno, de toda su labor religiosa en occidente, quizá lo que más se pueda resaltar es la conversión de Inglaterra”.
En fin, “Jesús y estas dos historias pues tienen algo de similares, dos hijos Tuyos muy humanos, muy humanos, pero a la vez muy divinos. Con un ideal divino de su quehacer humano y muy bueno que en los dos casos, tanto la hermana, la monjita, como Gregorio, pues hayan podido servir a la Iglesia con sus conocimientos: del mundo, de las situaciones sociales…
Dos hijos Tuyos muy humanos y muy divinos, puede ser como también el tema de este rato de oración, de esta conversación contigo Señor”. Y para ser divinos hace falta ser muy humanos.
Ellos estaban involucrados en tareas de orden público, social, por decirlo de algún modo. “Y recibieron ahí Tu llamado a consagrarte a Ti por entero, se consagraron a Ti por entero.
Pero Tú Jesús también ¿nos puedes llamar allí donde nos encontremos? ¿O necesitamos apartarnos del mundo para vivir una realidad más divina que humana? Y me parece que no, me parece Señor que no, me parece que Tú nos permites en este mundo, en las tareas ordinarias de cualquier cristiano, identificarnos contigo. Ser en este mundo otro Cristo; el mismo Cristo.
Y yo me quiero fijar en Tu vida, en el ejemplo que nos diste Tú: casi la totalidad de Tu vida terrena ¿qué hiciste? Trabajar como un artesano de una aldea, (voy a decirlo Señor… puede ser un poquito así lanzado) pero una aldea perdida ¿no?, Nazaret. No era una ciudad importante, por eso en algún momento van a decir de Ti, ¿pero de Nazaret? No sé, ¿puede salir algo bueno?, si en Nazaret… ¡¿quién conoce Nazaret?!
O sea, ¿quién puede salir de Nazaret? Esa era Tu aldea Señor y ahí trabajaste como te enseñó Tu Padre, San José a ser un artesano de la madera.
LA CABEZA EN EL CIELO Y LOS PIES EN LA TIERRA
Por eso nosotros, en donde estemos, podemos también identificarnos contigo, en cualquier trabajo noble, digno… en cualquier quehacer terreno. Y me parece que la clave está en mirar la vida, con todas sus dimensiones, desde una perspectiva nueva.
Y cada uno de nosotros puede ahorita considerarlo en la presencia de Dios. Señor, la vida que Tú nos das, mirar la vida dada por Ti, donada por Ti, en lo que estemos haciendo. ¿Qué nos toca hacer?: esto, pues esto es lo que quiere Dios que hagamos en este momento y que Lo encontremos ahí, en esas realidades humanas.
Que nuestra labor humana Señor, se convierta en la labor divina, porque cada labor humana no es ajena a los planes divinos. Tú también estás metido Señor en esos planes.
Alguna vez leí esto y me sirvió también para esta meditación,
“Que la cabeza toque el cielo, pero que las plantas pisen bien seguras en la tierra”
(Amigos de Dios, San Josemaría, p. 75).
“Nosotros estamos en este mundo, pero anclados Señor con la cabeza, con el corazón en el alma, en el cielo, porque hemos sido creados para Ti”.
Este mundo nos necesita y queremos vivir en este mundo Señor, también reflejando Tu imagen, Tu vida, Tus virtudes, anunciando el Evangelio en medio del ambiente que nos circunda.
Acudimos a nuestra madre para que nos ayude a ser muy humanos y muy divinos.