Nadie te ama mas que yo
Nos dice el Evangelio de la Misa de hoy, Lunes Santo:
“Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania dónde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él la mesa”.
(Jn 12, 1-2).
LOS AMIGOS DE BETANIA
Trata de imaginarte lo que está pasando. Jesús ha llegado a casa de sus amigos -Marta, María y Lázaro eran sus íntimos amigos; hacía poco que Jesús había resucitado a Lázaro. Les quería muchísimo y lo querían muchísimo. Jesús estaba muy a gusto en esa casa, y quiere compartir uno de sus últimos momentos con tan buenos amigos.
Hace unos años fui a atender una convivencia de Semana Santa en Tapalpa, un pueblo mágico de Jalisco, mi tierra.
Cuando fui al pueblo por el Santísimo para tener al Señor desde el primer momento de la convivencia en el oratorio de la casa donde iba a ser, el padre estaba celebrando la Santa Misa, y en la homilía dijo algo que me gustó mucho.
Decía el señor cura de Tapalpa que Jesús se la pasaba bien con los tres hermanos -haciendo referencia a este evangelio que te acabo de contar- dice: Jesús se la pasaba bien con los tres hermanos porque eran amigos, y que seguramente esa tarde le habrían preparado su comida favorita.
¡Wow! Este sacerdote que predica -pensé- sabe hacer oración contemplativa. Algo tan sencillo que a mi nunca se me había ocurrido, la verdad, preguntarle, “preguntarte Jesús por tu comida favorita”.
Jesús siéntete a gusto a mi lado
Pues, en cualquier caso, pienso que podemos formular un primer propósito para esta Semana Santa que comienza: Hacer que Jesús se la pase muy a gusto con nosotros, que vayamos a donde vayamos, que estemos donde estemos, nos preocupemos de que esté acompañado, bien atendido; que seamos los mejores anfitriones.
María unge los pies de Jesús con perfume
Pero volvamos a Betania. Sigue diciendo el Evangelio:
“Entonces María tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.”
(Jn 12, 3).
María rompió el frasco. Había ahorrado mucho dinero para comprar esa fragancia. Era un perfume carísimo, que venía probablemente de la India. María se habría privado de muchas cosas para regalarle a Jesús ese perfume.
¡Con cuánta ilusión había esperado este momento! Como dice esa canción de Martín Valverde, que seguramente alguna vez habrás escuchado durante la comunión en la misa.
Regalo envuelto en Ilusión
“Cuánto he esperado este momento…”
-escuchemos un fragmento.
“Cuánto he esperado este momento
Cuánto he esperado que estuvieras así
Cuánto he esperado que me hablaras
Cuánto he esperado que vinieras a mí”
(Martín Valverde, Nadie Te Ama Como Yo)
Podemos imaginarnos a nuestro Señor en la sala, hablando tranquilamente con Lázaro y con Marta; y María ha ido a su cuarto, lugar elegido donde escoger su valioso perfume.
No todo ha transcurrido según ella lo había previsto, y ahora le da vergüenza salir a escena. ¿Por qué? Porque no están solos: En lugar de una cena íntima entre amigos, en su casa se ha dado cita mucha gente, una pequeña multitud atraída por la fama de Jesús. Era impensable verle a solas.
Ha preparado este momento desde hacía meses, pero nada sale como lo ha pensado. Ha imaginado mil veces cuál va a ser la reacción de Jesús, le hace muchísima ilusión, pero ahora tiene miedo -hay muchos desconocidos, y añade a su temor la nueva duda de si acaso a Jesús no le gusta.
María, con su frasco de esencia en la mano está dudosa. Le gustaría tener una amiga cerca que le animara a dar el paso, pero se siente sola.
“Ya no me puedo echar para atrás” -se dice. De algún modo, regalarle ese perfume a Jesús, es como descubrir su corazón y poner de manifiesto delante de tantas personas el muchísimo amor que le tiene.
María le entrega todo a Jesús
Entonces María pensó: “Tengo que salir, quiero a Jesús y quiero demostrárselo”. Respiró profundo, salió del cuarto y se dirigió directamente al Maestro. Ya lloraba, de emoción, de agobio -no era pena, solo amor.
Se echó a los pies de Jesús, y de repente se hizo el silencio: la gente contemplaba la escena sobrecogida. Rompió el frasco -quizá no tenía pensado hacerlo así, pero quería dárselo todo. Era un frasco largo, liso, precioso, pero sobre todo, llegaría a ser una reliquia santísima.
Luego decidió secar con su pelo los pies del Señor. Los hubiera besado pero no se atrevía; le hubiera dicho que le quería, que estaba muy agradecida por lo que había hecho por Lázaro; que gracias por todo, Jesús mío, pero no encontraba fuerzas, solo lloraba.
Pero fue valiente: María rompió el frasco delante de todos, lo dio todo por Jesús a la vista de tantas personas. María fue generosa y junto con ese frasco entregó aquel día su propia vida. No se guardó ni una gota de perfume: todo el amor de su vida para Jesús.
“Señor, ¿cuándo me decidiré a romper también el frasco a tus pies, a dártelo todo -no sólo una parte-, a ser generoso sin guardar nada para mí, como Tú no te guardaste ni una sola gota de tu sangre por amor mío? ¿Me dará vergüenza por lo que diga la gente, o te amaré de verdad en esta Semana Santa y en toda mi vida?”
Entrega total de amor
Sigamos con el Evangelio:
“Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres? [Y aclara evangelio] Pero no lo decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella.”
(Jn 12, 4-6).
“Jesús, estás viendo el amor de aquella familia por Ti, y muy especialmente el de la propia María, y te emocionas. Le hubieras dado un abrazo allí mismo, pero, ante la reacción de Judas prefieres dar una contestación aparentemente enigmática”.
Entrega generosa
Judas, como Satanás, duda de la entrega del alma generosa, le parece excesiva. Como a tanta gente le parece hoy una exageración que queramos amar a Dios con todo nuestro corazón, al grado estar dispuestos, no sé… dudan que alguien le pueda entregar la vida entera a Dios si él nos la pidiera.
Muchas personas que no acaban de entender cómo es que, aún hoy en día, muchos y muchas se entregan del todo a Dios. Y es que los tacaños no entienden la entrega total del amor. Así como Judas, que fue incapaz de entender nada.
Ante la pusilanimidad de Judas, y la de todos los que en la historia pensarían como él, Jesús responde:
“Déjala. Lo tenía guardado para el día de mi sepultura.”
(Jn 12, 7).
Cuando mueren los papas, les hacen como a los faraones egipcios que los embalsaman, como queriendo que nunca se corrompan. María, nada tonta, sabe que Jesús va a ir a la cruz. “Quizá Tú mismo, Señor, se lo has dicho”.
Y sabe que es la última oportunidad de hacer algo, que más que el valor del dinero -que serían como de unos, no se, dicen por ahí, unos veinticinco mil pesos el valor del perfume- pero eso no era nada comparado con el significado que Jesús capta perfectamente: ungirme para mi sepultura es tanto como decir “no quiero que mueras, quiero amarte para siempre”.
Amor eterno
Dicen que la mejor muestra de amor es decirle a alguien: “Gracias por existir. Soy feliz porque existes.” Es lógico que alguien a quien quieres tanto no quieres que muera, si no quieres que ese amor sea eterno.
¿Qué significa esto de que “lo tenía guardado para el día de mi sepultura” ? Pues significa que Jesús, como aquel frasco de María, también se va a romper por amor a nosotros: el frasco es su cuerpo y el perfume es la gracia de Dios.
El cuerpo de Cristo se rompió en mil pedazos, como aquel recipiente: en la flagelación, en la coronación de espinas, en el camino al Calvario, al ser crucificado, en los clavos que le atravesaron pies y manos, y en la lanzada ya al final de su vida.
Al romperse su cuerpo, manaba su sangre, y el mundo se llenaba del perfume que Jesús llevaba dentro de Sí: el perfume de la divinidad, el perfume del amor hasta el final, el perfume del perdón, el perfume de morir a uno mismo para que otros tengan vida. Nadie ha tenido amor mas grande. Y de nuevo esta canción de Valverde:
Nadie te ama como yo
María fue generosa, pero Dios lo es los mucho más. Jesús, ¿cuándo cambiarás mi corazón tacaño por una entrega más completa? Te lo digo de una vez: ¡tómalo! ahora que puedo dártelo, porque todavía está vivo y palpita joven, capaz de darse entero, quiero que sea todo para Ti, como dice aquella canción:
“Pues nadie te ama como yo
Pues nadie te ama como yo
Mira la cruz, esa es mi más grande prueba
Nadie te ama como yo”
(Martín Valverde, Nadie Te Ama Como Yo)
María rompió el frasco, como la otra María -la primera María, la Madre de Jesús, nuestra Madre. Ella también rompió el frasco porque se entregó completamente al Señor.
Pues terminemos dirigiéndonos a Ella: “Madre mía, tanto tiempo junto a Ti, y no me había detenido a considerar tu dolor. Te imaginaba siempre con el Niño en brazos, contenta, sonriente, y no imaginaba tu dolor inmenso, fruto también de mis pecados y claro, no te lo agradecía.
¡Gracias! María, Madre mía, gracias por haberte quedado con Jesús al pie de la cruz. Sabes que no puedes evitar el sufrimiento de una cruz, que asume libremente para salvarnos del pecado.
No lo puedes evitar, pero sí puedes consolarlo; sí puedes aminorar Su sufrimiento con tu corazón de Madre, que es también perfume, es un bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad: un si a la voluntad divina.”
Me explica de una manera muy clara y que no sabía el significado verdadero del signo de ungir los pies de Jesús con perfume.
Agradezco esta meditación porque me ha ayudado a comprender que debemos acercarnos a Jesús sin miedo al que dirán. Gracias.
Me explica de una manera muy clara y que no sabía el significado verdadero del signo de ungir los pies de Jesús con perfume.
Agradezco esta meditación porque me ha ayudado a comprender que debemos acercarnos a Jesús sin miedo al que dirán. Gracias.