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P. Federico

7 min

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SER COMO NIÑOS

En nuestra vida interior los tropiezos y los fracasos no terminarán en amargura, pues contamos con el Amor de Dios.

En el Evangelio de hoy nos fijamos en cómo se acercan unos niños a Jesús… Y la verdad ¡qué confianza da! ¡Qué confianza inspira Jesús, porque se le acercan los niños… hacen hasta esfuerzos, porque hay un forcejeo con los apóstoles para acercarse. Porque un niño no se acerca así a cualquiera y menos a un desconocido… Pero ya se ve que Jesús inspira confianza y cariño… Y a ellos les entran ganas de estar con Él.

“Señor, nosotros, yo también, queremos estar contigo”, pero no sólo nos fijamos en esto en la escena, porque la escena no para allí, ¡Jesús va a más!  Nos pone a los niños como modelos y nos anima a que nosotros seamos como niños. Esto sí que es un reto: ser niño, -que no es blandenguería o signo de poca reciedumbre-.

San Josemaría, en una de las notas introductorias a su libro “Santo Rosario”, dice:

“Se escriben estas líneas para hombres muy barbados y muy… hombres, que alguna vez, sin duda, alzaron su corazón a Dios, gritándole con el Salmista: (…) —Dame a conocer el camino que he de seguir; porque a ti he levantado mi alma. (Ps.CXLII,8). 

He de contar a esos hombres un secreto que puede muy bien ser el comienzo de ese camino por donde Cristo quiere que anden. Amigo mío: si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño. 

Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños… rezar como rezan los niños (…) 

Hazte pequeño. Ven conmigo y -este es el nervio de mi confidencia- viviremos la vida de Jesús, María y José. 

Cada día les prestaremos un nuevo servicio. Oiremos sus pláticas de familia.  Veremos crecer al Mesías. Admiramos sus treinta años de oscuridad… Asistiremos a su Pasión y Muerte. Nos pasmaremos ante la gloria de su Resurrección… En una palabra: contemplaremos, locos de Amor (…) todos y cada uno de los instantes de Cristo Jesús”

(San Josemaría, Santo Rosario, prólogo).

Estas palabras nos revelan un secreto de san Josemaría: ¡hacerse pequeño! y es de hombres recios hacerse pequeño! Nos lleva a creer como creen los niños, a amar como aman los niños, rezar como ellos.

Igual te recomiendo leer este pequeño libro de san Josemaría, porque es una auténtica escuela de infancia espiritual, ¡es una joya!

LECCIONES DE NIÑO

Me acordaba de ese otro pasaje del profeta Isaías que se usa mucho en las misas como palabras introductorias, en la antífona de entrada, que pregunta:

¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas?

(Is 49,15)

Me contaba un sacerdote que había celebrado una misa en un colegio y en la primera banca estaban sólo niños de primer grado y cuando salió justo leyó esta frase:

¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas?

Y uno de los niños de la primera banca gritó: ¡No, no puede, no puede! Entonces él siguió leyendo, porque sigue el texto: 

“pues aunque ella te olvidara yo no te olvidaré”.

Qué consuelo, los niños por supuesto que se dan cuenta.

Hacernos pequeños no sólo para contemplar los misterios del Santo Rosario sino para todo. Los niños son auténticos catedráticos, nos dan lecciones de fe, de sencillez, de todo tipo.

Seguro que te ha pasado más de alguna vez, que al ver el comportamiento de un niño o al escuchar alguna frase te has quedado removido… te ha llamado la atención.

Contaba una madre, que su hijo de diez años que frecuentaba un club juvenil atendido por el Opus Dei en México, estaba un día sentado con ella viendo la televisión y en un momento empezaron a pasar escenas indebidas -tal vez no obscenas pero indebidas- y entonces el niño dice: ¿Mamá, te importa si apago la tele o por lo menos si cambio de canal?

Y la mamá le dice: ¿Pero, por qué? -Y le responde: porque no quiero perder mi capacidad de amar… ¡Vaya lección! Y lógico, ella quedó edificada por el comportamiento de su hijo.

¡Lecciones de niño! ¡Qué sencillez! Y qué facilidad para entender las cosas, para actuar en consecuencia… y para cuidarse.

niño

Se me venía a la mente también algo que me ocurrió en el colegio al que atiendo  hace algunos años ya. Se me acercó un niño y me dijo: “Padre, le tengo que decir una cosa”. Yo le digo: -a ver decime… Y me dice: “Sabe que la primera vez que me confesé, me gustó tanto, tanto, tanto… que cuando salí del confesionario, me volví a poner en la cola para confesarme otra vez”.

¡Vaya lección de amor! Un amor un tanto ingenuo, pero ¡vaya lección de amor a la confesión!

A mí la verdad es que me causó mucha gracia, pero me sirvió mucho para pensar en el valor de la confesión y en cómo ese detalle de cariño de Dios para con nosotros. Tenemos que aprovecharlo.

“Qué lecciones nos dan los niños. ¡Seamos niños! ¡Jesús yo quiero ser niño! Para tratar bien a mi Padre, a tu Padre.”

Pero de esos niños que de verdad quieren a su papá y que intentan demostrarlo, porque hay como dos tipos de visión del papá de parte del niño: el que le tiene miedo y el que le quiere. El primero se esconde cuando viene su papá; en cambio, el otro sale a recibirlo. Yo quiero ser el niño que quiere y que confía, no un niño miedoso y desconfiado.

También seguro que todos hemos visto la escena, un niño que está aprendiendo a nadar y su papá está en el agua con los brazos abiertos animando a que se lance, y el niño está allí en la orilla y le tiemblan las piernas… La verdad es que a su papá lo separa sólo un metro de agua, pero casi que sólo ve agua, hasta que por fin se da cuenta de que ahí está su papá y se lanza, entonces aprende.

¡Niño confiado! nada de miedo ni de desconfianza.

SER COMO NIÑOS

Como dice el Profeta Isaías:

“Yo el Señor tu Dios, te he tomado de la mano diciéndote: no temas, Yo te ayudo”

(Is 41,13).

¡Qué consuelo! Qué seguridad escuchar estas palabras de nuestro Padre Dios: ¡no temas, Yo te ayudo! Ellos, es obvio, pero incluso Dios llega todavía más lejos y nos dice:

“aunque ellas se olvidaran Yo no te olvidaré”.

No nos abandona nuestro Padre Dios ¡y, si nos caemos, nos levanta! Y nosotros tan tranquilos como niños.

Me encontraba con un texto de san Josemaría que es un poco largo, pero me parece que igual nos puede servir para este rato de oración. Yo lo leo y tú lo vas hablando con Dios, con Jesús:  

“Si os fijáis, existe una gran diferencia cuando se cae un niño y cuando se cae una persona mayor. Para los niños, la caída de ordinario no tiene importancia: ¡tropiezan con tanta frecuencia! Y si se les escapan unos lagrimones, su padre les explica: los hombres no lloran. Así se concluye el incidente, con el empeño del chico por contentar a su padre”

(San Josemaría, Textos diarios).

“Mirad, en cambio, lo que ocurre si pierde el equilibrio un hombre adulto y viene a dar de bruces contra el suelo. Si no fuera por la compasión, provocaría hilaridad, risa. Pero, además, el golpe quizá traiga consecuencias graves y, en un anciano, incluso produzca una fractura irreparable”

(Homilía predicada por san Josemaría Escrivá el 5 de abril de 1964).  

niño

En la vida interior nos conviene a todos ser como esos pequeñines que parecen de goma, que disfrutan hasta con sus caídas, porque enseguida se ponen de pie y continúan sus correteos y porque tampoco les falta, cuando resulta preciso, el consuelo de sus padres.

Si procuramos portarnos como ellos, las caídas y fracasos, por lo demás inevitables en la vida interior, no desembocaron nunca en amargura, reaccionaremos con dolor, pero sin desánimo y con una sonrisa que brota como agua limpia, de la alegría de nuestra condición de hijos, de ese amor ¡que es nuestro Padre!

Pues así, Jesús, ¡yo quiero reaccionar así como niño pequeño, con confianza!  Y que si alguna vez me tropiezo, que me levante; además, si me cuesta algo… o si no me termina de gustar… que reaccione como niño.

Como decía en una ocasión el Beato Álvaro, que a los niños cuando no les gusta algo, el niño grita o llora y al final le terminan haciendo caso. “Perdón Señor si alguna vez, reaccionando como niño, termino llorando y pidiendo que me hagas caso, pero que lo haga con la confianza de un niño”.

¡Qué gran lección y qué reto!

Termino con unas palabras de san Josemaría:

Me haré pequeño e iré a María, si ella tiene sobre su brazo derecho a su Hijo Jesús, yo, que soy hijo suyo también,  tendré ahí también un sitio. La Madre de Dios me cogerá con el otro brazo y nos apretara juntos contra su pecho”.


Citas Utilizadas

Sr 17, 1-13

Sal 102

Mc 10, 13-16

Is 41, 13. 49, 15

Homilía predicada por san Josemaría Escrivá el 5 de abril de 1964

Reflexiones

María, Madre mía, que siempre me haga pequeño y que por sobre todas las cosas confíe en tu Hijo como cuando era niño.

Predicado por:

P. Federico

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