< Regresar a Meditaciones

P. Federico

7 min

ESCUCHA LA MEDITACIÓN

NO HAY LIMÓN TAN ÁCIDO

Muchas veces son nuestros límites los que nos estorban o molestan, cuando son justo los límites los que sacan la belleza si estamos agarrados a la mano de Dios. Con Jesús hacemos limonada de la vida, aunque tenga sus limones ácidos, sean estos los que sean.

Jesús, hoy tus discípulos te dicen:

«Ahora sí que hablas con claridad y no usas ninguna comparación; …»

(Jn 16, 29). 

Resulta que te entienden. Tus palabras son claras. Hay luz en lo que dices, pero Tú le respondes:

«—¿Ahora creen? Miren que llega la hora y ya llegó, en que los dispersarán a cada uno por su lado y me dejarán solo. Aunque no estoy solo porque el Padre está conmigo.

Les he dicho esto para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán sufrimientos, pero confíen, yo he vencido al mundo»

(Jn 16, 31-33). 

Y esto ya da un poco de miedo. Eso de dispersarse, eso de sufrimientos no me gusta, no nos gusta.

 “Pero yo pensaba que las palabras Tuyas, Señor, algo tienen que ver con las de tus discípulos, porque algo tiene que ver la claridad de la que hablan ellos con el sufrimiento, con la contradicción, con las dificultades de las que hablas Tú”. 

ENTENDER Y VER A JESÚS

Me acordaba de lo que decía aquel gran escritor francés en una de sus novelas

«Del mismo modo que la pupila se dilata en las tinieblas y concluye por percibir claridad, así el alma se dilata en la desgracia y acaba por encontrar en ella a Dios» (Victor Hugo, Los Miserables).

“Jesús, quiero verte a Ti con claridad. Quiero entenderte. Pero me da miedo que eso sea a través de la dificultad, a través de lo que me encontraría. Es como que te quiero a Ti, pero no quiero sufrimiento. Te quiero a Ti, pero sin enfermedad, sin dificultad o ese tipo de cosas. Lo acepto”. 

Pensar en eso o pensar así es irreal. ¿Por qué? Bueno, porque la vida misma implica cierta dificultad, cierto sufrimiento, cierta contradicción. 

Es más, son muchas veces esas cosas, las que me llevan a crecerme, a ganar en virtudes, a acercarme más a Ti, me dilatan las pupilas del alma y aprendo a darle sentido a eso, que si no fuera por Ti no tendría ningún sentido. 

Y no lo tiene para los que no te conocen… Pobrecitos… 

Pues mira, hace poco leía una novela italiana. El personaje principal es Margherita, una adolescente que está experimentando cambios en su vida familiar y personal y los sufre. 

Y el autor describe una primera escena, en la que ella está de paseo en un barco de vela con su papá. Y dice:

“Margherita cierra un instante los ojos, estira la espalda sobre el casco y extiende los brazos. Cuando abre los ojos, una fuerza invisible inunda la vela. Es el viento. No lo ves ni lo oyes hasta que encuentra un obstáculo, como todas las cosas que han existido siempre.

Hasta el mar parece no tener límites. Pero canta sólo cuando los encuentra: al estrellarse contra la quilla, se vuelve espuma al romper contra la escollera, vapor; al terminar en la orilla, resaca. La belleza nace de los límites, siempre» (Cosas que nadie sabe, Alessandro D’Avenia).

NO HAY LIMÓN TAN ÁCIDO
OBSTÁCULOS Y LÍMITES

¡Me parece genial esto! Así son todas las cosas que han existido siempre: toman cuerpo cuando se encuentran un obstáculo. Cantan cuando se topan con un límite. Y el agua se transforma en espuma, en vapor… El límite saca la belleza. 

«Señor, te pido que nuestros límites saquen lo que tenemos de belleza interior. Muchas veces son nuestros límites los que nos estorban o molestan. Y somos seres limitados. Pues te pido que esos límites, esas limitaciones, saquen lo mejor de nosotros, que nos transformen en espuma y vapor y que nos hagan cantar, que nos lancen hacia adelante. De manera que, por mucho que nos cueste, siempre veamos que nos impulsan a más, que ha valido la pena, porque estábamos cerca de Ti…» .

Algo así como lo que decía san Josemaría:

«Con la gracia de Dios tú has de acometer y realizar lo imposible…, porque lo posible lo hace cualquiera»

(Forja, p.216).

Pero debo reconocerlo, “Señor, muchas veces han sido las ocasiones en que he tenido miedo de las dificultades y contradicciones. El dolor, la enfermedad, el esfuerzo que parece estéril, la muerte. No han faltado momentos en los que me he dejado llevar del desánimo al rezar por algo y no conseguirlo, al intentar vencerme y no ser capaz. 

Tú ya sabes que he estado a punto de abandonar la lucha e incluso te he echado a Ti la culpa de lo que me pasaba. ¿Por qué el Señor lo permite? ¿Es que me abandona cuando más lo necesito? Es el momento de coger la cruz y besarla y ofrecerte el dolor y confiar de verdad, ¡de verdad en Ti! 

Las contradicciones, el que las cosas salgan al revés de como yo esperaba, no es motivo para abandonar la lucha. Es en esos momentos cuando debo abrazarme a María y ofrecer el dolor, pero nunca, como un niño tonto patalear y gritar porque no entiendo el porqué. 

Tú sabes más. Ves todo el cuadro, yo sólo un fragmento. Tú, Artista divino, das las sombras y el color que da sentido a una vida llena de amor. 

Por fin el cuadro es una obra de arte, con claros y sombras que todos pueden contemplar y admirar. Las contradicciones me ayudan a no vivir un cristianismo fácil y cómodo” (Acercarse a Jesús- Pascua, José María Torras). 

SACAR DE LOS MALES, BIENES

Es eso, los límites lo que nos contraría, no ocupan toda la pantalla. No estamos ante un cuadro monocromático de un solo color. La vida no se compone de una sola pieza. Hay dolores y alegrías. Cosas que salen al derecho y otras al revés… Dolores y gustos, alegrías y decepciones. 

Pero mucho depende de nuestra actitud y de nuestra presencia de Dios. Porque Tú, Jesús, eres capaz de sacar de los males bienes. También de nuestros males bienes. 

Me gustó mucho aquella frase de una serie que se puso de moda hace pocos años. Uno de los protagonistas estaba pasando un mal momento, mucho nerviosismo, incertidumbre y dolor. Un buen hombre le comenta: “No hay limón tan ácido, del que no puedas hacer algo parecido a limonada”. 

Y, Contigo Jesús, hacemos limonada de la vida. Aunque tenga sus limones ácidos, sean éstos los que sean. Y sacaremos limonada si tenemos el corazón puesto en Ti.

Porque como decía san Agustín:

«Nada hay pesado para el que ama. Cuánto sufre el cazador por el calor del verano, el frío del invierno, las dificultades de los caminos, la pendiente de los montes… Y con todo eso, el amor a la caza, a la cacería, no sólo hace llevaderas todas esas cosas, sino que también las hace agradables; y tanto es así que, si le prohíben cazar, entonces sí que para él es una verdadera contrariedad: le envuelve un cansancio agotador,  no puede estar tranquilo. Mucho es lo que sufre para alcanzar a un jabalí, y ¡nos parece a nosotros difícil llegar a Dios!»

(Cita en: Pasó haciendo el bien, Francisco Fernández-Carvajal). 

¿Me parece difícil llegar a Dios… seguirle…, vencerme…? ¿Me resultan cargantes las contrariedades de la vida…? Tal vez lo que me hace falta es amor… ¿Cómo andamos de fortaleza basada en el amor…? 

Muchos son los limones ácidos que nos encontraremos, pero el amor a Dios es capaz de transformarlos en limonada. Y con el amor viene la fe y la esperanza

Así, por más que constatamos nuestra miseria, nuestra cobardía, siempre queda la posibilidad de seguir adelante agarrados a la mano de Dios. 

Y no nos decepcionamos, no nos venimos abajo, no nos acobardamos, no tiramos la toalla. 

NO HAY LIMÓN TAN ÁCIDO
APROVECHAR LOS DESASTRES

Como comentaba un autor: «Quien tiene esperanza se lanza a la conquista del tiempo que tiene por delante, sin quedarse anclado en el pasado, con una tristeza dulzona, sin esperanza que se apodera del corazón (EG 83). 

Somos entonces capaces de tomar distancia de los sucesos, afrontarlos con menos drama y con buen humor, sobre oponiéndose a los a las contrariedades. Si algo sale mal, recomenzamos y aprovechamos los “desastres”.

Como cuentan que hizo el cocinero de un emperador austríaco que, creyendo haber dado con el mejor de los postres, se encontró con una masa retorcida y quebradiza entre las manos. 

Sin desanimarse, usó de su inventiva y la sirvió mezclada con salsa de fruta. Tan alabado fue el resultado que su memoria llega hasta hoy en el conocido dulce ‘Kaiserschmarren’ o Kaisser Marron.

Quien vive para Dios y espera en Él, quita importancia al que dirán: Si hace algo mal, admite la culpa y pide perdón. Troca la vergüenza en arrepentimiento, —si es necesario, con la confesión, sacramento de la misericordia— y recomienza» (Ser quien eres, Wenceslao Vial).

O sea, saca de los limones ácidos, limonada… 

Pues acudimos a nuestra Madre; nos abrazamos a ti, María, y ofrecemos el dolor, pero nunca, como un niño tonto, patalear y gritar porque no entiendo el porqué.


Citas Utilizadas

Hch 19, 1-8

Sal 67

Jn 16, 29-33

Ser quien eres, Wenceslao Vial

Pasó haciendo el bien, Francisco Fernández-Carvajal

Forja, p.216

Cosas que nadie sabe, Alessandro D’Avenia

Victor Hugo, Los Miserables

 

 

 

Reflexiones

Señor, enséñanos a ver la vida con buena actitud, ver que Tú eres el artista y yo soy solo una pincelada de tu cuadro final. Que los límites y obstáculos de la vida me fortalezcan y me acerque a Ti.

Predicado por:

P. Federico

¿TE GUSTARÍA RECIBIR NUESTRAS MEDITACIONES?

¡Suscríbete a nuestros canales!

¿QUÉ OPINAS SOBRE LA MEDITACIÓN?

Déjanos un comentario!


COMENTARIOS

Regresar al Blog
Únete
¿Quiéres Ayudar?¿Quiéres Ayudar?