Hace unos días dando una clase en el en la que hablábamos del itinerario de la santidad y mencionamos la necesidad de la Cruz; como tú Señor nos dices que es necesario cargar con la Cruz, cada uno tiene sus cruces y la lucha por adquirir las virtudes pues también implica un morir a uno mismo.
Preguntaba una persona: Padre es que yo me doy cuenta que hay gente que sufre mucho, que la tiene difícil, que pasa por circunstancias dramáticas, en cambio hay otros que parece que no sufren nada, ¿A esos otros cómo les podemos hablar de la cruz? o ¿cuál es su cruz?
DIOS CONOCE NUESTROS SUFRIMIENTOS
Bueno, cada persona es un mundo y Dios conoce las circunstancias de cada quien, pero pensando en esas personas que sufren mucho, viene el Evangelio de hoy y parece que es una de esas personas:
“En aquel tiempo iba Jesús camino de una ciudad llamada Naím y caminaba con Él, sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad resultó que sacaban a enterrar a un muerto hijo único de su madre que era viuda. Y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba, al verla el Señor se compadeció de ella y le dijo: «no llores”.
(Lc 7, 11-17)
Pensamos en esta mujer, que es viuda, ya no tiene marido y tiene un único hijo que falleció, después se quedó sola e iba a enterrar a su hijo, ya podemos imaginar pensando en su soledad, en su dolor, en su futuro, en las pruebas que se le vienen encima.
Efectivamente esta mujer podríamos pensar que sufría más que todos los demás que estaban ahí, que no estaban tan solos o que no tenían una circunstancia tan difícil.
Hay gente que sufre más, pero es lo que queremos meditar, nos damos cuenta Jesús que Tú te das cuenta, Tú eres consciente.
EL SEÑOR NOS DICE: NO LLORES
Dios sabe lo que sufre cada quien y Dios no nos deja solos.
Dios se acerca a nosotros, se acerca a esta mujer y le dice: “No llores”.
Quizá algunas otras personas le habían dicho también, no llores, ya no llores, no llores tanto, no sabemos si ella respondió algo, quizá le dijo: pues es lo único que puedo hacer ya me está mi hijo, soy viuda, me voy a quedar sola.
¡Que dura la soledad! o quizá le dijo a Jesús: gracias por tus consuelos, por tu compañía, ya no me siento tan sola, pero estoy triste, aunque ya no voy a llorar, voy a hacer el esfuerzo por no llorar pero estoy triste.
No sabemos qué le dijo esta mujer o cómo reaccionó ante esas palabras iniciales de Jesús, pero sí sabemos lo que pasó después:
“Jesús acercándose al ataúd lo tocó, los que lo llevaban se pararon y dijo: Muchacho a ti te lo digo ¡levántate!, el muerto se incorporó y empezó a hablar y se lo entregó a su madre”
(Lc 7, 14-16)
Es realmente un hecho admirable, que de entrada puede asustar a la gente, pero a la vez se alegran muchísimo porque esta mujer ya tenía a su hijo.
Gracias Jesús por este milagro, nos alegramos con la alegría de aquella mujer y sentimos también una envidia de recibir tu consuelo Señor, porque pues quizá ahora que estoy escuchando esta meditación, pues me doy cuenta de todo lo que me cuesta, alguna prueba difícil que tengo o alguna situación familiar, laboral, de salud que me aflige y que me hace llorar.
QUIERO TU CONSUELO
Y me gustaría experimentar tu consuelo, me gustaría que te acercaras a mí cómo te acercaste a esa mujer y me dijeras: No llores.
Comenzamos nuestro rato de oración con un acto de fe:
“Señor mío y Dios mío creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes…” Hacemos ese acto de fe, lo volvemos a hacer en este momento, Señor porque sé que estás cerca, sé que me ves, sé que conoces mis circunstancias y sé que no eres indiferente a mi dolor.
QUIERO TU MIRADA
En la oración con tu ayuda Señor veo mi interior, me presento ante Ti con mis temores, con mis alegrías, con mis defectos, con mis pecados y dejo que Tú me ilumines y quiero encontrarme con Tu mirada que siempre me va a dar luz, siempre me va a elevar, a veces me consolará, otra veces me ayudará a dar un paso para convertirme, me ayudará a tomar una resolución.
En otras ocasiones sentiré ese consuelo, pero es importante que con Tu ayuda Señor aprenda a hacer oración, que aprenda a encontrarme Contigo, a no rehuir de tu mirada que muchas veces me exigirá, que muchas veces me pedirá y otras veces me consolará como venimos meditando.
Señor yo quiero también experimentar ese consuelo.
MARIA MAGDALENA
Pensamos en otra mujer que lloraba también ante la muerte, lloraba desconsoladamente quizá con mayor escándalo.
Estaba fuera del sepulcro, llorando y Tú Jesús te acercas y le preguntas:
“Mujer ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? ella pensando que era el hortelano y le dijo: señor si te lo has llevado tú dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré. Jesús le dijo: María”.
(Jn 20, 15-16
Se trata de María Magdalena, que estaba fuera de la tumba de Jesús, destrozada, porque Jesús había muerto y había muerto de un modo tremendo, ella había sido testigo, ella había estado ahí junto a María, junto a otras mujeres, mirando como Jesús sufría y cómo entregaba a su alma, cómo entregaba toda su vida, toda su sangre por nosotros.
Y ya Jesús había muerto y ella pues desesperada, triste, desconsolada, llorando fuera de la tumba de Jesús y Tú Jesús te acercas: “¿Porque lloras? ¿A quién buscas?”
Le dices por su nombre María, y ella sintió una alegría todavía mayor que la de la viuda de Naím y saltó de contenta y te fue a abrazar Señor y Tú le dices: “Ve a decir a los apóstoles que resucité, que subo a mi Padre y a su Padre, a mi Dios y a su Dios.
O sea le das la esperanza a María, la buena noticia de que Tú has resucitado por lo tanto, tenemos esperanza de la vida eterna.
JESÚS, ESPERANZA NUESTRA
Y también nos alegramos con María, es una alegría que nos toca todavía más a cada uno de nosotros, porque la alegría de la Resurrección de Jesús, es la verdad fundamental de nuestra fe.
Si Cristo no ha resucitado, dice san Pablo, es vana nuestra fe, vana es nuestra predicación, aún estamos en nuestros pecados.
Pero como Tú Jesús resucitaste, nunca estamos solos.
La viuda de Naím lloraba su soledad, pues ahora Señor no hay motivo por el cual desesperar, porque nunca vamos a estar solos.
ACOMPAÑANOS SIEMPRE
Tú estás con nosotros, el chiste es que sepamos dejarnos acompañar por Ti, mirar por Ti, elevar por Ti y también cualquier situación, dificultad o sufrimiento que tu permitas en nuestra vida lo podemos soportar con tu ayuda.
Tenemos esa conciencia y le pedimos a la Virgen, Madre Nuestra que nos ayude a tener esa confianza en Jesús, tener una fe profunda en que realmente nos mira, que nos acompaña y que nos da la fuerza para soportar cualquier sufrimiento y que también nos consuela.
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