San Marcos nos cuenta en su Evangelio una escena que quería traer hoy en nuestro rato de oración para meditar y para aprender qué significa ser discípulo de Cristo.
Dice el evangelista que en esa ocasión, nuestro Señor después de haber saciado a más de cinco mil hombres, con esa multiplicación de los panes y peces, Jesús les dice a sus discípulos que ya es tarde; por tanto, que suban a la barca. Pero les dice que se adelanten. Se dirigían hacia la orilla de Betsaida,
«mientras Él despedía a la gente»
(Mt 14, 22).
Ya en esto encontramos una enseñanza y es que el Señor piensa en nosotros, (porque Él estaría cansado). Él estaría cansado de hablar con tanta gente, de esos milagros, porque el Señor es perfecto Dios y perfecto Hombre; por tanto, también se cansaba.
LA ORACIÓN
No obstante, Él les dice a los apóstoles, suban ustedes a la barca y yo ahora los alcanzo.
«Y entonces después de despedir a la gente, Jesús se retira a orar».
(segunda enseñanza del Señor).
No importa lo cansado que Él está, incluso diríamos que es apremiante, es importante ir a ver a sus discípulos que están allí esperando, Jesús tiene la necesidad (el que es hijo de Dios), de retirarse a orar.
LA IMPORTANCIA DE LA ORACION
“Qué bonita enseñanza la que nos dejas Jesús, de saber ver qué es lo importante”.
A veces la oración no parece que fuera lo más importante, porque tenemos otras cosas más delante de nosotros, delante de nuestros ojos y todas ellas preocupaciones buenas, lícitas y a veces pensamos: ponerme a rezar ahora… no me da tiempo.
Será porque nos hemos planteado hacer todos los días un rato de oración o porque nos gusta o queremos hacer oración, queremos hablar con Dios, pero vemos que de pronto las actividades, el trabajo, el estudio… son cosas que nos ahogan. Y uno dice: no, no tengo tiempo para rezar…. “Y Tú Señor te buscas un tiempo, que el resto esperen…”
Yo necesito hablar con mi Padre…. Y así hace el Señor. Entonces el tiempo pasa porque el Señor despide a la gente, les dice a los discípulos apúrense y súbanse a la barca porque ya es de noche; pero por lo visto, nuestro Señor se queda un buen rato rezando.
“Entonces llegada la noche»,
nos dice San Marcos,
«la barca estaba en mitad del mar y Jesús sólo en tierra”
(Mc 6, 47).
No sabemos si los apóstoles decidieron avanzar o, que de pronto, el viento o la tormenta los fue llevando, los fue alejando de la orilla.
La cosa es que estaban a mitad del mar…
CONTINUA EL RELATO:
“Viéndolos fatigados de remar, porque tenían viento contrario, a eso de la cuarta vigilia de la madrugada fue hacia ellos andando sobre el mar, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos viéndolo andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y dieron un grito porque todos lo vieron y se asustaron”
(Mc 6, 47-50).
Cómo no se iban a asustar, de ver a un hombre caminar por el mar, (en este caso era un lago, ellos le llaman mar a un lago). Se asustan ellos, no reconocen al Maestro.
Al menos, personalmente, no puedo dejar de ver un buen humor, el buen humor de Jesús, porque dice:
“hace el ademán de pasar de largo…”,
diríamos se hace el loco y ellos se sorprenden y los asusta de ese modo.
Pero Él hablo enseguida con ellos y les dijo:
“Ánimo, soy Yo, no tengáis miedo”
(Mc 6, 50).
Estas palabras, el Señor, nos las repite siempre:
“no tengáis miedo”,
No tengamos miedo, porque estamos con Él, somos de Dios. Y, de hecho, los apóstoles le reconocen por la voz, por sus palabras, que les dice:
“Soy Yo, el Maestro, Jesús, no tengan miedo”.
LOS MILAGROS
Entonces ellos se calman,
«Jesús entró a la barca con ellos y el viento amainó».
Se tranquilizaron, se tranquilizó la naturaleza. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues
«no habían comprendido lo de los panes porque tenían la mente embota».
LOS APOSTOLES NO COMPRENDIAN
Si no habían podido entender, ¿cómo era posible que nuestro Señor hubiera multiplicado los panes de unos cuantos y peces?, ahora no entienden cómo ha podido caminar sobre las aguas.
Y es que nuestro Señor manifiesta Su ser y su poder o sea, ¿quién es? Él es Dios y Su poder. Y así vemos, como nos dice un autor eclesiástico, Orígenes: “Jesús prefería proclamarse y manifestarse como Cristo con sus actos más que con sus palabras”. El Señor hace milagros, El Señor camina sobre las aguas y de ese modo manifiesta Su Divinidad.
A veces tú y yo podemos querer un milagro de esos, como los que han visto los apóstoles u otros milagros de ese tipo que se dan hoy en día por intercesión de los santos y que luego permite que puedan ser llevados y proclamados santos o beatos. «Pero Tú Señor haces muchos milagros sin que nosotros nos demos cuenta, son esos milagros de la gracia».
NOS GUSTARIA VER MILAGROS
Cómo nos gustaría Señor que hagas en nosotros esos milagros de hacernos ver, no únicamente porque estemos ciegos o porque tengamos miopía o hayamos perdido la vista, sino que nos abras los ojos del alma. Para ver, por ejemplo, en las demás personas a otros Cristos; para querer a todas las personas con las que vivimos a nuestro alrededor; para que no haya esas diferencias, esos rencores.
En nuestro mundo encontramos mucho rencor, a veces en la familia, en el puesto de trabajo, en el barrio… El Papa Francisco, de vez en cuando, arremete contra esto, dice: el chismorreo, pues cuánto daño puede hacer, porque no vemos con los ojos de Dios.
Y por eso pidámosle al Señor que abra nuestros ojos y nos ayude a mirar a todas las personas que son hijos de Dios, que somos hijos de Dios.
También que nos abras los ojos para poder ver lo que Tú quieres de nosotros, para que nos muestres ese camino hacia donde vamos Señor, ¿Qué quieres de mí? ¿Qué quieres que haga?
A lo mejor será que mejoremos nuestro comportamiento; que nos tomemos más en serio nuestra vocación de cristianos, de hijos de Dios; que dejemos alguna mala costumbre, un defecto; otras veces será caminar y es justamente tomar la iniciativa, la decisión de abandonar todo aquello que me ata al pecado y caminar, por ejemplo, a la parroquia, a la iglesia a confesarme, a buscar un sacerdote y confesarme.
Caminar para ir a la misa o a lo mejor «voy a misa más tarde… o ya me dio flojera… es que no me siento muy bien…» «Ayúdanos Señor a caminar para encontrarte».
CONFESIÓN Y EUCARISTÍA
Y por supuesto esos dos grandes milagros como son la confesión, (sobre todo cuando uno se confiesa después de haber estado en pecado mortal, grave, pues uno vuelve a la vida) y ese gran milagro de la Eucaristía, el milagro más grande que hay sobre la tierra.
A veces podemos querer presenciar un milagro justamente como los que hiciste Tú Señor, la resurrección de la hija de uno o el hijo de la viuda de Naín o la multiplicación de los panes…. Pero todos los días, en esta tierra, el milagro más grande es la Eucaristía.
«Vamos a aprender de esta escena, en la que Tú Señor te manifiestas como Dios, pero sobre todo, que cuidas de los tuyos». El Señor les dice:
«No tengan miedo, soy Yo».
Y esto nos lo dices Tú, a cada uno de nosotros: que no tengamos miedo. Dejas que tus discípulos peligren un momento, para que sean fuertes, para que, sobre todo, aprendan a confiar en Ti y menos en sus propias fuerzas.
Ayúdanos también a nosotros a confiar más en Tu gracia, que tengamos más fe y que Te amemos más.