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P. Federico

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NOS MUEVE PARA QUE MOVAMOS

Los apóstoles son enviados sin ningún apoyo humano, para que les quede claro que es Dios quien obra maravillas a través de ellos. Jesús es el que mueve, y los hace para que nosotros movamos a los demás. Lo importante es ser dóciles, ser superconductores de la gracia.

NOS MUEVE

“Jesús llamó a los doce y comenzó a enviarlos [por algunas ciudades de Israel. Y para que desde el principio sepan apoyarse en los medios sobrenaturales, poniendo toda su confianza en Dios, les quita todo apoyo humano]: les mandó que no llevasen nada para el camino, ni pan, ni alforja, ni dinero en la bolsa, sino solamente un bastón; y que fueran calzados con sandalias y que no llevaran dos túnicas”.

(cfr. Mc 6, 7-9).

Así, sin medios humanos para combatir los peligros, aprenderán que es Jesús, -eres Tú Señor-, quien les ayuda y les da eficacia porque, como dice san Gregorio, “la confianza que el apóstol ha de poner en Dios debe ser tan grande que, aunque no posea lo necesario para esta vida, tenga por cierto que nada le ha de faltar”. (San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia 17,5). Por eso deben ir así: sin nada.

Para que se vea bien que no son suyos los triunfos ni los milagros. Porque iban a tener triunfos, iban a hacer milagros. El Evangelio dice que

“se marcharon y predicaron que se convirtieran. Y expulsaban muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”. (Mc 6, 12-13).

Tú Jesús, querías dejarles claro que aquello no era mérito suyo; que sus cualidades personales, su esfuerzo humano, no bastan para que los pecadores hagan penitencia y se conviertan, no bastan para expulsar demonios y curar enfermos.

ENVIADOS TODOS

La palabra “apóstol” significa “enviado”. Esta es la única vez que nos dice el Evangelio que Jesús envió a los Doce y los envió “de dos en dos, dándoles potestad sobre los espíritus impuros”. (Mc 6, 7).

No sé si alguna vez te has preguntado, ¿quién iría con Judas el Iscariote? ¿Quién sería como su pareja en la predicación? Y estremece pensar en Judas predicando un sermón… Pero allá fue. Bueno, a decir verdad, tampoco es que los demás fueran grandes predicadores.

Y resulta que ahora tenían que hablar ante grandes multitudes. Si ya una persona que se dedica a dar conferencias se pone nervioso de vez en cuando, no digamos estos hombres. Predicar era algo que no tenía absolutamente nada que ver con sus trabajos anteriores, o sea, con la pesca o con la recaudación de impuestos…

“Con todo, no era nada en comparación con lo que Jesús les dijo que tenían que hacer. Podemos imaginarnos su escalofrío en la espalda cuando trataran de curar milagrosamente al primer enfermo. ¿Lo lograrían?… Y los demonios, ¿saldrían fuera?” (cfr. Conocer a Jesucristo, Frank J. Sheed).

Ellos mismos se lo preguntaban y lo lograron. ¡Curaban enfermos! ¡y los demonios salían fuera! Pero no era por ellos, era por Jesús. Era por ti, Señor. Tú los habías llamado y Tú los habías enviado. Ellos no eran la pieza clave, eras Tú.

TODOS ESTAMOS LLAMADOS A MOVER

Bueno, nosotros somos uno más, como los apóstoles, pero el Señor ha querido contar con nosotros. Tenemos las mismas debilidades y los mismos deseos que los demás… Y como compartimos todo con ellos, también podemos compartir ese estar cerca de Jesús. Como leía hace poco:

“La mejor definición con que me he tropezado sobre qué es evangelizar es aquella según la cual, evangelizar consiste en que un hambriento le dice a otro hambriento dónde encontrar pan”. (La historia de amor más grande jamás contada, Javier Aguirreamalloa).

Eso es lo que hacemos. Eso es lo que hacen los apóstoles. No es que sean mejores o distintos, simplemente es que han encontrado donde hay pan, mientras los demás siguen buscando. Y consiguen comunicarlo bien, porque era Jesús -Tú Señor- quien actuaba a través de ellos.

SIN GRANDES COSAS

Jesús mueve a estos doce hombres para que ellos muevan a los demás. Jesús también nos mueve a ti y a mí para que movamos a los demás. Todo depende de que me deje mover por Él, porque es Él y sólo Él quien mueve.

Con motivo de la canonización de san Josemaría, el cardenal Ratzinger afirmó en un artículo: “La santidad cristiana no consiste en hacer grandes cosas, sino en permitir que, como fruto de la docilidad al Espíritu Santo, Dios pueda llevar adelante grandes obras a través de nosotros”.

san josemaría y don alvaro

Y en este sentido, los apóstoles no es que no hagan nada. Al menos hacen algo, que es no oponer resistencia a la gracia, no poner obstáculos a la gracia. Y así seguía diciendo el cardenal Ratzinger: “Porque ser santo no implica ser superior a los demás; es más, el santo puede ser muy débil, y haberse equivocado muchas veces en su vida. La santidad no es no caer.

La santidad es un contacto profundo con Dios. La santidad es ser amigos de Dios y dejarlo actuar en la propia alma, pues sólo Él es capaz de hacer que el mundo sea bueno y feliz. Por consiguiente, si san Josemaría Escrivá decía que todos estamos llamados a ser santos, eso es porque en el fondo, lo que él hace es reflejar su propia experiencia personal: no haber hecho por sí mismo cosas increíbles, sino haber dejado actuar a Dios”. (San Josemaría Escrivá y la santidad, Joseph Ratzinger, L’Observatore Romano 6-X-2002).

DEJAR MOVER A DIOS NUESTRA ALMA

“Y me permito aclarar que los santos son personas débiles, y con muchas equivocaciones, pero que siempre luchan y se levantan una vez y otra. Además, los santos tampoco tienen por qué ser personas inteligentes y lúcidas, basta con que no obstaculicen la fuerza de Dios que se debe transmitir a través de ellos.

Así como las redes eléctricas de alta tensión, que deben transportar la energía a miles de kilómetros, se valen de materiales superconductores que no ofrecen resistencia, lo mismo hace Dios en la historia humana cuando se vale de la docilidad de los santos, porque ellos, al no ofrecer resistencia, permiten que la fuerza evangelizadora que tiene como gran protagonista a Dios, llegue a miles de kilómetros de distancia y se extienda a lo largo de la historia.

Un ejemplo de cómo los santos hacen que Dios produzca fruto extraordinario en el mundo puede verse en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando se dice que Pedro y Juan hacían milagros y predicaban con gran eficacia y atractivo. (,,,) Según la Sagrada Escritura, los judíos estaban admirados de la libertad de espíritu con la que Juan y Pedro predicaban, [arrastrando a muchísimos judíos a seguir a Cristo,] a pesar de ser hombres rudos y analfabetos.

FUERZO DE LOS APÓSTOLES

texto original en latín dice que eran hombres sine litteris et idiotae. La expresión sine litteris significa sin letras, incultos, analfabetos, y el término idiotae es así como lo oyes, idiotas. Bueno, es cierto que esa palabra no tenía tanta fuerza como hoy, pero lo que está claro es que tampoco es que fueran candidatos a un premio Nobel.

Lo que los judíos no comprendían era que la fuerza de los apóstoles no fuera de los apóstoles, sino que ellos simplemente eran superconductores de la gracia, que tiene como su única y exclusiva fuerza a Dios”. (cfr. En presencia de Dios, Julio, Pedro José María Chiesa).

Bueno, ya se ve que eso fue lo que aprendieron los apóstoles desde el primer envío. Bueno, tal vez Judas no lo aprendió nunca ¿no?

Pidámosle a nuestra Madre, Santa María, que nos enseñe a ti y a mí a no poner obstáculos, a no ofrecer resistencia a la gracia, de manera que tú y yo seamos verdaderos apóstoles también.


Citas Utilizadas

Am 7, 12-15

Sal 84

Ef 1, 3-14

Mc 6, 7-13

Reflexiones

María, enséñame a no poner resistencia a la gracias para que sea verdadero apóstol de Dios.

Predicado por:

P. Federico

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