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P. Federico

6 min

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NUDOS

Jesús sabe de nudos, de esos embrollos interiores que nos hacemos. Por eso tú y yo nos acercamos y le pedimos que nos libre de ataduras, que nos afine internamente. También nos acercamos a su Madre, la Virgen desatanudos, en su cumpleaños para pedirle, atrevidamente, que nos regale ese desenredo interior

TEORÍA DE NUDOS

Hace años me comentaba uno que en la sala de espera de un aeropuerto había coincidido con un hombre que examinaba detenidamente unas cuerdas que tenía en las manos llenas de nudos.

Le llamó la atención y, después de un buen tiempo, lleno de curiosidad, le preguntó que qué hacía. Resulta que estudiaba la teoría de nudos (una teoría matemática) y que algo servía estar viendo el comportamiento de esa cuerda para resolver posibles problemas en un trabajo que tenía.

Este amigo lo contaba como si aquello fuera un disparate, pero parece que no lo es tanto. Al menos, Wikipedia dice que “dos nudos matemáticos son equivalentes si uno de ellos puede transformarse en el otro mediante una deformación de R³ sobre de sí mismo (lo que se conoce como una isotopía ambiental)” y que “estas transformaciones corresponden a manipulaciones de una cuerda anudada que no implican cortarla o pasarla a través de sí misma”.

Nudos, teoría de los nudos

(https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_nudos).

Bueno, lo que sea que eso significa. No sé si esto lo escucha algún matemático. Pero a lo que iba, es que hay gente que se dedica a estudiar los nudos. Y Tú, Jesús, sabes de nudos.

De esos nudos que son difíciles, complejos, que no hay matemático que sea capaz de reflejar en ninguna ecuación, algoritmo, polinomio o lo que sea. Hablo de los nudos existenciales, estos embrollos interiores, esos trabones, enredos que nos hemos creado o que el pecado (nuestro pecado) ha creado en nosotros.

EFFETHA

Pienso con esto mismo que en algunas de las enfermedades físicas que aparecen en los Evangelios, la finalidad es ser un reflejo de enfermedades espirituales. Y hoy aparece “uno que era sordo y que a duras penas podía hablar, y le ruegan a Jesús que le imponga la mano.

Y apartándolo de la muchedumbre, le metió los dedos en las orejas y le tocó con saliva la lengua; y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetha, que significa: Ábrete. Y se le abrieron los oídos, quedó suelta la atadura de su lengua y empezó a hablar correctamente”. (Mc 7, 32-35).

Yo me quedo con eso: “quedó suelta la atadura de su lengua”. Se desató el nudo. ¡Desataste el nudo, Jesús! ¡Qué teorías ni qué ocho cuartos! Había que ir contigo. ¡Y aquí estamos nosotros, a veces, haciéndonos un nudo! Buscando soluciones o simplemente justificando nuestro “trabe” interior.

Pues hoy te pido que desates mis nudos. Me acerco con mi lengua, mi alma anudada y te pido que sueltes la atadura.

Por cierto, en una ocasión escuché aquello que se hacía en algunos zoológicos cuando había una cría de elefante. Estoy hablando de zoológicos modestos, esos en los que las áreas para los animales no son enormes como para que puedan pasearse a su antojo.

ALMA CON NUDOS

Pues resulta que al pequeño elefante le atan una cuerda a una de las patas, mientras el otro extremo está atado a una estaca. Y aquel animalito caminaba hasta el momento en el que la cuerda le tiraba y entonces no le dejaba avanzar.

Lo impresionante es que con el paso del tiempo el elefante crecía y, condicionado por su memoria (memoria de elefante) ya nunca pasaba la frontera que le había marcado la cuerda. Por su peso y tamaño, ya era capaz de arrancar cualquier estaca, pero no lo intentaba siquiera.

Cuántas veces estamos tú y yo con alguna cosa que ya ni intentamos porque “es que siempre caigo en el chisme”, o es que “me paso de tragos sin querer”, o es que “me gana la pereza”, “soy un desorden”, o “no sé hacer oración”, o “es que no aguanto a esa persona”, o “es que a mí me cuesta ofrecer pequeños sacrificios”, o “es que se me olvida”, y un largo, etcétera…

JESÚS DESATA MIS NUDOS, PORFAVOR

Ahora, este personaje del Evangelio no solo es que tenga la atadura de la lengua, sino que encima está sordo. Yo tengo un pariente que era sordomudo, hasta que le pusieron un aparato de estos que se ponen con una cirugía, (porque parte del implante se hace en el hueso que rodea el oído) ¡y fue como magia!

Aunque al principio los sonidos lo aturdían, o sea, lo abrumaban, porque todo era como un bloque de ruido (algo que nunca había escuchado, ni modo, era sordo).Y tuvo que aprender a distinguir un sonido de otro, diferenciar el sonido ambiente a las palabras que salían de la boca de la persona que tenía delante.

Y así, una cosa tremenda, pero increíble. Seguro que has visto algún video en redes sobre algo parecido y se ve cómo la gente se conmueve al escuchar por primera vez un sonido o la voz de una persona querida.

EL MILAGRO DEL VINO

El mundo y el vino

Bueno, a este sordomudo del Evangelio no creo que le haya pasado así. O sea, no tuvo que pasar por un periodo de recuperación o de adaptación. ¡Simplemente comenzó a escuchar y escuchaba perfectamente! Porque cuando Tú, Jesús, haces el milagro, lo haces bien. Basta ver el milagro de las bodas de Caná: ¡el vino era el mejor vino! Seguro que ha sido el mejor vino de la historia.

Ya le gustaría a cualquier sommelier o a cualquier enólogo probar una copa de ese vino. Pues no señores, ese ya se lo bebieron hace dos mil años y no ha quedado rastro. ¡Lógico! Porque como dice la famosa frase:

“El que al mundo vino y no toma vino, ¿a qué vino?” (Bernardo Piuma).

Bueno, ya, fuera de bromas, el sordo escuchaba perfecto. Porque, así como el que afina un piano, o el que ajusta una máquina de mucha precisión, Jesús calibra bien las almas, los corazones, los sentidos internos… Y si nos hace oír, es para oír bien.

Por eso los que presenciaron el milagro

“estaban tan maravillados que decían: Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. (Mc 7, 37).

“Todo lo ha hecho bien”. Señor, Tú que haces todo bien: afina mi alma, desata mi lengua para que te alabe en todo momento, destapa mis oídos para que pueda oír con claridad y distinguir la voz del Espíritu Santo, del Padre y la tuya. Tú más que nadie sabes cómo estoy hecho y sabes lo que hay que ajustar, enderezar, limpiar o cambiar. Me pongo en tus manos.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS MARÍA!

perfecto

Pero pensaba que no puedo terminar esta meditación, este rato de oración, sin desearle feliz cumpleaños a nuestra Madre Santa María.

Felicidades Madre mía, en esta fiesta de tu natividad. Feliz cumpleaños, que los pases feliz en compañía de tu Hijo y de todos los ángeles y santos del cielo; también en compañía de todos nosotros, pecadores, pero que esperamos llegar algún día a celebrártelo en persona.

Y en este día de cumpleaños, más que llegar con regalos me atrevo a pedir regalos. Y por eso le voy a rezar a la Virgen y te la dejo a ti para que se la reces también (si quieres), la oración a la Virgen Desatanudos a la que el papa Francisco le tiene mucha devoción.

MADRE DESATADORA DE NUDOS

“Santa María, desatadora de nudos, Santa María, llena de la presencia de Dios, durante los días de tu vida aceptaste con toda humildad la voluntad del Padre, y el maligno nunca fue capaz de enredarte con sus confusiones.

Ya junto a tu Hijo intercediste por nuestras dificultades y con toda sencillez y paciencia, nos diste ejemplo de cómo desenredar la madeja de nuestras vidas.

Y al quedarte para siempre como Madre nuestra, pones en orden y haces más claros los lazos que nos unen al Señor. Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra,

Tú que con corazón materno desatas los nudos que entorpecen nuestra vida, te pedimos que nos recibas en tus manos y que nos libres de las ataduras y confusiones con que nos hostiga nuestro enemigo.

Por tu gracia, por tu intercesión, con tu ejemplo, líbranos de todo mal, Señora Nuestra, y desata los nudos que impiden que nos unamos a Dios, para que libres de toda confusión y error, lo hallemos en todas las cosas, tengamos en Él puestos nuestros corazones y podamos servirle siempre en nuestros hermanos. Amén.

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Citas Utilizadas

Is 35, 4-7

San 2, 1-5

Mc 7, 31-37

Reflexiones

  • Señor, desata mis ataduras, que pueda servirte siempre.

Predicado por:

P. Federico

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