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P. Ricardo

6 min

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NUESTRO PADRE ABRAHÁN

Jesús continúa con su discurso con los judíos, donde se pone por encima de Abrahán y más bien los invita a creer en Él. Siguiendo el ejemplo de este patriarca, encontramos una fe y confianza grandes en las promesas de Dios, que se han cumplido en Jesucristo. Nosotros somos más afortunados que Abrahán, porque tenemos al mismo Cristo en su Palabra y en los Sacramentos.

CONFIAR EN NUESTRO PADRE

Hace unos días salí a hacer deporte en bicicleta y me llamó la atención ver algo -que tal vez por la pandemia ya no era muy común, pero ahora sí-, y es ver a familias que salen a hacer deporte con sus hijos.

Entonces, en uno de estos parques grandes, muy largos que tenemos aquí en esta ciudad donde vivo, había un papá con su hijo al que le estaba enseñando a manejar bicicleta sin ruedas de apoyo, sino que él lo sostenía. 

Fue muy bonito ver, cómo aquel niño confiaba en que su papá no lo iba a soltar; y así, el papá se tomaba ese trabajo de sostenerle la bicicleta, digamos, para que tenga un poco de equilibrio… Hasta que poco a poco ya el mismo niño solo, consiguiera dominar la bicicleta y ya lo fue soltando. 

Y es importante, porque aquel hijo confía -o confiaba- en su padre. En cambio, qué distinto sería que el padre lo soltara en el momento menos adecuado, o más bien lo empujara de la bicicleta…

Y es todo lo contrario, el hijo confiaba plenamente en que su padre lo iba a sostener hasta que lograse dominarla, y lograra tomar ese equilibrio en la bicicleta. 

A lo mejor esto nos ha pasado a nosotros cuando aprendimos a manejar bicicleta, o estuvimos con rueditas por mucho tiempo… Necesitamos de ese apoyo, de esa ayuda y sobre todo de esa persona en quien confiamos

CONFIANZA EN NUESTRO PADRE DIOS

Y hoy, en la Santa Misa, leemos parte de la historia de Abrahán, en donde Tú, Señor Dios, haces esa alianza con Abrahán y le dices:

«Por mi parte, esta es mi alianza contigo: Serás padre de muchedumbre de pueblos»

(Gn 17, 4). 

Es sorprendente cómo Abrahán confía en Dios porque parecía imposible, -él ya había entrado en años, y su esposa no podía tener hijos. Pero Dios le dice que no solo tendrá un hijo, sino que será padre de muchedumbre, de pueblos… 

Y le dice:

«Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo de sobremanera.

Sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti. Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones como alianza perpetua»

(Gn 17, 5-7).

NUESTRO PADRE ABRAHÁN
FE Y CONFIANZA

Dios se compromete totalmente y Abrahán confía en Él. Confía en Dios. Y es lo que se resalta de Abrahán, esa fe.

“Por eso ahora Señor, que hacemos estos 10 minutos de oración Contigo, te pedimos eso: que nos aumentes la fe y confianza en ese Padre nuestro que es Dios. Dios Padre que te ha enviado por nosotros, para justamente ser salvados de lo que realmente nos esclaviza, que es el pecado”.

Estamos ya en la semana previa a la Semana Santa, donde vamos a celebrar de manera especial los misterios centrales de nuestra fe por los cuales hemos sido salvados en tu sangre, Señor, con tu Pasión, Muerte y Resurrección. 

Y es el momento de recordar cómo Dios cumple con su Palabra. Podemos recordar que a veces, Señor, nosotros no cumplimos con nuestra palabra, que a veces te fallamos o te hemos fallado, tal vez en cosas grandes y generalmente en cosas pequeñas, y por eso queremos hacer ese propósito de no fallarte.

“Señor, aunque a veces nos podemos tropezar por nuestra debilidad, te pedimos que nos ayudes, porque tenemos esta historia del pueblo de Israel, de Dios con Abrahán y con esos patriarcas a quienes, y con quienes el Señor se compromete y cumple su palabra”. 

DIOS CUMPLE SU PALABRA

Y justamente lo que celebraremos en la Semana Santa es eso: que Dios cumple su Palabra, que nos ha salvado, y que tú y yo debemos aprovechar todos esos medios de salvación. 

No tenemos justificación para no ser santos, lo cual nos llena de mucha responsabilidad. Es un peso, pero más que un peso, ahí está nuestra felicidad, y nuestra felicidad está en Cristo. Y es esto lo que los fariseos no entienden. 

Estamos leyendo también en el Evangelio de san Juan un sermón muy largo, una conversación muy larga que Jesús tiene con los judíos. Y dice así el Evangelio de la misa de hoy:

«En verdad, en verdad os digo: —Quién guarda mi palabra no verá la muerte para siempre»

(Jn 8, 51).

Esto deja a los judíos que oyen al Señor bastante confundidos. Incluso empiezan a molestarse porque Jesús, que es dentro de todo muy joven para la época, -30 o 33 años, pues se presenta como un gran maestro, pero no solamente como un gran maestro, sino por encima de los patriarcas. 

NUESTRO PADRE ABRAHÁN
JESÚS LES HABLA

Y ellos, tal vez por la falta de fe, por la falta de sencillez, por su dureza de corazón, por creerse ya autosuficientes, malinterpretan las palabras de Jesús. Y cuando el Señor habla de que se va a un lugar donde ellos no pueden ir, pues piensan que se refiere a la muerte física y entonces lo acusan de mentiroso, de salvarse a sí mismo por encima de los profetas, de los patriarcas. 

Entonces el Señor apela otra vez a las obras que Él realiza, a los milagros, esos signos del poder de Dios. Y dice que a través de ellos es como su Padre lo glorifica. Es decir que Jesucristo no es un soberbio que dice aprendan de mí, que soy manso y humilde, o mira, yo que soy grande. 

Es que realmente Él es grande por todo lo que hace, por todo lo que obra. Él es verdaderamente nuestro Salvador y Señor.

Que no olvidemos esto, que pongamos nuestra esperanza en Ti, no en nuestras fuerzas, no en alguna persona, como a veces puede pasar, sino en Jesucristo, en Dios que no defrauda. 

Y realmente, Señor, pues Tú eres aquel Mesías prometido a los patriarcas, al mismo Abrahán.

Abrahán había recibido las primicias de esa promesa mesiánica a modo de una profecía, como con el nacimiento de su hijo Isaac. 

UN SACRIFICIO DE PADRE

En el Antiguo Testamento leemos la historia de Isaac, de cómo Dios le pide que lo ofrezca en sacrificio: ¡es una gran prueba la que Dios le pone a Abrahán! Y al final no lo mata, Dios le dice que no, que ha visto que es tanta su fe, que está dispuesto a entregar a su propio hijo, a aquel que Dios le había prometido… 

Siempre se ha interpretado este pasaje de ‘El sacrificio de Isaac’ como una imagen de Cristo, porque Isaac es el hijo. El hijo prometido que lleva justamente la madera para el sacrificio. Así como Jesús llevó la Cruz y que se va a ofrecer.

Y es como que Dios, al decirle que no, que no lo ofrezca y le hace que aparezca allí un animal para que lo pueda ofrecer en sacrificio, le devuelve a su hijo: es como una imagen de la Resurrección.

Pero Abrahán no logra ver a Cristo, no logra verlo, solamente recibe esa promesa.

Y ahí están los judíos con el Mesías. Y tú y yo tenemos al Señor en la Eucaristía. Es decir, nosotros tenemos un privilegio que ni el mismo Abrahán tuvo.

Abrahán, que es un hombre extraordinario, un hombre de fe, de fe con obras. Pero ni Abrahán pudo ver un día de Jesús. En cambio, tú y yo sí. Por eso que aprovechemos mucho todo lo que tenemos a nuestra disposición: La Palabra de Dios. 

NUESTRO PADRE ABRAHÁN
LEER LA PALABRA DE DIOS

El Papa Francisco cuando insiste en que leamos los católicos la Biblia, que usemos una buena edición donde tenga una buena traducción, que tenga explicaciones, que no tenga errores de traducción -que a veces puede pasar-, pues, que nos explique un poquito. 

A lo mejor de algún curso que nos pueda servir y por supuesto, tratar al Señor en la Eucaristía, en la Santa Misa. Que no nos falte esa Santa Misa dominical, y durante la semana también escuchar misa o visitar al Señor en el Sagrario: ¡es un gran privilegio tenerte Señor, y qué alegría! 

Y si no, que nos sintamos muy afortunados, porque ni el mismo Abrahán pudo tener eso, no pudo verte de ese modo como te vemos nosotros. Y, ¿todo esto gracias a quien? Pues gracias al sí de nuestra Madre Santísima que dijo: 

«Hágase en mi según tu palabra»

 


Citas Utilizadas

Gn 17, 3-9

Sal 104, 4-5. 6-7. 8-9

Jn 8, 51-59

Reflexiones

Señor, que tengamos una de como la de Abrahán: que confiemos plena y totalmente en Ti.

Que te participemos de nuestras actividades, alegrías, tristezas, enfermedades y en todo confiemos en Ti.

Predicado por:

P. Ricardo

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